Durante su breve ministerio terrestre, Jesús predicó con mucho celo las buenas nuevas. En el Evangelio de Mateo leemos: “Jesús emprendió un recorrido de todas las ciudades y aldeas, enseñando en sus sinagogas y predicando las buenas nuevas del reino”. (Mateo 9:35.)

Su predicación no tenía por único fin hacer que la gente se sintiera mejor. Marcos recoge estas palabras de Jesús: “El tiempo señalado se ha cumplido, y el reino de Dios se ha acercado. Arrepiéntanse y tengan fe en las buenas nuevas”. (Marcos 1:15.) Sí, los que respondieron a las buenas nuevas y las obedecieron vieron cómo estas cambiaron su vida.

Tras la muerte de Jesús, sus seguidores continuaron predicando el Evangelio. No solo hablaron del Reino, sino que añadieron la feliz noticia de que Jesús había resucitado a la diestra de Dios en los cielos y había ofrecido el valor de su vida humana perfecta a favor del hombre. En calidad de elegido por Dios para dominar sobre la Tierra como Rey de Su Reino, sería el Agente que destruiría a los enemigos de Dios y restauraría la Tierra a un estado paradisíaco. (Hechos 2:32-36; 2*Tesalonicenses 1:6-10; Hebreos 9:24-28; Revelación 22:1-5.)