[EL DIOS EMOTIVO, comentario 184]
Por consiguiente, en lugar de pretender reducir al máximo la complejidad psicobiológica del ser humano mediante apelar a una hipótesis mística pseudoascética que garantice la estabilidad social presente y futura o, en su defecto, una vida de ultratumba diametralmente opuesta al mundo sensible que conocemos, el Génesis y la demás sagrada escritura se inclinan hacia una vida terrenal en equilibrio perfecto (algo que hoy es ignorado e insospechado al tomar como referencia el rancio estado patológico en el que se encuentra la biosfera y la población humana albergada en ella). Por lo demás, al reconocer que una vida terrenal en equilibrio perfecto es el objetivo teleológico de la creación humana y siendo que ésta es de una complejidad indescriptible, y que adicionalmente se encuentra inserta en una biosfera no menos compleja, el regreso al equilibrio original no está en el poder del hombre conseguirlo, pues porta el estigma de la infinitud: la complejidad infinita.