[EL DIOS EMOTIVO, comentario 143]
Sin embargo, esa maravilla de adaptación psicofísica al entorno tiene su lado peligroso en el ser inteligente con capacidad de autodeterminación. Uno puede optar por dar preponderancia egoísta a un determinado YO, en perjuicio de los otros Yoes y de los congéneres del entorno. La elección puede ser más o menos consciente, y el medio social malsano puede tener mucha influencia subliminal en ello. El subconsciente también es capaz de elaborar por sí mismo distintos Yoes sin que, a veces, el consciente lo perciba con claridad; e incluso puede imponer su criterio insidiosamente, valiéndose hasta del secuestro emocional. Esta situación parece estar reflejada en la sagrada escritura de la siguiente manera: “Engañoso es el corazón más que todas las cosas, y perverso; ¿quién lo conocerá? Yo soy el Señor (Yahveh, según la Biblia de Jerusalén), que escudriño el corazón (es decir, el núcleo mental en donde pugnan los diferentes Yoes), que pruebo los riñones (aparentemente, el Yo dominante en un momento dado), para dar a cada uno según su camino, según el fruto de sus obras” (Libro de Jeremías el profeta, capítulo 19, versículos 9 y 10; Biblia de Reina-Valera).