Si soy tu niño, tócame.
Aunque yo me resista y te aleje. Persiste, encuentra la manera de satisfacer mis necesidades. El abrazo que me das por las noches endulza mis sueños. Las formas en que me tocas durante el día me dicen cómo sientes.

Si soy tu adolescente, tócame.
No creas que, porque sea casi adulto, no necesito saber que aun me cuidas. Necesito tus brazos cariñosos y tu voz llena de ternura. Cuando el camino se vuelve duro, el niño que hay en mí te necesita

Si soy tu amigo, tócame.
No hay nada que me comunique mejor tu cariño que un abrazo tierno. Una caricia curativa cuando estoy deprimido, me asegura que me quieres y me informa que no estoy solo, y tu contacto pudiera ser el único que lo logre.

Si soy tu compañero sexual, tócame.
Podrías creer que basta la pasión, pero sólo tus brazos rechazan mis temores. Necesito tu toque de ternura que me da fe, y me recuerda que soy amado porque soy como soy.

Si soy tu hijo adulto, tócame.
Aunque tenga mi propia familia para tocar, aún necesito que me abracen mamá y papá cuando me siento triste.
Si soy tu padre anciano, tócame.

Como me acariciaban cuando yo era pequeño. Coge mi mano, siéntate cerca de mí, dame tu fuerza y calienta mi cuerpo cansado con tu proximidad. Mi piel está arrugada, pero goza cuando es acariciada.

No tengas temor... sólo tócame

Tomado de “El poder del Tacto. El contacto físico en las relaciones humanas” de Phyllis K. Davis

P/D: El verdadero amor se demuestra de muchas maneras: Por la voz, los detalles, la sonrisa, la amabilidad, la transigencia, la comprensión Y EL TACTO