[EL DIOS EMOTIVO, comentario 40]
Lo que tradicionalmente se ha entendido por “mente” proviene, al parecer, de la filosofía grecolatina. Los filósofos romanos ya disponían del vocablo “mens-mentis”, el cual aglutinaba muchas acepciones y, por ende, era un término borroso. Para los antiguos romanos, “mens-mentis” podía significar “pensamiento, idea, alma, corazón, conciencia, inteligencia, entendimiento, reflexión, conocimiento, valor, ánimo, talento, modo de pensar, opinión, intención, propósito, plan, juicio”. Debido a que, por lo visto, en aquellos tiempos nadie sospechaba que todos esos epítetos semánticos tenían como denominador común la actividad de un órgano, el cerebro, “mens-mentis” era para el ciudadano medio un concepto vinculado a una entelequia que algunos eruditos y filósofos asociaban con una supuesta “alma inmaterial”.