Abre el sepulcro de un Rey, de un sabio, y abre el sepulcro del hombre más miserable del mundo. Si te los pusieran delante tuyo, ¿Podrás decir cuál es el Rey, el sabio, y cuál es el hombre pobre?.

Como se nota que a Dios no le interesa nada de eso, ni tu cargo, ni tus conocimientos, ni cuán pequeño seas, pues Él viene a llevarse lo mejor de nosotros, y lo mejor de nosotros está dentro de nosotros, el alma.