El funcionario pùblico

[Dorogoi]

<<El elogio sincero y desinteresado no rebaja a quien lo otorga ni ofende a quien lo recibe, aun cuando es injusto; puede ser un error, no es una indignidad. La adulaci&#243;n lo es siempre: es desleal e interesada.>>

<<El genio crea instituciones y el b&#225;rbaro las viola: los mediocres las respetan, impotentes para forjar o destruir.>>

<<"El hombre excelente –escribi&#243; La Bruy&#233;re- no puede adular; cree que su presencia importuna en las cortes, como si su virtud o su talento fuesen un reproche a los que gobiernan".>>

Tanto en la sociolog&#237;a como en la ciencia administrativa y, especialmente, la de administraci&#243;n p&#250;blica, la burocracia es una organizaci&#243;n o estructura organizativa caracterizada por procedimientos expl&#237;citos y regularizados, divisi&#243;n de responsabilidades y especializaci&#243;n del trabajo, jerarqu&#237;a y relaciones impersonales.

Un funcionario p&#250;blico es aquel trabajador que desempe&#241;a funciones en un organismo, ya sea el legislativo, el ejecutivo o el judicial.

Habitualmente estos organismos son el Gobierno, el Congreso o Parlamento, los tribunales, la Administraci&#243;n p&#250;blica y, en general, todos aquellos organismos que no pertenezcan al sector privado.

El “funcionario”, como su nombre nos indica, cumple “funciones” de la burocracia; digamos que la hace funcionar correctamente.

&#191;Qu&#233; significa hacer funcionar la burocracia correctamente? &#191;Qu&#233; significa ser funcionario p&#250;blico? La respuesta no es halag&#252;e&#241;a para ellos.

Los monarcas eleg&#237;an hombres de m&#233;rito, capacidad, experiencia y que le sean fieles a quienes delegarles parte de sus funciones. Obvio que casi todos eran del estrato feudal dado que los cargos m&#224;s importantes los vinculaban a la causa del se&#241;or.

Cuando crecieron las instituciones de gobierno el funcionalismo creci&#243; hasta convertirse en una clase, una rama de la oligarqu&#237;a dominante.

Para evitar que se convierta en una clase soberbia, con altivez, la reglamentaron y la sometieron a la rutina y le sacaron toda iniciativa. Su vocaci&#243;n de mando se convirti&#243; en sumisi&#243;n. Cuando llega el sistema parlamentario se la esclaviza en doble sentido: ejecutivo y legislativo. El m&#233;rito queda absolutamente excluido.

Al vulgarizarse el oficio de funcionario, se convierten en funcionarios de cualquier funci&#243;n y se creen aptos para todo, como si por su buena intenci&#243;n se cubriera su incompetencia. Encima se creen importantes aun siendo que lo &#249;nico que se les requiere es que no aporten ninguna originalidad, hagan respetar lo que est&#224; escrito y nada de improvisar o pensar por s&#236; mismos; adem&#225;s que sean personas que sobrevivan a la rutina m&#224;s exasperante. Salirse de la fila, cualquier originalidad, puede ser castigada con fuerza de ley.

El funzionario es investido de poderes que no debe ejercitar en su personal inter&#233;s sino en el inter&#233;s del ente al cual pertenece; se trata de poderes-deberes, o sea potestad.

A menudo, el t&#233;rmino funcionario p&#250;blico es usado estrictamente para indicar s&#243;lo a los titulares de los &#243;rganos burocr&#225;ticos, o sea, en contraposici&#243;n a pol&#237;tico; esta contraposici&#243;n no es s&#243;lo acerca de la diferente configuraci&#243;n de la relaci&#243;n de servicio, sino tambi&#233;n el papel diferente: de hecho, del funcionario (burocr&#225;tico), a diferencia del pol&#237;tico, se espera un comportamiento imparcial, impulsado s&#243;lo por consideraciones t&#233;cnicas y legales, encaminadas a lograr los objetivos fijados por el pol&#237;tico. Por otro lado, es evidente que esta contraposici&#243;n se desvanece considerablemente cuando el nombramiento y el avanzamiento en la carrera del funcionario burocr&#225;tico son decididos sobre la base de su afiliaci&#243;n pol&#237;tica, de acuerdo con la l&#243;gica del “spoil system” (clientelismo), y no sobre la base de criterios meritocr&#224;ticos.

El "funcionarismo" trae aparejado la servilidad y exige el uso de la adulaci&#243;n. Esto es as&#236; desde que hubo poderosos y favoritos. Ese comedimiento por agradar al amo destroza el car&#225;cter; son cosas v&#224;lidas socialmente que se emparentan con la “honestidad”, pero jam&#224;s se puede considerar una “virtud”.

No s&#243;lo se adula a reyes y poderosos; tambi&#233;n se adula al pueblo. Hay miserables afanes de popularidad, m&#225;s denigrantes que el servilismo. Para obtener el favor cuantitativo de las turbas, puede ment&#237;rseles bajas alabanzas disfrazadas de ideal; m&#225;s cobardes porque se dirigen a plebes que no saben descubrir el embuste. Halagar a los ignorantes y merecer su aplauso, habl&#225;ndoles sin cesar de sus derechos, jam&#225;s de sus deberes, es el postrer renunciamiento a la propia dignidad.

En las democr&#224;cias modernas muchos de ellos se otorgan premios y sustanciosos salarios a ellos mismos por su exuberante mentalidad de servidor p&#250;blico. Como si el pa&#237;s fuera adelante por su labor y el Estado continuara por sus m&#233;ritos. Escuchan los aplausos de esa parte de la poblaci&#243;n que lograron enga&#241;ar, de esas turbas que le aportan su valor cuantitativo como escribi&#242; Ingenieros.

A los funcionarios privados se les exige lo mismo pero con una preparaci&#243;n superior y el m&#233;rito comienza a destacar uno de otro: la rutina es la misma.

El funcionario p&#250;blico que dirige una unidad organizativa tambi&#233;n desempe&#241;a funciones de direcci&#243;n, teniendo que utilizar los recursos que han sido asignados y, sobre todo, los recursos humanos, para lograr los objetivos. De hecho, los funcionarios de la burocracia son tradizionalmente reacios, al menos en algunos pa&#237;ses, de verse a s&#237; mismos en el papel de gerente, prefiriendo hacer hincapi&#233; en su papel de ejecutores de la ley y de garante de la legalidad de la acci&#243;n administrativa.

Algunas de las ideas recientes, que van bajo el nombre de “new public management” (nueva gesti&#243;n p&#250;blica), tienden a superar esta idea, se&#241;alando que la legalidad, m&#225;s que una meta, debe ser entendida como un v&#237;nculo de la administraci&#243;n, a la que los funcionarios deben respetar en la consecuci&#243;n de los objetivos asignados a ellos. En este contexto, el trabajo de cada funcionario deber&#225; ser evaluado no s&#243;lo desde el punto de la legalidad, sino tambi&#233;n de la eficiencia y eficacia, no diferente de los directivos de las organizaciones privadas, allanando as&#237; el camino para la introducci&#243;n, incluso en organizaciones p&#250;blicas, de sistemas de planificaci&#243;n y control de gesti&#243;n. A esta filosof&#237;a se inspiraron tambi&#233;n reformas, como las implementadas en Italia en los a&#241;os 90 del siglo XX, destinadas a unir una categor&#237;a espec&#237;fica de funcionarios p&#250;blicos, dot&#225;ndolos de mayor autonom&#237;a de decisi&#243;n pero someti&#233;ndolos, al mismo tiempo, a una responsabilidad m&#225;s fuerte referida tambi&#233;n, y especialmente, a los resultados de la actividad.