¿Saben?; dícese que la distonía focal {o, “cáncer del músico”} llega a afectar a uno de cada 200 intérpretes...

Se trata, mes amis/es, de un repentino y misterioso transtorno por el que el cerebro incorpora un error en un movimiento automatizado y bloquea la movilidad de una parte del cuerpo; en el caso de los pianistas, de los dedos de la mano (devienen INCAPACES de tocar una simple escala de notas ascendente al piano aunque, en cambio, puedan ejecutarla a la perfección sobre una mesa o puedan escribir sin problema).

El origo del "cáncer del músico", en realidad y a fin de cuentas, se DESCONOCE; pero, se especula podría encontrarse en los pliegues del cerebro. El movimiento de las manos se controla desde la corteza cerebral y, tras muchos años de entrenamiento, las escalas, las notas, determinadas partituras han quedado grabados en esa región cerebral como conexiones neuronales fijas. Por qué un buen día un dedo comienza a moverse de forma diferente, damas y caballeros, sigue siendo un MISTERIO; sobre todo porque la mano es capaz de seguir realizando todos los demás movimientos, como escribir, coser un botón, sin dificultad {por este motivo, mes amis/es, durante mucho tiempo se consideró que el "cáncer del músico" estaba relacionado con transtornos psiquiátricos -lo único que la ciencia sabe por el momento es que la región que controla la capacidad sensorial de los dedos de los músicos presenta alteraciones y si lo normal es que el movimiento de cada dedo disponga de una región propia, en la enfermedad del músico parecen haberse fundido unas con otras-}.

Durante mucho tiempo, se han aplicado diferentes técnicas para intentar paliar esta insubordinación de determinadas partes el cuerpo aunque sin demasiado éxito; masajes fisioterapéuticos, acupuntura, inyección de diversos fármacos...

El maestro Schumann lo padecía, sí.

Mais, ¡ay!, él NO lo sabía.

Estimó, pues, que sólo tenía que esforzarse MAS.

Y, primero, se hizo construir un teclado portátil que le permitiera ensayar CONTINUAMENTE.

No obstante, aquel ejercicio intensivo no funcionó como él deseaba...

Entonces, DESESPERADO por alcanzar la excelencia, ideó un tremendo aparato que colgaba de una polea del techo y al que se ligaba el anular y el meñique; y, así, se obligaba a ensayar durante horas y horas, días y noches, noches y días...

CIEGO de ambición artística y viendo con asombro y desolación cómo sus dedos se obstinaban en desobeder sus órdenes y se contraían al tocar SIN que pudiera hacer nada para evitarlo, ai làs!, pasó por alto que las limitaciones del cuerpo humano hacían imposible que sus dedos fueran completamente independientes unos de otros como él deseaba, que NO existen músculos para cada una de las falanges y, además, que entre los tendones hay un elevado número de interconexiones, que unen unas con otras.

Y, forzó aún MÁS las poleas... Y, castigó hasta la insufrible TORTURA sus dedos...

El día de su vigésimo cumpleaños, sentado ante el piano que hoy día se conserva en el museo de su casa natal de Zwickau para agasajar a sus invitados, ¡Virgen Santísima!, finalmente VIÓ.

Dice la légende que miró su mano derecha y, HORRORIZADO, la ocultó ipso facto; y que, olvidándose de sus invitados, besó el piano LLORANDO como un bebito. Total y absolutamente INCONSOLABLE.

Nunca más volvería a llorar.

Y, era la primera vez que lo hacía.

Siempre, en cualquier caso, a su disposición.

Jaume de Ponts i Mateu