SOBRE EL LIRIO

Aquel día... cuando rayen mil albas
y profusas tardes,
merecidas por la eternidad
cabalguen con sus nubes de cobre
sobre la dilatada expansión,
también fluya entonces
una sombra errante
atada a mi sacro torrente escarlata...
¡me acordaré de mi viña de vino espumante!

El fragmento de melodía legendaria
y el poema que está a punto de ver la luz
bajo el poderoso vuelo del viento,
me ha tenido en vigilia sobre mi alta atalaya.
¡Todo suspiro que se debe a ti!
Me llevará a discernir un cerrado verso amoroso
y la noche transparente se volverá estanque.
Porque hay alguien, que impele deleite interminable
sobre la riqueza del mar.
¡Oleaje indefinible aún para tiempos posteriores!

Aquel día... cuando el poderío del dolor
me abatirá, latente en su imponente yunque
y la honda sombra con sus variantes jirones
sean un mar en la magia del tiempo,
mi vibrante corazón no dejará de deleitarse
bajo la frescura de tus alas
y la luz de tu omnipresencia.
Tampoco mi alma habrá de capitular ante él.

Aquel día... cuando se oiga la melodía
del viento que prevalece,
ante el alto canto de la noche,
habrá agua en ella, que aún hoy
fluye transparente en torno a ti.
Y la claridad que pasa por el aire
y también por la mañana,
darán esplendor a estos dos reinos
que se enferman de amor.

Israel W Borges, 2007



EN TUS VIENTOS


Así te busco:
Navegando en las aguas de la noche
sobre un viento alado;
parto a las cercanías de tus mares.
Si alzara mis ojos a las estrellas,
ellas mismas entonaran tu nombre,
porque de veras amo
hasta lo estrenduoso de tu bronce.

En el reino de la luz de tu canela,
la noche de tus ojos
brilla como el día al mirarme
y en los hoyuelos de tus mejillas
se desborda el jazmín.
Si no el agua y la brisa, en el tejado
de mi suspirar, son una realidad.

Volvamos a nuestro lugar de descanso... amada mía,
porque el vigor del nardo ha relajado la noche
y las gotas del roció han refrescado nuestro jardín.
Las orillas de la noche están adornadas con tu gracia.

Junto a los ríos de la luna nos sentamos,
sólo los oídos de la noche escuchan
nuestros cánticos de amor.
Incesantes llamaradas de pasión
entibian las brisas nocturnas.
Hasta que fluya la madrugada, si... oh amada mía
hasta que despierte el sol nos rodearán niebla y rosa.

Hemos tomado las alas del alba, para subir a mares lejanos,
y sobre las nubes en medio de ellas...
me he perdido en la vid de tu exhalación.

Israel W Borges: Suspiro plateado 7, 1996






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