En noches donde la tranquilidad
a tu sueño plácido mece,
y donde la única verdad
es la que a tu necedad le parece.

El sonido de la tierra sobre un ataúd,
seguido por un sollozo largo,
derrumbarán tu quietud
y tu corázón, como un fruto amargo

desterrado por su mal sabor
a un grupo de gusanos,
se preguntará en su culpa y dolor
sobre esa oleada de arcanos.

Despierta, te vas a poner a pensar
"¿Qué es?, el viento, un árbol, una sombra"
Y vas a recordar del día que me mandaste a matar
Sí. Soy yo. Quien muerto, no te olvida, y te nombra.


Escrito hace cuatro meses