4. La espiritualidad moderna es ajena a la religión organizada

“La espiritualidad es un aspecto básico de la condición humana que puede no desaparecer”, asegura Barber. “Pero parece que las religiones organizadas son cada vez más irrelevantes para la espiritualidad moderna”. En su opinión, la gente en los países desarrollados está más interesada que nunca en el origen y el sentido de la vida, así como en el conocimiento de las religiones del mundo. Lo sobrenatural, de hecho, sigue atrayendo, pero las iglesias, el clero y los dogmas no resultan tan atractivos.

5. Ya no necesitamos tener tantos hijos

Barber cree que una de las principales funciones de todas las religiones era promover la fertilidad y la seguridad familiar a través del matrimonio. Las familias grandes son una garantía de supervivencia en las economías agrícolas, pues cuentan con una mayor fuerza de trabajo, pero no sirven de gran cosa en las economías desarrolladas.

6. La religión no nos hace más felices

Diversos estudios, el más reciente publicado justo hace un año, han asegurado que las personas creyentes son más felices que los ateos u agnósticos. Para Barber, no obstante, contienen un enorme error de base: “La mayoría de las investigaciones que asocian religión y felicidad se han realizado en Estados Unidos donde, en efecto, la gente más religiosa es más feliz. Los investigadores creen que esta es una evidencia de los beneficios universales de la religión, pero la realidad es que en países como Dinamarca u Holanda no se ha encontrado ninguna relación entre felicidad y religión”. Para el psicólogo no cabe duda de que lo que produce felicidad es formar parte de la corriente mayoritaria, pues formar parte de una minoría es potencialmente estresante. Si la religión provocara felicidad, entonces los países más religiosos serían los más felices, pero lo que ocurre es justo lo contrario. Según un estudio de Gallup de 2010 los países más felices del mundo son Dinamarca, Noruega, Suecia y Holanda, que están entre los países menos religiosos.