«Las iglesias evangélicas están llenas de personas que ven con frecuencia a los
maestros del evangelio de la prosperidad por televisión, quienes les enseñan a
considerar a Dios como una especie de forma de lograr el éxito personal y como
un medio para alcanzar la prosperidad material. Este es un escenario común: el
predicador, muy refinado, amigable y motivador, pide dinero para apoyar a su
ministerio; a cambio, él promete la oración a favor de los donantes, así como una
bendición financiera de parte de Dios. A continuación, los espectadores envían
dinero porque aprecian la enseñanza positiva y porque les vendría bien un poco
más de dinero para pagar sus cuentas. Sin embargo, cuando no se produce un
aumento de ingresos, los consumidores del mensaje de la prosperidad, a menudo,
se critican a sí mismos, porque piensan que la falla está en su propia falta de fe
o, se decepcionan y se enfadan con Dios. Sin duda, este escenario se repite con
frecuencia, puesto que un número significativo de cristianos se ven influidos por
el evangelio de la prosperidad»11.
«Según este nuevo evangelio, si los creyentes repiten confesiones positivas,
enfocan sus pensamientos y generan suficiente fe, Dios hará descender
bendiciones sobre sus vidas. Este nuevo evangelio afirma que Dios desea e
incluso promete que los creyentes vivirán una vida saludable y económicamente
próspera. Este es el mensaje central de lo que se conoce como el “evangelio de
la prosperidad”. “Esta filosofía promete no solo la buena salud con el pensamiento
correcto, sino también la prosperidad económica y el éxito personal. Ya sea que
el tema esté relacionado con la salud o las riquezas, el método es el mismo:
controle los pensamientos y el éxito se materializará. Visualice y medite sobre las
riquezas y, finalmente, la prosperidad vendrá»