Sacerdotes y monjas expulsados


Los fieles fueron atraídos por dos carismáticos líderes: Credonia Mwerinde, excamarera y trabajadora sexual, y el exempleado del gobierno Joseph Kibwetere, quienes dijeron que habían tenido visiones de la Virgen María en la década de 1980.

Organizaron el Movimiento como un grupo cuyo objetivo era obedecer los Diez Mandamientos y predicar la palabra de Jesucristo.

Los íconos cristianos eran prominentes en el complejo del Movimiento y la secta tenía vínculos débiles con el catolicismo romano, principalmente con varios sacerdotes y monjas expulsados, incluidos Ursula Komuhangi y Dominic Kataribabo

Los creyentes vivían principalmente en silencio, ocasionalmente usando señales para comunicarse.

Ariho, de 41 años, se unió al Movimiento con su familia cuando tenía 10 años.

Su madre viuda estaba luchando por criar sus tres hijos, uno de los cuales sufría de dolores de cabeza persistentes.

El grupo de Kibwetere les ofreció oración y un sentido de pertenencia, dice.

La comunidad autosustentable acogería familias enteras, atendiendo todas sus necesidades.

Los miembros cultivaban su propia comida, administraban escuelas y usaban sus habilidades para contribuir con la mano de obra.

La vida en comunidad

La familia de Ariho se acogió a una rama de la iglesia con unos 100 miembros que estaba ubicada a dos kilómetros de la ciudad de Rukungiri.

"La vida giraba en torno a la oración, aunque también cultivábamos", recuerda.

"Hicimos todo lo posible para evitar el pecado. A veces, si pecabas, te ordenaban rezar el rosario 1.000 veces. Tenías que hacerlo, y también pedirles ayuda a amigos y familiares, hasta que cumplías con tu castigo".

La devoción al Movimiento consistía regularmente en peregrinar a una colina empinada y rocosa cercana. Después de una dura caminata a través de un bosque de eucaliptos, los fieles alcanzaban una roca que creían que representaba a la Virgen María.

Mientras caminamos por su pueblo, Ariho señala las granjas de los vecinos.

"Allá perdieron a una madre y sus 11 hijos y en esa casa, una madre y sus ocho hijos también murieron (durante el incendio de la iglesia)", dice, desviando la mirada al suelo.

Ariho no estaba en Kanungu el día de la tragedia, ya que en 2000 se había casado con alguien que no formaba parte del Movimiento.

Pero ella recuerda que los líderes tenían un control omnisciente sobre los fieles y que Mwerinde y Komuhangi parecían estar al tanto de cada pecado que se había cometido en los lugares remotos de la comunidad.