"Inteligencia del cuerpo, II"

Tenía un manojito de llaves (3 piezas pequeñas) que perdí y me hacían mucha falta. Como era en aquellos momentos en que practicaba con la radiestésia, y cuando hacía el "vacio" mental, al retomar la conciencia no tenía ni idea del rato que había pasado. Podían haber sido minutos u horas, que mi mente no teniá manera de descubrir (si no era consultando el reloj). En este periodo, me pasaba frecuentemente que perdía cosas, cosa que no me ocurría antes.

Sabía que si intentaba buscar algo que me interesaba a mi, no que fuera para ayudar a otro, de manera totalmente altruísta, no me podía funcionar, pués el "querer" proviene de la racionalidad y es enemigo del "desear" que proviene del instinto o profundidad de nuestra mente. Digo que es enemigo, porque con la voluntad anulamos todo instinto o sentimiento, pués al servirnos de la voluntad, automaticamente nuestra frecuencia mental se dispara hacia arriba... saliendo de las frecuencias bajas que nos permiten "contactar" con el conocimiento que se encuentra en nuestro inconsciente, dejándonos sin la posibilidad de encontrar lo que buscamos.

Estuve un par de días pensando intensamente en el manojo de llaves y en la falta que me hacían. A partir de este momento, hice lo posible para olvidarme de ellas.

Un par de días más tarde, encontrándome tranquilamente trabajando en la última terraza, la más alejada, de súbito me entró una "necesidad" imperiosa de ir hacia la barraca. Como no me venía en mente que caray podía tener que hacer en la barraca, me hice el ronzo hasta que a la tercera vez ya no pude reprimir el impulso tan fuerte y tuve que dejar lo que estaba haciendo y dirigirme hacia arriba. Por el camino, me dí cuenta que cada vez caminaba más aprisa. Cuando faltaban unos cincuenta metros..., ya corría, no daba crédito a lo que veía. Cuando llegué a los cinco o seis escalones que subían a la barraca, los salté de un par de brincos (sin poderme parar) hasta que después de haber hecho tres o cuatro pasos más, me enfrenté a mi mismo, me paré en seco preguntándome si estaba loco o que, y..., vi que estaba agachado con la mano derecha casi tocando al suelo, y..., justo ahi debajo, entre las hierbas y semi maleza que había..., ¡¡estaban las llaves!!, difíciles de ver, pero ahí estaban.

Mi cuerpo me condujo de una manera imperiosa hasta las mismas llaves, sin que yo en ningún momento fuera consciente del porque actuaba de aquella manera fuera de toda lógica.

Si todavía hay alguien que duda de la inteligencia del cuerpo (que tambien se le puede llamar de otra manera), mejor que los curas no quiten el limbo, pués es ideal para los que todavía no han nacido a la vida real...