Yo debía tener unos 8 o 9 años de edad, cuando realicé un viaje en velero.
A los pocos días de navegación, tremenda tormenta nos alcanzó y la cosa se puso fea. Lo que recuerdo como si fuera hoy, es que se llenó de golondrinas que huían del temporal. Era tan lindo! Entraban a las cabinas, a la cocina, y se posaban en cualquier lado muy panchas.
Que rabia me dio ver aquel marinero, que revoleando una camisa ahuyentaba las pobrecitas, obligándolas a salir del velero y enfrentar aquel vendaval. Cómo llorábamos mi hermana casi del medio y yo!
Mi viejo, con su conversa tranquila y siempre protector, nos dio la primera clase sobre ecología y Darwinismo. El marinero parecía malo si, pero estaba ayudando a la especie. Con seguridad muchas de ellas morirían ahogadas en el mar, pero algunas sobrevirían. Solo esas, en igualdad de condiciones a las que no encontraron un barco para descansar y protegerse, merecerían llegar a tierra firme y procrear. Triste, no?
Sin saberlo, ese día recibí también mi primera lección, sobre como funcionaba El Capitalismo.
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No seamos voceros del terrorismo.
No difundamos sus crímenes.
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Buena experiencia y me encantó la platica de tu padre.
Hace 6 años alquilamos un catamarán en Cancún y decidimos ir a Isla Mujeres, 3 natrimonios con los hijos.
No llevabamos media hora, cuando nos tocó una tormenta muy fuerte, mi mujer super nerviosa por los chicos, los metimos en el camarote, para prevenir que alguno cayera al mar, finalmente sorteamos la tormenta.
Saludos
Me tenéis embelesada con este hilo tan bueno... Hasta lo he calificado con la máxima puntuación!! Este hilo es todo un hito y un éxito, en el foro!
Me encanta!! Muchísimas gracias a todos por compartir estas vivencias claves en una vida!
«Thou wilt keep him in perfect peace, whose mind is stayed on thee: because he trusteth in thee». – Isaiah 26:3
Tal como lo narrara anteriormente, la travesía entre el callao, y salinas fue sin novedad, y muy tranquilo.
Salinas era, en los '70, un puerto atunero, y sin rascacielos como se le puede ver en las imágenes actuales.
A los días de nuestra recalada, uno de los nuestros (diego) conoció a un chino (¿taiwanés?) en la playa.
Un tipo joven. No parecía mayor de 20, pero sabemos no es fácil adivinar la edad de un chino. (yo tenía 29).
Diego lo invitó a almorzar al velero.
El Chino, de nombre U Chin Ya, llegó puntual al muelle, donde le recogimos y trajimos a bordo.
Diego, que estaba de turno, había preparado una suculenta "cazuela de ave", un plato chileno típico, ensaladas, frutas, un buen tinto.
Como se podría decir, había de un cuantuái.
Nunca habíamos recibido tantas alabanzas por el almuerzo, por la presentación, por el yate, ufff. Si parecía candidato a alcalde con sus elogios.
Y luego llegó la invitación recíproca.
U Chin era la punta de lanza de una familia, que le envió con sus ahorros a instalar un negocio, para luego avecindarse en ecuador.
Y él instaló un restaurante chino, y nos invitó a un delicioso banquete chino, con platillos que ni me habría imaginado pudiesen existir,
como ostras confitadas con cerezas, y otras delicadezas que se resisten volver al consciente.
Nos vimos varias veces más, y en su última visita a nuestro barco, me pidió mi libreta de anotaciones, donde yo quería registrar sus datos,
y escribió lo que muestro más adelante.
Nunca más supe de él, pero siempre recuerdo su escrito.
Jamás comprenderás la inmensidad de La Nada.