¡Al principio fue el Caos! Sentí en mis carnes el renacer la “Titanomaquia”. Caronte conducia la barca por la laguna Estigia. Misero humano como soy había pagado al barquero mi óbolo de plata. Veía desde mi asiento de pasajero el paisaje que conduce al Hades. Desde un punto cardinal, el Aqueronte, rio del dolor desembocaba en la laguna. Con lamentos y quejidos amenazaba con zozobrar la barca. Frente a él, y en otro punto cardinal , el rio del llanto Cocito, me hacía estremecer de miedo y espanto. Pugnaba en fuerza con el Aqueronte. Otro rio, el Plegethon , que en lugar de agua estaba formado por fuego rivalizaba con los otros dos. No se de que punto cardinal vendría, pero note en mi cuerpo mortal sus quemaduras. Miré hacia otro lado y vi otro rio, el Lete. Desde una de sus orillas un ser luminoso me hacía señas. Fijé mi atención en él y vi que era el angel que guardaba mi sepultura cuando creí morirme. En su mano derecha llevaba una botella. Con la otra me señalaba un camino en la zona de tierra, que se presentaba lleno de zarzas y espinos. Forzando aun mas la vista, me pareció tenía la cara de Esquiz-Ofelia.
Caronte el barquero continuaba callado. Remando me condujo hacía el exterior de la laguna. Allí todas las aguas se unían en un solo rio, el Estix. En realidad era una prolongación de la laguna, aunque parecía un camino más fácil. Fue en ese momento cuando el ser luminoso agitó con más fuerza los brazos. Gritaba con fuerza pero no oía sus voces. Los ademanes si me indicaban que volviese. Viendo que yo no reaccionaba arrojó al agua la botella que sostenía. En el caos en que me hallaba quise poner un poco de orden. Pedí a Caronte que dejase de remar pero no me hizo caso. Desafiando su fuerza titánica, me encomendé a los dioses y le arrebaté los remos.
A lo lejos, en la orilla del Letes, rio del olvido comenzó a aparecer gente. Rodeaban al ser luminoso, que ahora mostraba en todo su esplendor las facciones de Esquizo. Con grandes gestos me indicaban volviese sobre mis pasos. Uno de ellos, quizá el que en vida conoci por Manugar, me señalaba la botella que flotaba sobre las aguas. Yo, que me hallaba luchando con Caronte por la posesión de la barca, no podía prestarles toda mi atención. Una vez más invoque a los dioses.
¡Mis oraciones fueron atendidas! Una ráfaga de viento acerco a la barca la botella. Hasta nueve veces había circundado las aguas del rio Estix sin poder llegar a mí. Sin duda alguna, los dioses del Olympo le habían ganado la batalla a los Titanes. La ráfaga no era otra cosa que el instrumento divino para sacarme del aprieto. Señalando a Caronte mi boca, en la creencia de que pensaría que allí escondería los óbolos hice que bajara la guardia. Momento en que aproveche para darle un fuerte golpe con el remo. Inconsciente, el barquero cayó al agua.
Las voces y los aplausos se oyeron esta vez con claridad. Partían de donde se hallaba el ser luminoso rodeado de gente. Se les veía felices porque me había salvado al igual que ellos. Me señalaban con gesto alegre y risueño la botella. Con mil aspavientos me indicaban leyese el mensaje que contenía. Asi lo hice y pude leer un mensaje algo infantil, pero lleno de ternura: “”¡Pelillos a la mar! Dejemos la Cizaña y preocupémonos de MENSAJE EN UNA BOTELLA “