Hace muy poco, mientras paseaba al perro, me encontré a una mujer sentada en un banco de la calle. Mi perro es joven y todavía se lanza jovial hacia las personas, alegre y moviendo el rabo, buscando una caricia.
Esto, hay gente que lo interpreta como una agresión y hay otra más cabal que sabe que se trata de un rasgo de simpatía. Pero como a priori no se sabe cómo va actuar LA PERSONA, yo siempre me anticipo diciendo:
-¡No tenga miedo que no es agresivo!. ¡Es joven, y solo quiere una caricia!.- Aun así mantengo la correa tensa, por si acaso.
Esta vez, al estar la mujer sentada y echada un poco hacia delante, no le veía la cara, pero la oí decir:
-¡Déjelo usted. Es la primera vez que me quieren desde que estoy acá!.

La respuesta me dejó atónito. Por el acento descubrí que era una mujer hispanoamericana, y que estaba llorando.
-¿Te pasa algo?- pregunté.
-¡No señor, es que estoy descansando. Ya me voy!.-
Como me pareció que se estaba disculpando por estar allí sentada, le dije:
-No, nó. Si yo no quiero que te muevas. Te pregunto porque te veo llorar. ¿Te has caído?, ¿Te duele algo?.-
-No señor. Es que me tratan muy mal…
En un momento, aquella mujer de unos treinta años, como si de un grifo abierto se tratara, soltó entre sollozos toda su historia. Y yo confieso que me quedé de piedra y sin saber qué hacer.
Por lo visto, se trataba de una colombiana a la que hace más de doce años, siendo joven, su familia y "unos conocidos" la empujaron a venir a España con la promesa de que aquí iba a estar en el paraíso. Trabajo fácil, mucho sueldo y lo más seguro es que acabaría casada con un español adinerado.
Pero su "cuento de la lechera" había terminado mal. Encerrada -más bien, enclaustrada- en la casa de una familia, al cuidado de una señora paralítica que a cualquier hora del día o de la noche la tiene a su servicio para hacer o "limpiar" lo que haga falta.
Por lo que me contó, al principio la trataban bien y le daban un sueldo suficiente que ella mandaba a sus padres. Incluso el hijo de la señora parecía sentir algún interés por ella. Pero los años han pasado, la juventud ya no es joven, y ahora todo son gritos y amenazas.
El sueldo solo se lo dan a veces. Y cuando ella protesta, le dicen que como está "ilegal" en el país, si se porta mal la pondrán de patitas en la calle y "¿a ver qué hace?".

Yo en esos momentos ya alucinaba. No la veía mal vestida. También me fijé en que llevaba unas zapatillas playeras blancas, todavía nuevas. Y no sabía qué pensar. Así que le pregunté si quería que la acompañase al cuartel de la guardia civil para denunciar el caso. Pero arrancó a llorar más fuerte, diciendo que si enteraban en la casa, la iban a castigar. Que me fuera. Que ella necesitaba descansar un poco más, pero que enseguida seguiría su camino.

Como nunca salgo a pasear al perro ni con móvil, ni con cartera, ni con dinero. Ni siquiera tuve la intención de darle nada, pero ella tampoco parecía que estuviese allí a la caza de incautos para pedirles dinero. Así que creo honradamente que su historia es verdadera.
Y esto me dejó triste y pensativo. ¿Qué podía hacer yo?. Cualquier acción seguramente empeoraría su vida, y…
¿Cuántas personas son engañadas con la falsa creencia de que en España vivimos muy bien?. ¿Cuántos hermanos hispanos creen que aquí todo es lujo y posibilidades?. ¿A cuántos surafricanos les venden igualmente la mentira de una Europa rica y despilfarradora?.

Es cierto que en España hay un grupo de gente que vive muy bien. Pero también una inmensa mayoría a la que nos robaron el sueldo con el cambio de moneda al Euro. A la que hoy nos acribillan con impuestos y precios de consumo que no hacen más que subir, mientras los salarios llevan años estancados. Donde las estrategias de los sucesivos gobiernos, han deshecho y aniquilado el tejido industrial que había. Vendiendo los derechos de los trabajadores a intereses particulares de ciertos "amiguitos" y sin la más mínima intención de crear trabajo y calidad de vida para todos.
Con una clase política podrida y corrupta hasta los huesos. Preocupada solo en crear problemas sociales continuos para distraer la atención de sus robos y mangoneos. Y por desgracia con una sociedad enferma que está sobreviviendo a base de compartir "en familia" lo poco que nos queda, ayudándonos unos a otros.