El hombre de la Edad Media se mueve en espacios geográficos limitados. Han de venir las Cruzadas para que la cultura en que vive se amplíe. Más de todos los pueblos europeos que ofician como cruzados son principalmente los españoles, lusos e italianos los que más se abren hacia Oriente. Lo escudriñan en sus entrañas y cuando han establecido relaciones navales y comerciales estos nautas explotan las costas africanas. No les basta esta odisea y tratan de buscar en el Renacimiento un camino más corto a la India. Encuentran la vía del Atlántico y hallan mundos desconocidos: En el año 1486 Bernal Díaz llega al cabo de Buena Esperanza; Cristóbal Colon descubre las Antillas, en 1492; Juan Caboto (tambien conocido por Cabot) arribó a las costas del Labrador en 1497; Vasco de Gama, dos años más tarde abre el camino a la Indias doblando el extremo meridional de Africa; En 1500 Cabral encuentra las costas brasileñas; Magallanes supera a los anteriores con su vuelta al mundo, en 1522. Queda obsoleto el mapamundi de Ptolomeo y se puede decir con firmeza: “Con la escuadra y el compás a Más y Más”
No sé que sensación sentirían estos exploradores al encontrarse con otros seres humanos, tan semejantes y a la vez tan distintos de ellos. No solo por el físico sino tambien por las costumbres. Los primeros encuentros de estos locos aventureros en America fue con indios tahinos. Colon describe así el primer contacto habido en la Isla del Salvador: “Nos trajeron loros y bolas de algodón y lanzas y muchas otras cosas más que cambiaron por cuentas y cascabeles de halcón (latón. Bisutería). No tuvieron ningún inconveniente en darnos todo lo que poseían (…) Eran de fuerte constitución, con cuerpos bien hechos y hermosos rasgos (…) No llevaban armas ni las conocian. Al enseñarles una espada, la cogieron por el filo y se cortaron al no saber que era. No tienen hierro. Sus lanzas son de caña (…) Serian unos magníficos criados (…) Con cincuenta hombres los subyugaríamos a todos y con ellos haríamos lo que quisiéramos” Unas líneas más adelante, nos relata que atrapa a unos cuantos indios para pedirle información. Esta claro que lo buscado es el oro y las intenciones del Almirante para con los indios. Los acontecimientos posteriores demostraran lo que guarda tras de si la aventura.
Tierra americana adentro hay otra raza de indios. Son los depredadores caribes menos avanzados culturalmente pero tremendamente fieros. Aterrorizan a los tahinos, les roban las mujeres y los esclavizan. No solo para hacerles trabajar. Quieren alimentarlos sobremanera para proceder a comérselos después. La primera medida que toman al apresarlos es el cortarle los genitales a los hombres para que engorden. A las mujeres las tienen como sirvientas y usan de ellas hasta que se hastían. Despues las intercambian y cuando ya no hay disfrute se las comen tambien o las matan.. Tomás Ortiz, el primer obispo de Santa María dice de ellos: “ Es gente que come carne humana, son fométicos (se refiere a la constitución física) más que generación alguna y ninguna justicia hay entre ellos. Andan desnudos y no sienten vergüenza. Son como asnos, abobados, alocados e insensatos. No tienen nada en matarse y en matar, no guardan verdad si no es en provecho…” Aunque bien es verdad, que otro obispo posterior, Juan Palafox y Mendoza, de Puebla de los Angeles, los canta en hiperbólicas laudes en su “Virtudes del Indio. Aunque lo cierto es que hubo casos de canibalismo. Tal es el caso de Juan Díaz de Solís. Al llegar con dos naos a la isla de Martin Garcia desembarcaron unos cuantos hombres en busca de provisiones y agua. Los nativos los atrajeron con engaños y a la vista de la tripulación que se hallaba en las naos se los comieron. Lo narran Martin de Angleria y otros.
He citado A Juan Caboto que llego a tierras del Labrador. En los tiempos del emperador Carlos V. interesaba poblarlos territorios del Rio de la Plata, cuyo gobernador era Pedro de Mendoza. Para realizar este proyecto se destinan once naos que han de trasladar a tres mil personas. Como bien apunta Francisco López de Gómara “El mayor numero de gente y mayores naves que nunca pasó capitán de Indias”. La fortuna quiso que esas naos recalaran en la isla Santa Catalina donde vivían Solís y Caboto, casado con indias y padres dichosos. Y es que llega un momento en el que se da la orden de fomentar el mestizaje, como forma de asentamiento. Hubo quien tuvo harem como si fuera rey moro, para escandalo de los buenos frailes. Tambien hubo quien entendió mal el consejo y esclavizo a los indios. A tal grado de desesperación que llegaron estos que acudieron al suicidio. Bien es verdad que la Reina Isabel ordeno que no se esclavizaran a los indios, mas enterada de la existencia del caníbal caribe otorgo el permiso para que estos lo fueran ¿Quién era capaz de distinguir entre caribes y tahinos?
¡Loca carrera aquella la que se hizo con Portugal!