Un anciano, en su lecho de muerte, llamó a sus tres hijos y les repartió la herencia a partes iguales. Y murió.

El hermano mayor era emprendedor, por lo que puso un negocio y con sacrificio duplicó la herencia que había recibido.

El hermano mediano nunca quiso líos. Se limitó a guardar la herencia por si algún día tenía necesidad de ella.

El hermano pequeño siempre había sido un irresponsable. Cuando se vio con tanto dinero comenzó a ir a fiestas; hacer viajes y darse buenas comilonas. Pasado el tiempo se quedó en la ruina. Había dilapidado la herencia de su padre.

¿Se puede pedir al hermano mayor que reparta lo que tiene con el hermano pequeño? No. Siempre habrá diferencias económicas entre los hombres.
Aunque en un principio diéramos a todos lo mismo.

Este cuento va destinado a los que reparten lo ajeno con tanta facilidad.