A la respuesta la da la Biblia:

"Pero, amados, no ignoréis que, para el Señor, un día es como mil años y mil años como un día. El Señor no retarda su promesa, según algunos la tienen por tardanza, sino que es paciente para con nosotros, no queriendo que ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento." (2 Pe 3:8-9)

Todo tiempo es como nada ante Él, porque en la presencia como en la naturaleza de Dios todo es eternidad; por lo tanto, nada es mucho, nada es poco delante de Él; ningún lapso de tiempo perjudica sus propósitos, ni necesita esperar para encontrar conveniencia para ejecutar esos propósitos. Y cuando parece haber pasado el período de tiempo más largo, no es más que un momento o un punto en comparación con la eternidad.

Como también lo indica el Salmo 90:4:

"Ciertamente mil años delante de tus ojos son como el día de ayer, que pasó y como una de las vigilias de la noche."