Mas allá del interesante debate sobre sacerdocio Levítico y el de Melquisedec lo cierto es que Jesús es nuestro gran sacerdote que con su muerte en la cruz, ofreció el sacrificio perfecto por los pecados, trayendo perdón a todos los que creen en él (Heb 9:13-14). Él nos purifica del pecado y nos hace limpios y aceptables ante Dios. El único mediador entre nosotros y Dios (1 Tim 2:5), el sacerdote perfecto y sin pecado a través de quien podemos tener comunión con Dios sin temor al castigo por el pecado.
Última edición por Estocada; 07-ago.-2019 a las 08:22
El ego es un eje demasiado débil para hacer girar nuestra vida en torno a él.