Esa añeja discusión entre si somos salvos por fe o por obras puede entenderse en la manera en que nos "salvamos" antes las dificultades de todos los días.

Por ejemplo, tienes que tomar un examen en la universidad.
¿Lo vas a aprobar por estudiar muy duro?
¿Lo vas a aprobar por mantener una actitud serena, de fe y confianza?

En la práctica, por ambas cosas.

Si no estudias duro, reprobarás. Tu fe se diluirá en el primer minuto frente al test.
Si no mantienes una actitud de serenidad y confianza, te traicionarán los nervios y olvidarás lo que aprendiste: reprobarás.

La actitud espiritual y la conducta que se asocia a tal actitud son las dos caras de la misma moneda.