El Alma y el Cuerpo

¿Qué es un Alma?

El alma manifiesta la razón misma de nuestra existencia; es la única parte de nuestro ser que refleja directamente nuestra conexión con Di-s, nuestro creador. Aún cuando no es tangible y se oculta dentro del cuerpo, el alma es el tejido mismo de lo que somos. Mientras el cuerpo abarca los aspectos materiales de nuestras vidas, el alma abarca lo espiritual. El cuerpo es impulsado primordialmente por la satisfacción de sus necesidades físicas. Esto no implica que el cuerpo sea malo en sí; no lo es. Fue creado por Di-s y es inicialmente neutral, con un gran potencial para el bien. Pero es el alma la que da energía y guía al cuerpo para hacer buenas obras y conectarse con lo divino. El alma es trascendente por naturaleza, pues «… la llama de Di-s es el alma del hombre…» (Proverbios 20:27)

Hay una dicotomía estructural, por eso, entre la naturaleza tangible del cuerpo y la naturaleza trascendente del alma. Miremos con atención la llama de una vela, y tendremos una aproximación a nuestra alma: la llama alzándose en el aire, tendiendo hacia arriba, como hacia Di-s. Pero el pabilo la tira de vuelta hacia la tierra. De modo similar, nuestra alma tiende siempre hacia arriba, mientras el cuerpo nos retiene con sus demandas tan insistentes de sustento o gratificación físicos. La pregunta que cada uno debe hacerse es: ¿elegimos ser la llama que se remonta a lo alto o el pabilo que nos tira hacia abajo?

Para ser una persona completa y sana, el cuerpo y el alma deben trabajar en armonía. No necesitamos elegir entre uno y otro, indulgencia o abstinencia; podemos y debemos fundir cuerpo y alma. Y esto significa unir el cuerpo y el alma para cumplir la misión para la que todos fuimos puestos en la Tierra: para vivir una vida significativa, productiva y virtuosa haciendo de este mundo físico un hogar cómodo para la espiritualidad y la Divinidad. Cada uno de nosotros cumple esta misión usando sus capacidades y talentos únicos, ya sea como maestro o como padre, como comerciante o como científico. Todos debemos tratar de tomar conciencia de nuestra misión, y hacerla realidad conduciendo nuestras vidas, cada minuto, cada día, cada año, de acuerdo con las leyes de Di-s.

La dicotomía de cuerpo y alma está en todas partes donde miramos, y tiene muchos nombres: forma y función, materia y energía, materialismo y espiritualismo. En un libro, por ejemplo, las palabras que cubren la página son el cuerpo, y las ideas detrás de ellas el alma. Lo mismo puede decirse de cada aspecto de nuestro universo, porque el universo mismo está compuesto de un cuerpo y un alma: sus componentes materiales y los componentes espirituales que le dan vida. De ahí que el primer paso hacia la creación de la unidad en el universo, el primer paso hacia la espiritualización de lo material, es unir nuestros propios cuerpo y alma.

Llevar una vida significativa equivale a poder atravesar la primera capa, la material, y conectarse con la energía interior. No es un trabajo fácil, pues el cuerpo opera con instrumentos sensoriales (vista, oído, olfato, gusto y tacto), mientras que el alma opera en lo suprasensorial (emociones, conciencia, inteligencia, y, lo más importante, las fuerzas espirituales subliminales). Y la energía interior no es una energía cuantificable tal como la define la física; hay un elemento de misterio en ella que desafía la medida. No es apenas una fuerza; es la fuerza que llamamos vida. Y hay elementos de la vida que apenas si hemos empezado a descubrir.

Miremos a nuestro alrededor, hoy. Es obvio que muchos de nosotros estamos buscando la paz interior, la felicidad, o la serenidad; estamos buscando nuestra alma. ¿Pero estamos usando los instrumentos adecuados con los cuales deberíamos hacerlo? Porque nos hemos hecho tan dependientes de nuestros instrumentos sensoriales, a menudo sentimos como si fueran los únicos de los que disponemos. ¡Pero qué difícil es tratar de captar el significado de nuestra alma usando sólo los cinco sentidos! Es como usar los ojos para escuchar un trozo de música. Y sin embargo, tan persistente es el llamado del alma que nunca dejamos de buscar.

¿Por qué es importante saber que tengo un Alma?

En razón de que los instrumentos sensoriales son tan predominantes, casi necesitamos «apagarlos» para experimentar lo que está adentro. Si suspendiéramos nuestros sentidos de la vista, el oído, el olfato, el gusto y el tacto, ¿qué nos quedaría? En un primer momento, pensarlo basta para aterrorizarnos: nos quedaríamos sin nada. Pero no es así: nos quedaría lo que somos nosotros mismos. Necesitamos los sentidos sólo para interactuar con el mundo fuera de nosotros. No necesitamos ojos para vernos u oídos para oírnos a nosotros mismos. Sabemos quiénes somos, sin usar ninguna herramienta sensorial; lo sabemos simplemente por conciencia, que es un sentido totalmente distinto.

De modo que gozamos de vida plena aun sin los sentidos. Sin el alma, en cambio, no hay vida. Sí, está la lucha del cuerpo por sobrevivir. Pero la vida tal como la entendemos no es más que la búsqueda de sentido la búsqueda de nuestra alma, la búsqueda de Di-s. Cuando un científico explora las leyes de la naturaleza, se siente llevado a levantar la cortina y ver qué está pasando más allá de los límites de nuestros sentidos exteriores. Cuando un niño desarma un juguete, está buscando lo mismo: el secreto que lo hace funcionar. Esta curiosidad es una marca de la naturaleza humana.

Lo mismo sucede con nuestro propio ser. Si no reconocemos todas las fuerzas que nos mueven, incluida el alma, nunca nos comprenderemos a nosotros mismos. Y si no sabemos cómo funciona el alma, no podremos alimentarla. Afortunadamente, cuando el alma tiene hambre, nos lo hace saber. No importa cuánto tratemos de acallarla y distraería mediante los goces materiales, su voz siempre se alzará, haciéndonos saber que nos falta una parte de nuestra vida. Esto puede tomar la forma de ansiedad, desorientación, vacío. Un anhelo de algo más.

Sin conciencia del alma no puede haber crecimiento personal, porque es el alma la que expresa la insatisfacción, que es lo que nos motiva a crecer. El cuerpo, en tanto sus necesidades egoístas estén satisfechas, no tiene deseos de trascendencia. El alma da a nuestra vida dirección y unidad. El mundo material (esto es, el mundo del cuerpo) está fragmentado; el alma es el eje sobre el cual convergen y se unen todas nuestras actividades físicas. Si observamos los impulsos materiales de nuestro cuerpo durante el curso de una jornada, lo veremos girar en círculos o zigzaguear en estallidos de deseo, al azar de los estímulos que lo atraen en cada momento dado. El alma conecta todos estos fragmentos; conecta lo trivial con lo supremo, y lo material con lo espiritual.

El alma también enseña humildad. Mientras que el cuerpo es egoísta, el alma es humilde. Nos da la capacidad de elevarnos por encima de nosotros mismos, de ver las necesidades ajenas y responder a ellas con sensibilidad. Sin alma, los deseos egoístas del cuerpo pueden esclavizarnos y en última instancia destruirnos. El alma es nuestro costado trascendente, siempre tenso hacia arriba como la llama de la vela, siempre tratando de volver a conectarnos con Di-s. El cuerpo puede intentar mantenernos atados a la tierra, pero el alma tiene el poder de alzarnos y llevarnos más allá.

Fuente: https://www.tora.org.ar/el-alma-y-el-cuerpo/