Cita Iniciado por KIMO Ver Mensaje
Mientras Jesús sigue viajando por Perea
en dirección a Jerusalén,
un joven rico
se le acerca corriendo y cae de rodillas delante de él.
Es un “gobernante de los judíos”, quizás el presidente de una sinagoga
o uno de los miembros del Sanedrín.
Entonces le dice: “Buen Maestro,
¿qué tengo que hacer para heredar la vida eterna?”
(Lucas 8:41; 18:18; 24:20).

Jesús le contesta: “¿Por qué me llamas bueno?
Nadie es bueno excepto uno solo: Dios” (Lucas 18:19).
Puede que el joven use la expresión “Buen Maestro” como un título,
que es lo que hacen los rabinos. Pero, aunque es cierto
que enseña muy bien, Jesús le deja claro a este hombre
que solo Dios merece el título “Bueno”.

“De todos modos, si quieres alcanzar la vida,
tienes que obedecer siempre los mandamientos”,
le aconseja Jesús. “¿Cuáles?”, le pregunta el joven.
Y Jesús le contesta mencionando cinco de los Diez Mandamientos: no asesinar, no cometer adulterio,
no robar, no dar falso testimonio
y honrar a los padres.
A continuación, le señala otro mandamiento aún más importante:
“Ama a tu prójimo como te amas a ti mismo” (Mateo 19:17-19).
Jesús responde a un gobernante rico
El joven le dice: “Yo todo esto siempre lo he obedecido. ¿Qué me queda por hacer?” (Mateo 19:20). Quizás piense que debe hacer alguna otra buena acción, incluso algo heroico, para obtener la vida eterna. Jesús se da cuenta de que su petición es sincera y siente cariño por él (Marcos 10:21). Sin embargo, hay algo que le impide obtener la vida eterna.

El hombre siente un gran apego por sus posesiones. Por eso Jesús le dice: “Te falta una cosa: ve a vender lo que tienes y dales el dinero a los pobres; así tendrás un tesoro en el cielo. Luego ven y sé mi seguidor”. El joven podría repartir su dinero a los pobres, que no pueden recompensarle, y hacerse discípulo de Jesús. Pero no lo hace. Entonces se levanta y se va muy triste, mientras Jesús lo mira, probablemente con pena. Este hombre ama tanto las riquezas, sus “muchas posesiones”, que no es capaz de ver dónde está el auténtico tesoro (Marcos 10:21, 22). Finalmente, Jesús dice: “¡Qué difícil va a ser para los que tienen dinero abrirse camino hasta el Reino de Dios!” (Lucas 18:24).

Los discípulos se quedan admirados por estas palabras
y por lo que Jesús dice a continuación:
“De hecho, es más fácil para un camello
pasar por el ojo de una aguja de coser
que para un rico entrar en el Reino de Dios”.

Al oír esto, los discípulos le preguntan:
“Entonces, ¿quién se podrá salvar?”.
¿Acaso es imposible salvarse?
Jesús los mira fijamente y les contesta:
“Las cosas imposibles para los humanos son posibles para Dios” (Lucas 18:25-27).


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