Depositaba suaves besos en mi frente, como señal de respeto, decía él.
Sin embargo, cuando aquella noche me dijo que necesitaba poner distancia, afirmó que los besos en la frente eran simplemente el deseo reprimido de su corazón, que no podía (y no quería) que faltase el respeto para volverse un beso en los labios.
Y suspiraba profundamente, quedándose detenido en mi frente mientras dejaba su beso. Y olía mi cabello. Y me abrazaba con fuerza.
Con sus dedos jugaba con las hebras de cabello que caían por mi frente. Apenas susurraba suaves “te quieros” que eran solo para mí.