Muchos de los mandamientos que los judíos habían escrito en el viejo testamento ya no eran la ley que había recibido el pueblo en tiempos de Moisés. Y esas leyes de muerte y esclavitud mantenían al pueblo en tinieblas y viviendo un infierno. Entonces, Dios, lleno de misericordia por sus hijos e hijas, se hizo hombre y volvió a enseñar los verdaderos mandamientos de Dios que dejaron abolidos muchos mandamientos del viejo testamento.

Jesucristo había dicho que Él no había venido a abolir la Ley, y la Ley que Él no había venido a abolir es la verdadera Ley de Dios, que es la que Él mismo nos enseña en el Evangelio y que así nos dice:

"todas las cosas que queráis que los hombres hagan con vosotros, así también haced vosotros con ellos; porque ésta es la ley y los profetas". (Mateo 7:12)