En el Ayurveda se describen 18 variedades de lepra, considerando que una es de origen venéreo, otra por ser cruel por los animales, otra producida por haber ofendido a los padres, a los antepasados o a las divinidades, por causa de picaduras de animales venenosos, por avaricia, por gula o ingestión frecuente de alimentos.
Sea la transgresión de una ley o tabú, sea la ofensa a la divinidad, el culpable queda manchado, impuro, contaminado.
Se ha considerado como oriental este concepto, y decir oriental es algo muy vago, sobre todo después de haber observado, estudiando grupos étnicos en América, Africa, Oceanía y Asia, que todos los que llamamos primitivos tienen esta idea como elemento común entre sus tradiciones más arraigadas.
Entre los sintoístas del Japón, el pecado mancha el alma y el cuerpo. Si aparece una enfermedad de la piel, y en especial tsumi o lepra, la impureza por el pecado acompaña al enfermo mientras le dure la enfermedad.
La misma actitud se manifiesta en el Tibet, Nepal, Indochina, Birmania, Siam y Corea: todo aquel que presenta una enfermedad repugnante de la piel es porque ha pecado.
La enfermedad-pecado, la enfermedad-culpa, la enfermedad-mancha, que requiere purificación, purga, limpieza, es un concepto arcaico, de los más arcaicos en la humanidad. Probablemente el estudio y el conocimiento más antiguo de las costumbres de Oriente ha hecho que en la literatura antigua europea se haya atribuido a los orientales esta idea, pero después de conocer a los que llamamos «primitivos» en todos los continentes, podemos asegurar que esta idea está presente en la humanidad desde una etapa prehistórica y preliteraria. No podía ser, por lo tanto, ajena a este concepto de enfermedad-impureza o enfermedad-castigo de Dios la tradición hebrea.