Como muestran las Escrituras,
la verdad acerca de la que dio testimonio
no era solo la verdad en general,
sino que se trataba de la verdad
de máxima importancia en cuanto a lo que eran
y lo que son los propósitos de Dios.
Esta verdad estaba basada
en el hecho fundamental de la voluntad soberana de Dios
y su aptitud para cumplir dicha voluntad.
Jesús reveló mediante su ministerio que esa verdad,
contenida en el “secreto sagrado”,
era el reino de Dios con él mismo, el “Hijo de David”,
sentado como Rey Sacerdote en el trono.
Este fue también, en esencia,
el mensaje que proclamaron los ángeles
antes de su nacimiento
y una vez que este se produjo en Belén de Judea, la ciudad de David
LO QUE YO ENSEÑO NO ES MIO
PERTENECE AL QUE ME ENVIO” (Juan 7:16.)