Los elementos fundamentales para la vida, (particularmente el carbono, el oxígeno y el hierro) no podrían existir si las cuatro fuerzas que operan en el universo no tuvieran la intensidad justa. Ya se ha hecho mención de una de ellas: la
gravedad. Otra es la
fuerza electromagnética. Si esta fuera mucho más débil, los electrones no se mantendrían alrededor del núcleo del átomo. “¿Sería esto grave?”, quizá nos preguntemos. Sin duda, porque los átomos no podrían combinarse para formar moléculas. Por el contrario, si esta fuerza fuera mucho más intensa, el núcleo atómico atraería hacia sí a los electrones. No podría producirse ninguna reacción química entre los átomos, lo que haría imposible la vida. Incluso desde este punto de vista, está claro que nuestra existencia depende de la intensidad justa de la fuerza electromagnética.
Y lo mismo es cierto a escala cósmica: una pequeña variación de la fuerza electromagnética afectaría al Sol, alterando la luz que llega a la Tierra y haciendo difícil o imposible la fotosíntesis. También podría privar al agua de sus singulares propiedades, esenciales para la vida. De modo que, de nuevo, la intensidad justa de la fuerza electromagnética es determinante para la vida.
Igualmente fundamental es la intensidad de la fuerza electromagnética con relación a las otras tres fuerzas. Por ejemplo, algunos físicos calculan que esta es 10.000.000.000.000.000.000.000.000.000.000.000.000 .000 (1040) de
veces más fuerte que la gravedad. Añadir un cero más a este número pudiera parecer un cambio pequeño (1041). Pero en ese caso la gravedad sería proporcionalmente
más débil, y el doctor Reinhard Breuer explica lo que esto supondría: “Con menos gravedad las estrellas serían menores, y la presión de la gravedad en su interior no elevaría la temperatura lo suficiente como para provocar las reacciones de fusión nuclear: el Sol no brillaría”. Puede imaginarse las consecuencias para la vida en la Tierra.
¿Y si la gravedad fuera proporcionalmente
más fuerte porque dicho número tuviera solo 39 ceros (1039)? “Con tan solo esta pequeña modificación —continúa Breuer— una estrella como el Sol vería acortada sustancialmente su vida.” Según otras opiniones, la precisión de la intensidad de estas fuerzas es aún mayor.
Dos cualidades sobresalientes del Sol y otras estrellas son, sin duda, su eficiencia y estabilidad a largo plazo. A modo de ilustración: sabemos que es preciso ajustar la mezcla de carburante y aire para que el motor de un automóvil funcione debidamente; los ingenieros diseñan complejos sistemas mecánicos y electrónicos para optimizar su rendimiento. Si así es en el caso de un simple motor, ¿qué no será en el de las eficientes estrellas “nucleares” como el Sol? Las fuerzas claves implicadas están ajustadas con gran precisión, optimizadas para la vida. ¿Fue casualidad tal exactitud? A Job, un hombre de la antigüedad, se le preguntó: “¿Dictas tú las leyes de los cielos o estableces su influjo sobre la tierra?” (
Job 38:33,
Franquesa-Solé). Ningún ser humano lo ha hecho. Por tanto, ¿a qué puede atribuirse esa precisión?