Si me permitís, quisiera añadir una cosita a vuestros magníficos razonamientos...
Todas las personas tenemos unas fronteras sutiles a nuestro alrededor. Se suele llamar "distancia corporal" y es la separación normal que matenemos con quienes nos rodean.
Hay una distancia de confort donde nos sentimos seguros y esa distancia es mas corta según sea el grado de intimidad que tenemos con nuestro interlocutor. Es fácil comprobar como solemos acercarnos mas a nuestros amigos que a gente desconocida.
Cuando se llega a la situación fronteriza entre amistad y noviazgo, que es ya cuando la separación física es mínima y comienzan los roces fortuitos o intencionados, además del confort empieza a actuar la ley de atracción sexual. Esta funciona como los campos magnéticos. No se puede distinguir a simple vista, pero lo cierto es que cuando un polo negativo se acerca a uno positivo, hay una atracción irrefrenable que tiende a juntarlos.
A veces, los polos no están bien alineados y cuando creemos que vamos a atraer a la pareja, resulta que somos del mismo signo y nos repelemos mutuamente. Por cierto, "el signo" del polo es indiferente del género de la persona. Hay hombres + o - y mujeres + o -. De ahí que no sepamos a ciencia cierta y a priori cómo va a resultar el acercamiento.
Decidirse a descubrirlo es peligroso porque mientras eres amigo/a no pretendes abrir la última puerta de la intimidad (esa intimidad no tiene que ver con contar secretitos al oido, vas mas adentro) y sólo cuando das ese paso final intencionadamente te desarmas y quedas indefenso/a esperando una reacción igual en tu pareja.
Si entonces la ley de atracción magnética no funciona... no es de estrañar que duela mucho, y que ella o él quieran curar su herida lejos.