Iniciado por
Lupus
Dudo de que este hilo vaya a tener mucha respuesta ya que la gran mayoría de los que participan en este subforo son creyentes y este tema no les agradará, pero de todas maneras quiero manifestar mis opiniones.
Antiguamente los hombres no podían entender los fenómenos que ocurrían a su alrededor por lo cual idearon explicaciones fantásticas las cuales atribuían esos fenómenos a seres poderosos e invisibles.
No debió haber pasado mucho tiempo hasta el momento en que alguno, con más imaginación y astucia que el resto de su grupo se hizo pasar por un representante de esos seres divinos, atribuyéndose el don de darle forma a las creencias y de interpretar los designios de los dioses por medio de rituales.
Huelga decir que quien pudiera comunicarse con los dioses sería el más respetado y poderoso, por lo cual no vacilaría en castigar a aquellos que de alguna manera pusieran en duda sus poderes.
Esto mismo se repitió en (prácticamente) todas las culturas, todas tuvieron brujos, hechiceros, curanderos, chamanes, profetas, sacerdotes, etc. y en todas las culturas esas creencias y ritos evolucionaron dando lugar a las religiones.
Las religiones durante su evolución lograron establecer ciertas jerarquías o castas y se convirtieron en instituciones muy poderosas siempre ligadas al poder político de turno, en algunos casos el poder político favorecía a determinada religión para poder sostenerse, en otros casos eran los sacerdotes los que favorecían a determinado poder político para poder sostenerse.
Fuere como fuere, lo cierto es que se obtenía una unión simbiótica muy provechosa para ambos.
No creo que sea necesario citar ejemplos, siempre los que pertenecían al poder religioso gozaban de una posición sumamente privilegiada, no trabajaban, vivían cómodamente, eran respetados y poderosos.
¿Hace falta decir que los integrantes de esa clase social estaban dispuestos a defender su poder sea como sea? Y el "sea como sea" debe tomarse literalmente, basta con saber como trataron (y tratan) a los que osaron disentir o no cumplir con los preceptos considerados sagrados.
Pero lo sorprendente es la forma en el que el poder religioso logró inculcar el fanatismo religioso y la intolerancia entre sus adeptos, han logrado someter, a veces mansamente otras veces no, a pueblos enteros para que adoren no solamente a los dioses, sino también a los sacerdotes y a los reyes o faraones de turno, siempre bajo la amenaza de castigos inmediatos o en el otro mundo.
Más sorprendente es aún el hecho de que los creyentes sienten agradecimiento y respeto hacia quienes los someten.
Como si todo esto fuera poco, la religión también sirvió para impulsar guerras en las cuales muchos morían defendiendo cosas falsas mientras unos pocos se beneficiaban obteniendo ganancias bien reales, también la fe religiosa sirvió para disimular el verdadero trasfondo de las luchas por poder disfrazándolas como luchas religiosas.
Todo eso se fue desarrollando, como ya se ha dicho, mientras no había explicación a ciertos fenómenos naturales y la existencia de dioses parecía ser la única explicación razonable, por lo tanto lo lógico sería que a medida que la ciencia lograba explicar esos fenómenos las creencias en seres fabulosos fuera disminuyendo. Y en efecto eso ocurre, aunque en una ínfima medida, la gran mayoría de las personas sigue creyendo en dioses todopoderosos. ¿Cómo se explica esto?
La explicación es que la religión está basada en el miedo, miedo al castigo, miedo a sentirse desprotegido, miedo al rechazo de los creyentes intolerantes, miedo a lo que ocurrirá después de la muerte, etc.
El miedo es la forma más efectiva de poder controlar a una sociedad cuando existe una institución que aparece como el único medio de defensa contra aquello que produce el miedo, por lo tanto para aprovecharse de eso, no solo hay que aparecer como protector sino que también hay que estimular los miedos. Y eso es lo que hacen las distintas religiones (además de algunos gobiernos, en un terreno diferente).
Dejar de creer en una religión presenta dos matices muy difíciles de superar, por un lado está el aspecto social: el que reniega de su religión es visto como contrario a ella, será aislado, rechazado, despreciado y aún odiado, por otra parte están las dudas intrínsecas de cada uno, los miedos y las creencias que fueron inculcadas desde niño dejan una marca indeleble que son muy difíciles de superar, son muy pocos los que se atreven a dudar de su dios ya que creen que éste conoce sus pensamientos, y aquí entra en juego el autoconvencimiento.
La mente puede funcionar de dos maneras: o de forma consciente razona buscando la verdad o, cuando no puede hacerlo o se niega a hacerlo, el inconsciente se encarga de rechazar automáticamente todo aquello que le pueda generar un conflicto interno.
Y esto último ocurre sin que las personas tomen conciencia de ello.