La bandada de golondrinas que vuela en su espacio aéreo avisa de la proximidad de tierra. Conforme nos vamos acercando notamos se trata de una isla formada de roca de caliza. Las aguas que la circundan son transparentes y muestran la riqueza que guardan sus arrecifes de coral.
Salimos de Cuba el primer día de mayo y estamos a tres. El viaje no ha sido largo hasta ahora, pero esos días nos han parecido meses. Al tomar tierra hemos divisado en un cabo de la isla “una casa blanca y algunas otras cubiertas de paja y una lagunilla que el mar formaba adentro de la tierra”. El asombro y la curiosidad nos ha empujado a acercarnos y hemos comprobado se trata de “una torre de la altura de un hombre”. Datos que Juan Díaz anota con sumo cuidado en su “itinerario de la Armada”.
A la isla se le ha llamado “Santa Cruz de Puerta Latina” por ser hoy el día en que se celebra la festividad de la Santa Cruz símbolo de la Pasión de Cristo Redentor. Nos disponíamos a tomar posesión de ella en nombre del Rey Católico y para mayor gloría de la Cristiandad, cuando desde la mar se han acercado hasta tocar tierra, los tripulantes de dos barcas pequeñas. Son tres indios por cada una de las que ellos llaman “canoas”
Nuestras naos, que para no encallar se han quedado en la mar a un “tiro de lombarda” vigilan la escena. Por medio de cuidados gestos, los indios nos indican que mañana visitara nuestros navíos su gran jefe, al que llamaron “cacique”. Por lo que decidimos volver a las naos y continuar la exploración de la isla al día siguiente. Isla que los nativos denominan Cozumel debido a que su nombre esta relacionado con las golondrinas avistadas al irnos acercando a tierra desde la mar.
Si el día anterior vimos la torrecilla de la altura de un hombre, hoy al costear con los navíos hemos visto otras catorce más. Nos hemos adentrado en un golfo desde el que se divisaba la isla de Yucatán (Se creía era isla y no península) para inspeccionarla. Como sucediera ayer volvieron las dos canoas en la que venia el cacique, al que conducimos a la nao capitana. Allí por medio de intérpretes se le “demandaron nuevas de los cristianos que Francisco Fernández, capitán de la otra primera armada había dejado en la isla de Yucatán”-Él respondió que uno vivía y el otro había muerto. Diole el capitán algunas camisas españolas y otras cosas y “se volvieron dichos indios a su pueblo”
¡No quiero cansar con detalles! El cronista Juan Díaz lo hace mejor que yo y lo refleja en su Itinerario. Iré abreviando en mis impresiones sobre este viaje resumiendo lo más posible. Un día venidero, mi sucesor en estos relatos continuara la obra. Aunque leyendo el futuro como lo hago pongo en duda que Juan Antonio Hinojosa lo continúe ¡A ciencia cierta sé que es un flojo!
El día seis de mayo, el capitán mandó que cien hombres armados montasen en chalupas. Iba con ellos un clérigo y se dirigieron a la torre mas grande donde esperaban que los indios opusiesen resistencia. Al llegar al lugar, nos encontramos que no había nadie. La gente que avistamos en ocasión de exploración de costa anterior había desaparecido. Tampoco se oían los tambores que enloquecían a indios e indias.
Subieron al pináculo de la torre, el capitán y el alférez que le acompañaba portando la bandera. En nombre del Rey Católico se tomó posesión de las tierras. Hecho que “quedó fijado en un escrito del dicho capitán en uno de los frentes de la dicha torre”. A continuación tras que bajaran el capitán y el alférez los dieciocho escalones se preparó la maciza y extensa base de la torre para celebrar la Santa Misa. Primera que tendría lugar en Nueva España, nombre dado por Grijalva a México y que así continuara Hernán Cortes