¡Guarda mi memoria tan trascendentales momentos! Nuestro gobernador, Diego Velázquez de Cuellar apercibido de que había otras tierras más allá de lo que al principio creíamos era Cipango (Japón) y resultar después ser Colba, la Isla Fernandina (Cuba) mandó conquistarlas a mayor gloria del Emperador Carlos, que con justicia lo era de las Españas. Pecado venial fue el que D. Diego deseara sacar beneficio propio para seguir con sus obras de caridad.
No narrare las incidencias de los viajes habidos ni de los hechos que los rodearon, pues de eso se encargaron el capellán de Juan Grijalba, Juan Díaz y el dominico Bartolomé de las Casas, que seria mas tarde nombrado obispo en estas tierras. Tan solo diré que el afán de poder y gloria de Hernán Cortez resto protagonismo al resto de la tripulación de conquistadores y dejó en la ignorancia la historia con la que el Altísimo o tal vez el mismísimo Satanás tuvieron a bien el obsequiarme y que forma parte de la conquista de Nueva España.
Tras que Francisco Hernández de Córdoba designase a su sobrino Juan de Grijalva, al mando de 4 navíos y 240 hombres para que saliendo del puerto de Matanzas el 8 de abril del año de gracia de 1518 alcanzasen mejores resultados que el viaje del año anterior, el caprichoso destino plugo que entrase como marinero en esa expedición. Una noche de guardia en cubierta próximo al timonel y con apacible bonanza fue el principio de lo que narraré.
La mar estaba “calma chicha”. Era en esas noches de calor sofocante en que lo desconocido te amedrenta. El miedo se apodera de ti y en la soledad de tu ignorancia, no encuentras remedio a tus males. Me abrumaban los recuerdos de la lejana patria y temía a los días venideros. Poca cosa podía hacer, si no el encomendarme a Nuestra Señora. Me hallaba pues rezando el Santo Rosario para espantar mis males, cuando oigo gran ruido y siento vibrar el navío como sacudido por galerna. Dirijo la mirada hacia el timonel y lo veo tranquilo, sereno, como si nada ocurriese. De forma involuntaria levanto los ojos hacia el cielo y soy testigo de las maravillas, que de no ser por sentirlas en mis propias carnes, ni yo mismo las creería considerándolas sueños.
Una gran ESTRELLA FUGAZ cruza los cielos. Comienza a describir círculos y en momento determinado, su color plateado va tornándose en los colores del arco iris. Aumenta ostensiblemente su velocidad y mis ojos ven como se forma la efigie de lo que parece ser una diosa pagana. Continúan círculos y movimientos y aparece un nombre. Gracias a mis años de seminarista truncado soy capaz de leerlo: Chalchiutlicue.
Siento escalofrío y noto como se dilatan las venas. Si antes me dominaba el miedo ahora es el pavor el que me hace mella. Creo estar a las puertas del Infierno cuando sin saber la razón, esa gran inquietud se convierte remanso de paz. De alguna manera, tengo la impresión de ser conducido por los propios ángeles al Cielo. Coincide esa transmutación con el cambio la Estrella en sus giros y cambios de color. Arriba, en lo alto se dibuja a Nuestra Señora a la que rodea un nombre: Guadalupe
En esa beatitud vuelvo a mirar al timonel, que entiendo no se ha enterado de nada. AQUILES BRINCO, el perrito mascota de la tripulación, aunque irracional pero si muy intuitivo debiera haber notado algo de lo sucedido hace honor a su nombre, y sigue con sus cabriolas tratando de llamar la atención del piloto y la mía ¿Habré soñado
Un ligero cosquilleo en la mano me indica que no es así. No pienso seguir con el rezo del rosario y separando las palmas miro hacia esa mano derecha que parece avisarme de algo. Quizás como señal indeleble de que lo sucedido es realidad y no ficción, una estrellita aparece en el dorso. Trato de borrarla y es indeleble. Al observarla entiendo que es prodigio que me hará saber y comprender sucesos venideros. A nadie podre comunicar lo que me sea revelado, ni tampoco el decir que poseo ese don. Triste destino el mío que me llevara de sufrimiento en sufrimiento
¡Ah! Esa ESTRELLA FUGAZ. En sus juegos, AQUILES BRINCO la observa sin más ¿Qué fortuna le traerá?