Miércoles 10 de enero

Todos nosotros recibimos bondad inmerecida
sobre bondad inmerecida (Juan 1:16).


Una mañana temprano, el dueño de una viña fue al mercado a contratar a algunos obreros para que trabajaran en sus tierras. Varios hombres aceptaron el salario que les ofreció y se fueron a trabajar. Pero no eran suficientes, y el dueño de la viña regresó al mercado varias veces para contratar a más obreros. A todos les ofreció el mismo salario, incluso a los que contrató a última hora de la tarde. Al final del día, reunió a los trabajadores para darles su salario. Les pagó lo mismo a todos, sin importar que hubieran trabajado muchas horas o solo una. Cuando se dieron cuenta, los que habían sido contratados más temprano se quejaron. Entonces, el dueño de la viña les dijo que habían aceptado la paga que les había ofrecido y que él tenía el derecho a darles a todos lo que quisiera. Además, les preguntó si sentían envidia porque él era generoso (Mat. 20:1-15, nota). Esta parábola de Jesús nos recuerda una cualidad de Jehová que se menciona con frecuencia en la Biblia: su “bondad inmerecida” (2 Cor. 6:1).