Texto Diario miércoles, 6 de noviembre de 2019


Los hombres serán presumidos, altivos e hinchados de orgullo
(2 Tim. 3:2, 4).


Este tipo de personas anhelan que los demás las admiren y las adoren. Un experto describió así al que es orgulloso: “En su corazón hay un pequeño altar ante el cual se arrodilla ante sí mismo”. Hay quienes dicen que el orgullo es tan desagradable que hasta la gente orgullosa se disgusta cuando lo ve en otras personas. Sin duda, Jehová detesta el orgullo. Según la Biblia, él odia los “ojos altaneros” (Prov. 6:16, 17). El orgullo nos aleja de Dios (Sal. 10:4). Y es una característica del Diablo (1 Tim. 3:6). Por desgracia, incluso algunos siervos leales de Dios se han contagiado de orgullo. Uno de ellos fue Uzías. Este rey de Judá fue fiel a Dios durante años, pero la Biblia dice que “tan pronto como se hizo fuerte, su corazón se hizo altivo aun hasta el punto de causar ruina, de modo que actuó infielmente contra Jehová su Dios y entró en el templo de Jehová para quemar incienso”. Años después, el rey Ezequías también se volvió orgulloso, pero solo por un tiempo (2 Crón. 26:16; 32:25, 26).