Conocerán la verdad, y la verdad los libertará
(Juan 8:32).

Mucha gente piensa que mientras más libertad tenga mejor les irá.
Pero la realidad es que la libertad sin límites es tan peligrosa
como un cuchillo muy afilado. ¿Cómo sería el mundo
si no existieran límites de ningún tipo? Por ello, una enciclopedia dice:
“En las leyes de toda sociedad organizada,
existe un complejo equilibrio entre libertades y restricciones”
(The World Book Encyclopedia). Sin duda, este es un asunto complejo.
Pensemos en la inmensa cantidad de leyes escritas
por los hombres, así como en los miles de abogados
y jueces que se necesitan para interpretarlas y aplicarlas.
El consejo de Jesús para obtener verdadera libertad
implica hacer dos cosas. Primero, aceptar la verdad
que él enseñó. Y, segundo, llegar a ser sus discípulos.
Si lo hacemos, seremos realmente libres.
¿En qué sentido? Jesús siguió diciendo:
“Todo hacedor de pecado es esclavo del pecado”.
Y añadió: “Si el Hijo los liberta, serán realmente libres” (Juan 8:34, 36).