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Tema: Apologética y teodicea.

  1. #31
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    Cuando yo era medio escéptico, una de las cosas que ayudó a convencerme de que Jesús si resucitó, fue que me puse a investigar sobre la vida de los 12 apóstoles y en mi caso llegué a la conclusión de que si existieron y que realmente varios de ellos fueron martirizados por defender la resurrección de Jesús como hecho literal, negándose a abjurar de esta verdad cuando en prisión sus verdugos les estaban dando la oportunidad de negarla para que evitaran el martirio y la pena de muerte que se les venía encima.

    Yo creo que solo los locos aceptarían que los condenaran a pena de muerte, con tal de no retractarse de un relato de resurrección que ellos mismos saben que es mentira o incierto. Y por las epístolas que los apóstoles martirizados escribieron, se deduce que de deschavetados (locos) no tenían nada
    Última edición por cesar71; 23-dic.-2017 a las 04:42

  2. #32
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    Cita Iniciado por cesar71 Ver Mensaje
    Cuando yo era medio escéptico, una de las cosas que ayudó a convencerme de que Jesús si resucitó, fue que me puse a investigar sobre la vida de los 12 apóstoles y en mi caso llegué a la conclusión de que si existieron y que realmente varios de ellos fueron martirizados por defender la resurrección de Jesús como hecho literal, negándose a abjurar de esta verdad cuando en prisión sus verdugos les estaban dando la oportunidad de negarla para que evitaran el martirio y la pena de muerte.

    Yo creo que solo los locos aceptarían que los condenaran a pena de muerte, con tal de no retractarse de un relato de resurrección que ellos mismos saben que es mentira o incierto. Y por las epístolas que los apóstoles martirizados escribieron, se deduce que de deschavetados (locos) no tenían nada
    Creo que has presentado aquí un buen argumento, con el cual parece que también concuerdan algunos autores perspicaces, como, por ejemplo, Eugene Colligan y Maxwell Littwin, quienes, en su libro "Del viejo mundo al nuevo", escribieron: "Los cristianos primitivos estaban dispuestos a morir por su fe". Saludos.

  3. #33
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    [Apologética y teodicea. Comentario 7].
    El vocablo español “apología” proviene de su homógrafo griego romanizado “apología”, que pasó al latín con esa misma grafía romanizada. Su acepción original era “defensa” en sentido general, aunque siempre circunscrito al dominio de la dialéctica. La “apología”, pues, es el discurso que se realiza en defensa o alabanza de algo o alguien; de modo que se trata de un conjunto de expresiones orales, escritas o de otro tipo, que se difunden con la intención de brindar apoyo a una causa, organización o persona. Parece que las primeras apologías fueron a favor de Sócrates, ya muerto, de parte de Platón y Jenofonte, sus fervientes admiradores. Centurias más tarde, algunos cristianos bien instruidos académicamente utilizaron la técnica apologética para defender la fe cristiana frente a las acusaciones realizadas contra ella por parte de individuos opositores durante los siglos II y III de nuestra era. Se trataba de una reacción defensiva ante las burlas, críticas y desprecios hechos a los cristianos por parte de autores romanos que catalogaban peyorativamente de secta al incipiente cristianismo. Por lo tanto, las apologías cristianas eran escritos dirigidos a los no cristianos con el fin de darles a conocer la fe y las costumbres de esta nueva religión basada en la figura mesiánica de Jesús. Según algunos autores, la obsesión por encontrar argumentos a favor de la fe en Cristo, mediante el uso de metodologías académicas sutilmente impregnadas de filosofías emanadas de elementos paganos, se extralimitó y empezó a desentonar de la manera en que el apóstol Pablo defendió la fe y también se alejaron gradualmente de la pauta señalada por las siguientes palabras del señor Jesucristo: “El trabajo que yo los envío a hacer (se sobreentiende: La evangelización o proclamación pública de las buenas nuevas) es peligroso. Es como enviar ovejas a un lugar lleno de lobos. Por eso, sean listos y estén atentos como las serpientes, pero sean también humildes (se sobreentiende: Hay un peligro intríseco que consiste en confiar más en los propios razonamientos y decisiones de uno que en los razonamientos basados en los consejos bíblicos, y esto es causado por una altanería subconsciente acrecentada por la tendencia heredada hacia el error, es decir, por el denominado “pecado original”), como las palomas. Tengan cuidado, porque los entregarán a las autoridades y los golpearán en las sinagogas. Por ser ustedes mis discípulos, los llevarán ante reyes y gobernadores, y ustedes hablarán de mi parte ante ellos y ante su gente. Cuando los entreguen, no se preocupen por lo que van a decir, ni cómo van a decirlo, porque en ese momento Dios les indicará lo que deben decir” (Evangelio según Mateo, capítulo 10, versículos 16-19; Traducción de la Biblia al lenguaje actual, edición del año 2000, producida por las Sociedades Bíblicas Unidas).

  4. #34
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    Cita Iniciado por Etic Ver Mensaje
    Creo que has presentado aquí un buen argumento, con el cual parece que también concuerdan algunos autores perspicaces, como, por ejemplo, Eugene Colligan y Maxwell Littwin, quienes, en su libro "Del viejo mundo al nuevo", escribieron: "Los cristianos primitivos estaban dispuestos a morir por su fe". Saludos.
    Cuando una persona bien equilibrada e inteligentísima como el apóstol Pablo, está dispuesta a morir por una causa, es porque esa causa es algo muy grandioso que le va a representar enorme ganancia para su vida de felicidad, rectitud y sabiduría por la que ella tanto se esmera y ama.

    Saludos
    Última edición por cesar71; 23-dic.-2017 a las 05:03

  5. #35
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    [Apologética y teodicea. Comentario 8].
    Rastreando la sagrada escritura, podemos decir que las primeras defensas racionales a favor de la fe cristiana las llevó a cabo el propio Jesucristo. Sus principales adversarios fueron individuos ilustres de entre sus mismos hermanos de raza, tales como escribas, fariseos, saduceos y sacerdotes. Por ejemplo, en el relato evangélico se lee: «Entonces se acercaron a Jesús ciertos escribas y fariseos de Jerusalén, diciendo: “¿Por qué tus discípulos quebrantan la tradición de los ancianos? Porque no se lavan las manos cuando comen pan” (se sobreentiende: Recriminaban a Jesucristo por la actuación de sus seguidores, quienes no procedían según tradiciones humanas minuciosas que apenas tenían valor a los ojos de Dios). Respondiendo él, les dijo: “¿Por qué también vosotros quebrantáis el mandamiento de Dios por vuestra tradición? (se sobreentiende: Jesús les replica, señalando que ellos habían entrado en un conflicto contra la ley de Dios, al anteponer tradiciones humanas que obstruían el cumplimiento de dicha ley y al inculcarlas en los demás). Porque Dios mandó diciendo: Honra a tu padre y a tu madre; y: El que maldiga al padre o a la madre, muera irremisiblemente. Pero vosotros decís: Cualquiera que diga a su padre o a su madre: Es mi ofrenda a Dios todo aquello con que pudiera ayudarte, ya no ha de honrar a su padre o a su madre (se sobreentiende: El egoísmo humano, que abundaba en aquella época y en aquella sociedad judaica, justificaba el abandono a la indigencia de padres y madres envejecidos por medio de apartar los recursos económicos, que podrían servir para ayudar a los progenitores, en calidad de ofrenda en perspectiva, ni siquiera efectiva o real, destinada al Templo; y esto era algo repugnante a la vista de Dios). Así habéis invalidado el mandamiento de Dios (se sobreentiende: Un mandamiento caritativo o misericordioso) por vuestra tradición”» (Evangelio según Mateo, capítulo 15, versículos 1-6; Biblia de Reina-Valera de 1960).
    Última edición por Etic; 23-dic.-2017 a las 14:15

  6. #36
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    [Apologética y teodicea. Comentario 9].
    Otra figura relevante en cuanto a defender la fe cristiana con poderosos razonamientos fue el apóstol Pablo. Por ejemplo, a mediados del siglo I de nuestra era este apóstol visitó Atenas en su segunda gira misional. A medida que transita la ciudad, que era el centro griego del saber donde antaño difundieron sus doctrinas Sócrates, Platón y Aristóteles, se percata de que además es una metrópoli sumamente religiosa. A cada paso que da se topa con un ídolo: en los templos, en las plazas, en las calles... esto es, por doquiera que camina. Allí se daba culto a todo un panteón de absurdas divinidades y también a filosofías racionalistas, aglutinándose en tan relativamente pequeño reducto urbano todos esos elementos antagónicos, dispares e incoherentes entre sí. El fiel apóstol no sólo conoce lo que piensa Dios acerca de las imágenes idolátricas, sino que, además, debido a su gran preparación académica y a su clarividencia, sabe muy bien que la idolatría convierte al ser humano en una piltrafa pseudointeligente a merced de las manipulaciones demoníacas, a modo de marioneta abusada, con todas las malsanas consecuencias que se derivan de ello, tanto a nivel individual como a nivel colectivo. En su papel de evangelizador, aparte de razonar en base a las sagradas escrituras con los judíos de la Diáspora, en la sinagoga local, consideró oportuno entrar en contacto con los atenienses ajenos al judaísmo, en el Ágora, al noroeste de la Acrópolis. Semejante lugar era el corazón económico, político y cultural de la urbe y constituía el punto predilecto de los atenienses para reunirse y entablar discusiones intelectuales. En aquel marco de circunstancias se enfrentó a un público difícil, con filósofos de dos escuelas rivales: la epicúrea y la estoica. Los primeros creían que la vida había surgido al azar, por pura casualidad, y su actitud existencial se podría resumir en las siguientes palabras: “No hay necesidad de respetar o temer a Dios, pues en la muerte no se siente nada; el bien es alcanzable y el mal es soportable”. Los segundos, por su parte, daban prioridad a la lógica y a la razón, y rechazaban la idea de que Dios fuera un ser personal. Ninguno de los dos grupos era favorable a la creencia en la resurrección, y menos tal y como la enseñaban los discípulos de Cristo. Era patente, pues, que ambos sistemas filosóficos resultaban incompatibles con las verdades del cristianismo, y premonizaban dificultades inmediatas para la prédica del apóstol si éste no era suficientemente prudente y capaz de ejercer la máxima habilidad a la hora de exponer sus argumentos.

  7. #37
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    [Apologética y teodicea. Comentario 10].
    La manera en que el apóstol Pablo habló a aquellos atenienses es un ejemplo de apología, moderada y respetuosa para con las creencias ajenas, digno de ser imitado por todo defensor prudente y sensato de la fe cristiana: “Atenienses, veo que vosotros sois, por todos los conceptos, los más respetuosos de la divinidad. Pues al pasar y contemplar vuestros monumentos sagrados, he encontrado también un altar en el que estaba grabada esta inscripción: AL DIOS DESCONOCIDO. Pues bien, lo que adoráis sin conocer, eso os vengo yo a anunciar. El Dios que hizo el mundo y todo lo que hay en él, que es Señor del cielo y de la tierra, no habita en santuarios fabricados por manos humanas, ni es servido por manos humanas, como si de algo estuviera necesitado, el que a todos da la vida, el aliento y todas las cosas. Él creó, de un solo principio, todo el linaje humano, para que habitase sobre toda la faz de la tierra fijando los tiempos determinados y los límites del lugar donde habían de habitar, con el fin de que buscasen la divinidad, para ver si a tientas la buscaban y la hallaban; por más que no se encuentra lejos de cada uno de nosotros; pues en él (se sobreentiende: Gracias a Él) vivimos, nos movemos y existimos, como han dicho algunos de vosotros: PORQUE SOMOS TAMBIÉN DE SU LINAJE. Si somos, pues, del linaje de Dios, no debemos pensar que la divinidad sea algo semejante al oro, la plata o la piedra, modelados por el arte y el ingenio humano. Dios, pues, pasando por alto los tiempos de la ignorancia, anuncia ahora a los hombres que todos y en todas partes deben convertirse (se sobreentiende: Arrepentirse o cambiar la manera absurda de pensar y de ver las cosas que atañen al Todopoderoso), porque ha fijado el día en que va a juzgar al mundo según justicia, por el hombre que ha destinado (se sobreentiende: Jesucristo es ese “hombre destinado”, quien murió a favor de la humanidad para poder salvar al máximo número de humanos posible; y por eso su juicio será benévolo y misericordioso, favorable para los humildes o mansos y desfavorable para los malvados o perversos), dando a todos una garantía al resucitarlo de entre los muertos” (Hechos de los apóstoles, capítulo 17, versículos 22-31; Biblia de Jerusalén de 1975).

  8. #38
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    [Apologética y teodicea. Comentario 11].
    Pero lo que verdaderamente motivó la aparición de los apologistas cristianos no fue la intentona de imitar las habilidades y maestría del apóstol Pablo en defensa de la fe, sino más bien una lucha dialéctica contra la persecución que las autoridades romanas lanzaron hacia los discípulos de Jesús durante todo el siglo II de nuestra era. Antes de eso, la hostilidad contra los seguidores de Cristo había procedido casi exclusivamente de los judíos. Incluso la terrible persecución de Nerón, acaecida durante los años 64 a 68 de nuestra era, parece que fue vigorosamente inducida por los judíos y filojudíos que estaban en el entorno del emperador, de manera que éste simplemente se dejó arrastrar por dicha influencia y acusó a los cristianos del incendio de Roma, iniciando así una de las más crueles y sanguinarias batidas históricas contra los indefensos y pacíficos discípulos de Jesucristo. En efecto, según ciertos historiadores, Popea Sabina, segunda esposa de Nerón después de que éste repudiara a Octavia su primera consorte, era filojudía y estaba muy influída por los cabezas religiosos del judaísmo, quienes odiaban intensamente el cristianismo. De manera que, atando cabos, el entusiasmo romántico del lunático emperador por su segunda esposa y la animadversión de ésta hacia el movimiento cristiano fueron aparentemente los principales ingredientes terrestres (al margen de la consabida hostilidad demoníaca hacia dicho movimiento) que decantaron la terrible persecución. Adicionalmente, por supuesto, hay que señalar que el populacho, gentil o judío, también era proclive en general a considerar a los cristianos como vecinos molestos y odiosos, pues su conducta, moralmente elevada, constituía una censura silenciosa contra la actuación fraudulenta e impía de la mayoría de los súbditos del Imperio.

  9. #39
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    [Apologética y teodicea. Comentario 12].
    Después de la persecución neroniana contra los cristianos de Roma, acaecida entre los años 64 y 68 de nuestra era, hubo una relativa calma en la hostigación gubernamental hacia los seguidores de Jesús. Pero al cabo unas dos décadas y media más tarde, el emperador Domiciano desató de nuevo una ola persecutoria anticristiana debido a que los discípulos de Jesucristo rehusaron adorarlo como si fuera un dios. Este emperador exigió para sí reverencia divina y asumió el título de “Dominus et Deus noster” (Nuestro Señor y Dios). El adorar al engreído emperador no supuso ningún problema para los que daban culto a dioses falsos, pero los cristianos primitivos no podían participar en aquello; por eso, hacia finales de la gobernación de Domiciano les sobrevino una severa persecución y algunos eruditos sostienen que fue este Domiciano quien desterró al cuasi centenario apóstol Juan a la isla de Patmos, el lugar donde el envejecido evangelista recibió y puso por escrito las revelaciones del Apocalipsis. Pero cuando Domiciano fue asesinado, en el año 96 de nuestra era, su sucesor Nerva fue más tolerante y parece que puso en libertad a Juan. Es muy posible, finalmente, que el longevo apóstol muriera en paz y no alcanzara a ver la siguiente oleada de hostilidades que se presentó en el escenario con la subida al poder del emperador Trajano.

  10. #40
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    [Apologética y teodicea. Comentario 13].
    Según la tradición, fue durante la persecución domiciánica cuando el envejecido apóstol Juan fue desterrado a la isla penal de Patmos. Allí recibió las impactantes visiones proféticas del Apocalipsis; y parece que el anciano apóstol fue puesto en libertad durante el reinado del siguiente emperador, Nerva; y su Evangelio y sus 3 epístolas, quizás iniciados bajo el mandado de Nerva, fueron completados después que comenzó el gobierno de Trajano y tal vez poco antes de que se alcanzara el momento álgido de la persecución auspiciada por este último. Probablemente, Juan ya habría muerto poco antes de que dicho punto álgido se produjera. El terreno para el surgimiento de esa ola persecutoria contra los seguidores de Cristo ya estaba abonado desde años atrás, pues para los romanos resultaba inconcebible que una religión (la cristiana) exigiera devoción exclusiva a un único Dios. Si los dioses romanos no lo pedían, ¿por qué habría de hacerlo el Dios de los cristianos? Además, el culto a las divinidades imperiales se consideraba un simple reconocimiento del orden político. Por consiguiente, se tomaba como alta traición la denegación a someterse a dichas ceremonias. La Enciclopedia de McClintock y Strong, tomo X, página 519, informa además: “Los emperadores se vieron obligados a notar el cristianismo debido a los tumultos que entre el populacho incitaron los sacerdotes paganos, quienes observaban con alarma el notable progreso de aquella fe, y por eso Trajano tuvo que decretar la supresión gradual de la nueva enseñanza que transformaba a los hombres en odiadores de los dioses. La administración de Plinio el Joven como gobernador de Bitinia se complicó con asuntos que se desarrollaron como resultado de la rápida difusión del cristianismo y la consiguiente furia de la población pagana dentro de su provincia”.

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