En rebuscos de internet me encuentro con algunos grupúsculos que defienden a “capa y espada” la dictadura del general, Porfirio Diaz. Fue quizás en su cuarto periodo presidencial, cuando da las mejores muestras de su método para gobernar. Si en un principio fueron detenciones y encarcelamientos, como en el caso de Ricardo Flores Magón y otros setenta estudiantes más de la Facultad de Derecho, después serían los asesinatos del general Trinidad García de la Cadena, Ramon de la Corona (gobernador de Jalisco) y el doctor Ignacio Martínez. El primero lo sería en el año 1886, en la ciudad de Zacatecas por orden suya. El segundo también fue eliminado de idéntica forma. El tercero exiliado en Brownsville (Tejas) agentes que cruzaron la frontera lo eliminaron al tercer intento por escribir en un periódico anti-porfirista. Para enemigos del exterior, el embajador en Whasington y ministro de Asuntos Exteriores, Creel, con el auxilio de los Estados Unidos vigila y frena a los exiliados.
Por lo que se refiere a la reelección, lo que no debemos olvidar es que Porfirio Díaz rompe con su antiguo jefe Benito Juárez por ese mismo asunto. En la declaración de la Noria, en 1875, dijo: “La reelección indefinida …del mandato federal ha puesto en peligro las instituciones nacionales…No aspiro al poder…Ningún ciudadano debe imponerse y perpetuarse en el ejercicio del poder, y esta será la última revolución”. Para hacerse con el poder y desde el año 1876, D. Porfirio manipulo elecciones, modificó la Constitución y fue adaptando leyes sucesorias a su conveniencia.
Hasta la Constitución de 1857 no hubo choque fuerte entre Iglesia y Estado. La época colonial en tiempos de los Austrias tuvo roces de carácter administrativo sin importancia, que no dañaban a la esencia de la fe. En la etapa de la dinastía Borbón si tuvieron más relevancia. Carlos lll expulsa a “esa peste” de orden de los Jesuitas y afirma. “Se reconocerá al Papa como cabeza espiritual de la Iglesia Americana pero en la mayor parte delos otros aspectos administrativos, la Corona es superior a todos los prelados”. Desde Madrid se expidieron dos cedulas reales el 21 de agosto de 1769 para que entrasen en vigor en Islas Filipina y América. La primera dirigida a los obispos en sus sedes. La segunda, que es todo un Tomo Regio especifica hasta 20puntos para reformar la Iglesia en America. Regula la vida de curas, monjas y expresiones religiosas de la población. Para disgusto del pontífice Clemente Xlll y el arzobispo Lorenzana, el mismo Carlos lll convoca el lV Concilio Mexicano, que decreta la nacionalización de bienes raíces y controla capellanías, colegios, hospitales….
Porfirio Diaz suaviza las relaciones con la Iglesia. Según algunos biógrafos debido a la influencia de su segunda esposa, Carmelita. Viudo de Delfina Ortega se casa por intereses políticos con la hija de uno de sus adversarios, para sellar amistad. La boda la oficia el arzobispo, Pelayo Labastida y Dávalos. Este matrimonio conlleva el conocer al padre Eulogio Gillow, que llegara a ser íntimo amigo. La nueva esposa, ferviente católica y el entorno que le rodea, parecen ser los fautores del cambio. Se dice, que el buen padre Gillow llego a ser obispo de Oaxaca. Desde esta posición, el papa León Xlll le propuso hacerlo cardenal si conseguía que D. Porfirio firmase el Concordato: ¡SE quedo en obispo!
Lo que parece mas bien es que interesara mas las posturas blandas para el ejercicio que se proponía realizar. Mejor tener a la Iglesia como aliada que como enemiga.
Las buenas relaciones con los Estados Unidos tienen origen en los inicios del porfiriato. El ministro yanqui John Watson sugiere a Washington que D. Porfirio no sea reconocido como presidente hasta comprobar su desarrollo. Sucede esto entre los años 1875/ 76 cuando los acontecimientos de la revolución de Tuxtepec. Díaz ha llegado al poder y los yanquis practican la mas pura esencia de la doctrina Monrroe: “America para los americanos”. ES decir Mexico es feudo estadounidense.
Para llevar a cabo sus fines, D. Porfirio tiene Rio Bravo, como uno de los resortes para impulsar la rebelión. El gobierno yanqui ve en esta acción un acto de sublevación ilegitimo. Decía que iba en contra del pueblo mexicano puesto que no había sido elegido. El embajador porfirista, José de la Mata, en aquello tiempos de 1877 tiene el deber de convencer a los EEUU de que es una lucha contra “ el gobierno inmoral de Lerdo de Tejada”. Los argumentos con que cuenta es el pago puntual de la deuda a que se había comprometido México tiempo atrás y que el presidente Juárez suspendió. No interesa tanto a los yanquis este cobro, como el poder intervenir libremente en la zona fluvial. Así lo hace saber el presidente yanqui Hayes y México se niega. La reacción del Tio Sam es la de hacer incursiones en la frontera , bajo pretexto ded “perseguir criminales”. Incluso en un momento dado, el teniente coronel norteamericano W.R. Shaffer llega a expresar a sus superiores yanquis: La única forma de hacer segura la ida y propiedad en esta frontera es que se nos de autorización absoluta, para operar en Mexico como se crea conveniente”.
Son los intereses comerciales los que al final vencen. Viendo las enormes posibilidades que existen, los inversores allanan puertas