Sin embargo, en diferentes dispensaciones las leyes sobre matrimonio han cambiado y se han adecuado al entorno cultural.

Tal es el caso de leyes sobre poligamia y divorcio, entre otras.
Moisés dio ciertas leyes, que Jesús modificó, a las que Pablo agregó más cosas, y que Muhammed modificó, y que Bahá'u'lláh volvió a modificar, según el contexto social de su tiempo.

El principio esencial tras de todo esto es intentar proveer la mejor institución posible, dentro de un contexto social determinado, para el ejercicio responsable de la paternidad/maternidad, para la educación de los hijos, para la expresión del amor, para la formación y trasmisión hereditaria de bienes materiales y en general para el funcionamiento de la comunidad.

Cuando Jesús dice sobre las leyes de Moisés que fueron dadas "a causa de la dureza de vuestro corazón", se refiere a que el pueblo no estaba preparado para recibir otras. Su corazón estaba duro, como la tierra está dura para recibir una semilla. Es decir, impreparada.

Otro ejemplo es la prohibición de casarse con no israelitas o con incrédulos.

En la actualidad, en la Fe Bahai, por ejemplo, se anima a las personas a casarse con gente de otra raza o cultura para profundizar en el camino de la unidad de la humanidad.

Es mi creencia personal que, a medida que la ciencia demuestre que la homosexualidad es algo que se descubre, no se elige, y que permanece a lo largo de la vida sin posibilidad de "curarse", se amplíe el concepto de matrimonio hacia personas del mismo sexo, sin alterar el principio esencial de la fidelidad y castidad hasta el matrimonio. Es decir, que la exigencia de pureza espiritual se aplicará por igual a hetero que a homosexuales.

Una vez más, para entender todo esto es indispensable separar el principio espiritual de un mandamiento, de la norma externa en que tal principio se expresa.
El principio es invariable. La norma es modificable y adaptable.