El compañero Eli_yahu, y los testigos de Jehová en general, tienen razón cuando explican que la resurrección literal de un cuerpo físico es incompatible con la razón y con muchos pasajes de la Escritura.

Es difícil de creer que los discípulos que convivían con Él todos los días, y habían memorizado cada uno de sus rasgos y gestos y entonacion de voz, hayan podido confundirlo con un jardinero o con un viajero cualquiera en el camino a Emaús.

Es difícil creer que un cuerpo físico, por más "glorificado" que sea, pueda levitar o atravesar paredes, y a la vez comer y tener heridas que no están cicatrizadas pero tampoco sangrantes ni dolorosas.

Los baha'i creemos que la resurrección de Jesús fue la resurrección de su Mensaje. Cuando Jesús murió, los discípulos se entristecieron pensando que era el fin de su misión. Pero al darse cuenta que no, al cobrar ánimo y comenzar a creer en la intemporalidad de sus Palabras, es como si hubieran "visto" a Jesús vivo otra vez. Al entrar de nuevo en comunión con su Mensaje, es como si hubieran "conversado" de vuelta con Él. Al haber comprendido la magnitud de su sacrificio, es como si hubieran "tocado" sus heridas en manos y costado.

En numerosos pasajes Jesús advierte que lo importante de su carácter divino no radica en su identidad temporal como varón carpintero galileo de idioma arameo con barba y 30 años de edad. Su identidad divina radica en el poder de su Mensaje para transformar nuestras vidas.

Notemos cómo Jesús se identifica a sí mismo con su Mensaje cuando dice por una parte "Yo soy la resurrección y la vida" y luego "Las palabras que os he hablado son espíritu y son vida".

Y luego, cuando promete "Yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo", se refiere obviamente a su Mensaje, no a su identidad corporal, ya que Jesús de Nazareth no anda caminando por nuestras calles ni escribiendo posts en Internet.
"El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán".

Jesús resucita en nuestro corazón cada vez que nos damos cuenta que su Evangelio es eterno y en vez de dejarlo en la tumba del olvido lo convertimos en un agente vivo de cambio.