“La muerte de una persona es un hecho trágico, pero la muerte de un millón es simple estadística”. José Stalin
Hace 30.000 años los Homo Sapiens eliminaron a los Neandertales. 30.000 años después muchas poblaciones siguen exterminando sistemáticamente a otros grupos sociales o raciales. ¿Acaso no hemos aprendido nada? Vamos a hacer un repaso por los peores genocidios de la historia.
Roma, la exterminadora
Roma no es solo grandeza y esplendor, también es bajeza y oscurantismo. Y se puede decir sin temor a equivocarse que hay mucho más de lo segundo que de lo primero. De acuerdo al historiador griego Plutarco, la campaña de Julio César en las Galias tuvo como resultado 800 ciudades conquistadas, 300 tribus celtas y germanas subyugadas, un millón de personas vendidas como esclavos y otros tres millones muertas en el campo de batalla y en múltiples razzias. Ciudades enteras como la Numancia celtíbera, la Alesia gala o la Masada judía fueron sitiadas por las legiones romanas y sus poblaciones perecieron en masa, por el hambre, la peste o por decisión de sus habitantes que prefirieron matarse a sí mismos antes que caer en manos de los legionarios y ser violados, asesinados por vendidos como esclavos. El Imperio Romano durante siete siglos exterminó y esclavizó a millones de personas.

Durante varios siglos, miles de gladiadores fueron sacrificados periódicamente en los circos romanos
La revuelta de An-Lushang
Entre 756 y 763 An Lushang (703-757), un líder militar, étnicamente de origen centroasiático, que vivió durante la dinastía Tang en China, instigó una rebelión contra el poder imperial. Como consecuencia de la represión murieron 36 millones de seres humanos.
Las Cruzadas
Entre 1096 y 1444 la Europa católica lanzó múltiples expediciones armadas denominadas cruzadas contra los musulmanes pero también contra los cristianos orientales, rusos y bizantinos, contra el movimiento de los cátaros en el sur de Francia y los judíos.

Se calcula que las diversas matanzas y guerras llevadas a cabo por los cruzados produjeron cinco millones de muertes durante tres siglos y medio.
Las masacres de los mongoles, de Gengis Khan a Tamerlán
Durante el siglo XIII las distintas y múltiples invasiones llevadas a cabo por los mongoles al mando de Gengis Khan y Hulagu en el Asia Central produjeron la cifra de cuarenta millones de muertos, en su mayoría musulmanes. La población de la región, originalmente sesenta millones se redujo a diez millones, debido a las muertes y a los refugiados que huyeron a otras comarcas. Desde mediados del siglo XIV hasta principios del siglo XV, las sucesivas masacres llevadas a cabo por Tamerlán Timur en el mundo musulmán oriental acabaron con la vida de 17 millones de personas.
Las guerras de religión en Francia
Las guerras entre católicos y hugonotes entre 1562-1598 causaron la muerte de por lo menos tres millones de seres humanos. Entre las masacres debe recordarse aquella de “La noche de San Bartolomé” (el 24 de agosto de 1572) en París cuando una gran cantidad de hugonotes fueron asesinados por los bandos católicos.
La caída de la dinastía Ming
La dinastía Ming reinó entre los años 1368 y 1644. La conquista manchú de China (1618-1644) produjo la muerte de no menos de 25 millones de personas.
La conquista de América por los europeos y la expoliación de ésta por sus herederos criollos.
Cálculos serios nos revelan que desde la llegada de Colón hasta la actualidad, por las matanzas, represiones (y las múltiples enfermedades derivadas del “encuentro intercultural”) llevadas a cabo por los europeos y sus descendientes, fueron muertos entre 90 y 120 millones de indígenas, negros, mestizos, mulatos y blancos (entre ellos nuestros gauchos). A estas cifras, que hablan claramente del mayor holocausto de todos los tiempos hay que sumar las decenas de miles de personas asesinadas y/o desaparecidas por las diversas dictaduras militares de América Latina.
Los estragos del Imperio Británico
Las relaciones comerciales entre China e Inglaterra se inician en 1699. Durante el siglo XVIII el consumo de opio se había extendido por todo el territorio chino. A pesar de encontrarse prohibido por las leyes chinas, el tráfico del opio fue perseguido y monopolizado por los ingleses desde 1799 hasta 1834.

Dos oficiales británicos se fotografían con sus soldados cipayos indostanos a fines del siglo XIX
Los cálculos sobre el número de fumadores de opio en China en esa época oscilan entre 100 y 150 millones, de los que aproximadamente un 10% podían tener una fuerte adicción al opio. Preocupados por el rápido crecimiento de este negocio ilegal, el gobierno se empeñó en la erradicación del comercio de drogas. Cuando los oficiales chinos capturaron y destruyeron grandes cantidades de opio, el gobierno británico envió tropas para respaldar las demandas de un tratado comercial o la cesión de una isla, para la protección de los ciudadanos ingleses. Este hecho desencadenó la “primera guerra del opio”, el 3 de noviembre de 1839, con el ataque de la flota británica a la armada china en Hong Kong. El 29 de agosto de 1842, se firma la Paz de Nankíng entre China y Inglaterra que pone fin a la “primera guerra del opio”, y por el que ésta última obtiene la cesión de Hong-Kong y la apertura al comercio inglés de cinco ciudades chinas. China perdió la guerra y, como consecuencia, Inglaterra y otras potencias occidentales, incluido Estados Unidos, ocuparon por la fuerza las “concesiones” que les generó especiales privilegios comerciales. La Segunda Guerra del Opio (1856-1860) tuvo lugar después de que los chinos se negaron a ceder ante la presión británica de legalizar el opio y permitir el acceso a puertos en el interior. El Tratado de Tientsing, firmado en 1858, abrió 11 puertos más a los poderes occidentales y legalizó la importación del opio. Se calcula que en 1880 las importaciones chinas del opio pasaban de las 6.500 toneladas al año y la población adicta en más de 15 millones. Los hijos de Inglaterra tuvieron el raro honor de ser los precursores del narcotráfico a gran escala al introducir masivamente el opio en China envenenando a su pueblo, lo que trajo aparejado las Guerras del Opio y la Rebelión Taiping. Los historiadores estiman que durante este trágico período (1840-1865) fueron muertos cerca de 60 millones de chinos, una cifra equivalente al total de fallecidos en la Segunda Guerra Mundial.


Alegoría del Imperialismo Británico

Los dominios de Victoria I (1819-1901), reina de Gran Bretaña e Irlanda y Emperatriz de la India (entre 1876 y 1901), se extendían a lo largo y a lo ancho de 32 millones de kilómetros cuadrados (130 veces la superficie actual del Reino Unido). Las rebeliones de los países sometidos dentro de tan vasto imperio (Afganistán, Australia, Birmania, Egipto, India, Nueva Zelanda, Sudáfrica, Sudán, etc.), y los conflictos instigados por Londres, como las dos Guerras del Opio y la Guerra de los Boxers en China, provocaron más de cien millones de muertos en un período de apenas sesenta años (1840-1900). Como ejemplo irrefutable de la verdadera intención que impulsa a los opresores de la humanidad de todos los tiempos, tenemos el testimonio de un teniente general inglés, sir Charles Napier (1782-1853), que combatió contra Napoleón en Portugal (1810-1812) y que fue el conquistador (1842-1843) y gobernador del Sind (1843-1847), la región ocupada por el delta del río Indo en el actual Pakistán. En su libro History of Sir C. Napier’s Administration of Scinde (Londres, 1847), horrorizado por sus propios crímenes y los cometidos por sus superiores y subordinados, confiesa patéticamente: «Nuestro objeto al conquistar la India, el objeto de todas nuestras crueldades, no fue otro que el dinero... Se dice que de la India se han obtenido unos mil millones de libras esterlinas en los últimos noventa años (1756-1846). Cada uno de estos chelines se ha extraído de un charco de sangre; se ha limpiado a conciencia y ha ido a parar a los bolsillos de los asesinos. Sin embargo, por mucho que se limpie y se seque el dinero, esa “maldita mancha” no saldrá nunca» (citado por Edward Rice: El Capitán Richard F. Burton, Ediciones Siruela, Madrid, 1992, p. 106).
Leopoldo II, terror del Congo
La historia de Leopoldo II en el Congo (1835-1909), rey de Bélgica, es uno de los genocidios más sangrientos que se conocen de la era moderna. Mientras en Europa se dedicaba a rodear su obra de un aureola de altruismo, defensa del libre comercio y lucha contra el comercio de esclavos, el iba dictando normas por las que expropiaba a los pueblos congoleños de todas sus tierras y recursos, e incitaba a su ejército privado, la Fuerza Pública, a someter a la población a los trabajos forzados. Si no cumplían eran asesinados, violados o en otros casos les cortaban las manos, orejas, narices, senos y los decapitaban, matándolos igual que a sus familias. Se calcula que al menos 10 millones de personas perdieron la vida entre 1885 (año de reconocimiento internacional del Libre Estado del Congo) a 1908, aunque algunos hablan incluso del doble. Leopoldo murió en el 1909, pero durante su reinado, la población del Congo se redujo de 30 a 9 millones de habitantes. Los que vivieron para contarlo, vivieron una existencia de esclavitud y terror.
LA PRIMERA GUERRA MUNDIAL (1914-1918) PRODUJO LA MUERTE DE QUINCE MILLONES DE PERSONAS Y MILES DE INVÁLIDOS Y MUTILADOS.