Recordando y leyendo diversos ensayos, me llevó a abrir una carpeta en la que atesoro un escrito, desde hace unos años.
Es un texto estremecedor, que te desnuda el alma y te estira el corazón, por los cuatro costados, pero su pureza te limpia y te impulsa a mejorar.

Allá por el año 2009/2010, mi mejor amigo, mi hermoso e irredento tabernario y yo, tomábamos un cafecito en nuestro rincón de relax. Teníamos un largo recorrido por delante: nuestro pequeño camino de Oz se nos extendía por delante de nosotros, y aún seguimos de la mano, caminando en él... Largo de vivir y largo de contar, pero seguimos celebrando el hecho de que aún no nos hemos perdido por el camino y aún no se nos ha tragado la tierra. :001_smile:

Mi querido ParziAlf!! Una de tus obras que escribiste en el acto, tomando aquel cafecito conmigo con sabor a lágrima tibia... Tu poderosa obra de redención para todos, que ni guardaste, ni corregiste, ni acabaste, pero que para mí, fue y sigue siendo perfecta...


Muchas gracias por estar siempre cerca, mi hermoso Parzival.
Muchas gracias por tu gran legado, día tras día, y ya ves! año tras año.
.. :001_smile:



(Lo siento, pero con lo de los carácteres máximos, lo tengo que colgar en dos posts.)
Ahí van:




Todos somos uno, todos somos tierra

De Parzival




Hace aproximadamente dos o tres semanas tuve una visita inesperada, una extraña amante, vino y se instaló en mi casa, se acurrucó en mi pecho y de allí no he podido moverla. Su nombre es melancolía.

No sé si es por este estado de tristeza en el que me encuentro, pero en éstas estadías prolongadas de congoja siempre me da por pensar que la tristeza y la alegría se hermanan, se parecen y se unen en algún momento. Creo que tal vez sea poetizar, buscarle algo de positivo a mi estado (además de que me da por escribir, mientras no lleguen mis horas pesadas), pero es que no sé si se han fijado que cuando alguna acción de nobleza absoluta nos conmueve tanto, las lágrimas tienden a aparecer; cuando una alegría inmensa se cierne con su bello velo sobre nosotros, las lágrimas tienden a fluir; cuando estamos con el ser que amamos y nos sentimos tan inmensamente unidos a esa persona, deja de haber alegría y aparece la seriedad, el mirarse calladamente, las risas están lejanas; cuando llegamos al momento culminante del acto sexual, el orgasmo, aparece un rictus mortuorio, de dolor.

En la alegría inmensa, existe el dolor, en el amor intenso, existe el dolor, en lo sublime, en la belleza grandiosa, en la nobleza extrema, surge el dolor. Pero no es un dolor físico, sino del alma, del corazón y eso se asemeja mucho a la tristeza. Pero no ocurre con esos mismos sentimientos cuando se sienten llanamente, sino únicamente en el paroxismo de ellos, en esos picos que nos unen a la eternidad.

¿Si estarán hermanados la tristeza y la alegría? Me temo que no, que solo son dolores de la intensidad del momento, pero que yo, con mis lúgubres pensamientos los quiero acercar desesperadamente, hacerlos parecer forzosamente para poder pensar que estoy cerca de la felicidad.

Siento que quiero hermanar esos sentimientos para poderme sentir dentro de la especie humana. Cuando miro a alguien que llega a ese estado de felicidad, me entra una enorme tristeza. No amigos, no crean que es envidia ni nada parecido, me alegra ver que alguien es felíz, pero me lleva a la tristeza, pues me hace sentirme solo. Me siento como alguien aparte de la especie humana, como una especie de monstruo que solo puede tener ese lado oscuro, lúgubre, triste. Es como si al ver que alguien encuentra su felicidad, yo le gritara: “¡Hey, no me dejes aquí, toma mi mano y llévame a ese lado luminoso donde estás!”, pero mi grito no se oiría. Así comienzo a sentirme más solo, más apartado, encerrado en mi túnel, como lo describe magníficamente Sabato.

Ahora ya son muchas las letras escritas, así que otro día les hablaré de mis vivencias en el lado oscuro, mientras otros están en el lado luminoso porque todos somos uno, todos somos tierra. Escribo esto y quiero llorar, pero las lágrimas las dejé abandonadas hace muchos ayeres.
Realmente no quería hablar de mí, sino de la forma en que veo la tristeza y todo lo que la rodea. Será tal vez porque vivo frecuentemente con ella, que hablo algo de mí, divago y me desvío de la idea original. En fin, intentaré no perderme tanto, pero si lo hago, pues, tómenlo como una anécdota de mi parte, solo eso.
Terminaría con una frase que hace días me salió de repente, tal vez parezca que no significa mucho, tal vez sea muy escueta, pero a mí me cayó como una enorme losa que me lastimó el corazón: “Todos somos uno, todos somos tierra”.

Hace algunas semanas, ya con mi amante a mi diestra, un link me dirigió hacia un video de youtube, donde se mostraba a una persona herida en una pierna, tirada a media calle, una de esas calles alejada de la alegría, donde viejas casas con su decoración dañada por la pobreza, muestra la angustia de los habitantes. Una mujer y un hombre lo socorrieron, lo alzaron y se lo llevaron corriendo, ¡Corriendo! ¡A pie! No hubo otra clase de ayuda mas que ese modesto cuarteto de manos, a pesar de que había más gente. Me golpeó el corazón la escena, me demolió. De repente me vinieron a la mente, como cántaros sin control, imágenes vistas y vividas, de tanto dolor, tanta angustia, tanta tristeza.

Me preguntaba por qué éramos tan viles, tan nocivos, tan deshumanizados, si todos somos humanos, todos necesitamos de todos, todos cabemos aquí, en la Tierra. ¿Por qué, si todos somos uno, todos somos Tierra?

Reflexioné, me concentré en lo deshumanizados que somos y me llegó una terrible verdad, o tal vez solo es idea mía. La palabra no era deshumanizados, sino humanizados.

Somos, al parecer, la única criatura sobre la Tierra que es consciente de su situación, de su realidad, que sabe que va a morir, que se hace cuestionamientos sobre sí mismo, sobre su origen, sobre su porvenir. Pero además de eso, tiende a alejarse de su naturaleza real, quiere a cada vez más, separarse de su origen.

Y todo ello transcurre por una sola causa: el desarrollo de su pensamiento.

Las personas que más se cuestionan, que más quieren indagar su por qué del cómo, que investigan qué significa la vida, que no se contentan con respuestas fáciles, son las que tienden a la tristeza, a sentirse desamparados o a refugiarse en creencias religiosas.

Existen hombres de ciencia, o con amplios conocimientos que no se encuentran en esa situación de desesperanza, de tristeza, de desamparo. Puede ser que a pesar de sus conocimientos, no filosofan acerca de qué es el humano, sino que esas cuestiones las hacen a un lado. También puede ser que hayan encontrado una respuesta sencilla, pero satisfactoria. O puede ser que sean sabios.

Pero la verdad es que la gran mayoría no tiene esa respuesta, su respuesta y es donde se crea el vacío espiritual, el perder el rumbo al intentar buscarlo.

¿Ustedes saben cuál es el rumbo, la respuesta?...


(Continuación en el siguiente post)