En Hebreos 5:8 leemos que Jesús “aprendió la obediencia por las cosas que sufrió”. ¿Podemos imaginarnos que Dios tuviera que aprender algo? No; pero Jesús sí aprendió, porque no sabía todo lo que Dios sabía. Y tuvo que aprender algo que Dios nunca tiene que aprender... la obediencia. Dios nunca tiene que obedecer a nadie.

Después, cuando estaba a punto de morir, Jesús clamó:
“¡Dios mío, Dios mío! ¿por qué me has abandonado?”.
(Marcos 15:34, BJ.)

¿A quién clamó Jesús?
¿A sí mismo o a una parte de sí mismo?


De seguro ese clamor:
“Dios mío”
no provino de alguien que se considerara Dios.




Y si Jesús fuera Dios, entonces,
¿quién lo había abandonado?

¿Se abandonó a sí mismo?
Eso no tendría sentido.

Jesús dijo también:
“Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu”.
(Lucas 23:46.)

Si Jesús fuera Dios, ¿por qué habría de encomendar su espíritu al Padre?