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Tema: Pseudoveltíosis natanatórica.

  1. #61
    Fecha de Ingreso
    01-noviembre-2016
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    [Pseudoveltíosis natanatórica, comentario 59]
    De nuevo, ante la protección divina sobre la simiente de la “mujer” o descendencia abrahámica restaurada en torno a la ciudad santa, la ofensiva diabólica se centró en tratar de minar la religiosidad de los judíos utilizando a los propios judíos faltos de fe verdadera. Así, para el tiempo en que debería aparecer el Mesías, se había instaurado un paradigma religioso-político en Judea que se alejaba considerablemente del modelo profético que debían esperar. Para empezar, los altaneros líderes religiosos del judaísmo enseñaban, abierta o tácitamente, que el Mesías sería un libertador guerrero que echaría fuera de aquella tierra al imperio romano dominante y restablecería el antiguo reino de Israel. De alguna manera, en su fuero interno, la clase dirigente judía esperaba beneficiarse grandemente del aparecimiento de un Mesías así, es decir, de un Libertador Guerrero Milagroso que les diera su porción en forma de principales en un gobierno mesiánico. No percibían, por estar cegados de egoísmo, que en el Reino de Dios no caben dirigentes corruptos ni orgullosos. Por este motivo fundamental, no reconocieron al Cristo (o Mesías) cuando éste llegó.

  2. #62
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    01-noviembre-2016
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    [Pseudoveltíosis natanatórica, comentario 60]
    A través de los relatos evangélicos queda bien claro el nivel de desenfoque malsano que los adalides religiosos judíos habían alcanzado al final, razón por la cual la mayoría de ellos ni reconocieron ni respetaron el ministerio de Jesucristo. El Templo estaba en manos de gentuza hipócrita de la peor clase, conchabada con un sumo sacerdote nepotista que recibía de los cambistas y mercaderes del Templo una contribución subterránea y por eso hacía la vista gorda ante los abusos perpetrados por éstos. Aquellos mercaderes, so pretexto de facilitar el cambio a monedas válidas, acuñadas en la ciudad santa, así como ofrecer productos vegetales y animales a los israelitas que iban a Jerusalén para poder ofrendarlos mediante los sacrificios prescritos por la ley mosaica (pues era imposible para la mayoría de los ofertantes traer estos productos desde largas distancias), exigían descomunales sumas de dinero por esos servicios. No extraña, pues, que Jesucristo, hacia el final de su estadía terrestre, entrara en el Templo y volcara las mesas de los cambistas y gritara: “En las Escrituras se dice: Mi casa será casa de oración, pero ustedes han hecho de ella una cueva de ladrones” (Evangelio según Lucas, capítulo 19, versículo 46; Versión popular de la Biblia, también denominada “Dios Habla Hoy”, de 1996).

  3. #63
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    01-noviembre-2016
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    [Pseudoveltíosis natanatórica, comentario 61]
    La influencia religiosa pervertidora de los adalides y maestros judíos sobre el pueblo, mayormente ignorante o inculto, llegó a su punto máximo en las proximidades de la muerte de Jesucristo. Si bien algunos de entre ellos se hicieron discípulos y seguidores del Maestro de Nazaret, la gran mayoría de la gente común era de tendencia materialista y no prestó suficiente atención a las palabras de él. Por ese motivo, la masa popular fue relativamente fácil de manipular por los enemigos de Jesucristo. Ello puede constatarse claramente en el siguiente pasaje sagrado: «Durante la fiesta (se sobreentiende: La fiesta de la pascua judía), el gobernador (se sobreentiende: El gobernador romano de Judea, a la sazón Poncio Pilato) acostumbraba dejar libre un preso, el que la gente escogiera. Había entonces un preso famoso (se sobreentiende: Probablemente tristemente famoso, a causa de las fechorías cometidas incluso contra los propios judíos) llamado Jesús Barrabás; y estando ellos reunidos (se sobreentiende: La muchedumbre judía reunida ante el palacio del gobernador), Pilato les preguntó: “¿A quién quieren ustedes que les ponga en libertad: a Jesús Barrabás, o a Jesús, el que llaman el Mesías?”. Porque se había dado cuenta de que lo habían entregado por envidia (se sobreentiende: Pilato percibía con claridad que Jesucristo era víctima de una gran injusticia, tramada por envidia). Mientras Pilato estaba sentado en el tribunal, su esposa mandó a decirle: “No te metas con (se sobreentiende: No perjudiques a) ese hombre justo (se sobreentiende: Se refería a Jesucristo), porque anoche tuve un sueño horrible por causa suya (se sobreentiende: La mujer de Pilato, espoleada por la pesadilla que experimentó, intentaba disuadir a su esposo de participar en el peor crimen de la historia, según el punto de vista divino)”. Pero los jefes de los sacerdotes y los ancianos (se sobreentiende: Los hombres de mayor edad y respetables, debido a su experiencia y reputación, que también gozaban de mucha autoridad moral) convencieron a la multitud (se sobreentiende: A una multitud judía perteneciente al vulgo materialista, con pocas inclinaciones hacia la religiosidad verdadera y fácilmente manipulable mediante el uso de argumentaciones y promesas vacías) para que pidiera la libertad de Barrabás y la muerte de Jesús. El gobernador les preguntó otra vez: “¿A cuál de los dos quieren ustedes que les ponga en libertad?”. Ellos dijeron: “A Barrabás”. Pilato (se sobreentiende: En un intento por hacer entrar en razón a la muchedumbre, dado que Jesucristo era inofensivo para el pueblo mientras que Barrabás era un peligroso delincuente) les preguntó: ¿Y qué voy a hacer con Jesús, el que llaman el Mesías?”. Todos contestaron: “Crucifícalo”. Pilato (se sobreentiende: En un nuevo intento por salvar a Jesucristo de tan descabellada decisión popular, mediante hacer reflexionar al gentío) les dijo: “Pues ¿qué mal ha hecho?”. Pero ellos volvieron a gritar (se sobreentiende: El griterío de una masa enardecida e irracional, azuzada como perros rabiosos por astutos líderes religiosos a la sombra): “Crucifícalo”. Cuando Pilato vio que no conseguía nada, sino que el alboroto era cada vez mayor (se sobreentiende: Un alboroto que fácilmente podría llegar a oídos del césar Tiberio en Roma, pues había muchos delatores, incluso entre judíos de la nobleza que poseían ciudadanía romana; y este Tiberio se había convertido en un individuo receloso y matón y podría considerar a Pilato como incitador a la rebelión en la difícil provincia de Judea, con nefastas consecuencias no sólo para Pilato sino también para la familia de este gobernador), mandó traer agua y se lavó las manos delante de todos, diciendo: “Yo no soy responsable de la muerte de este hombre; es cosa de ustedes”. Toda la gente contestó (se sobreentiende: La gentuza contestó de manera bravucona, desconociendo el alcance terrible que aquella respuesta le devolvería a lo largo de la historia por venir): “Nosotros y nuestos hijos nos hacemos responsables de su muerte”. Entonces Pilato dejó libre a Barrabás; luego mandó azotar a Jesús y lo entregó para que lo crucificaran» (Evangelio según Mateo, capítulo 27, versículos 15-26; Versión popular de la Biblia, también denominada “Dios Habla Hoy”, de 1996).
    Última edición por Etic; 05-jul.-2017 a las 07:31

  4. #64
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    Hola Etic.
    No quiero interrumpir, pero sólo darte, una vez más, las gracias por compartirnos estas narraciones.
    Con tu último post, tengo la piel de gallina, ahora mismo!!




    «Thou wilt keep him in perfect peace, whose mind is stayed on thee: because he trusteth in thee». – Isaiah 26:3


  5. #65
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    Cita Iniciado por MagAnna Ver Mensaje
    Hola Etic.
    No quiero interrumpir, pero sólo darte, una vez más, las gracias por compartirnos estas narraciones.
    Con tu último post, tengo la piel de gallina, ahora mismo!!
    Gracias igualmente, pero no es mi deseo amedrantar a nadie. Saludos.

  6. #66
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    01-noviembre-2016
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    [Pseudoveltíosis natanatórica, comentario 62]
    Al igual que en la víspera de la primera destrucción de Jerusalén, la situación global de la sociedad judía a comienzos del primer siglo de la EC estaba irremediablemente perdida y podrida y ella misma amenazaba la pervivencia de la simiente de la “mujer” simbólica de Dios. Sin embargo, ahora se estaba seleccionando a algunos judíos que fueron conmovidos por las enseñanzas de Jesucristo, y que se habían hecho seguidores del Maestro, con el fin de hacer continuar esa simiente de la “mujer” que estaba en peligro de extinción y para que se convirtieran en depositarios de la sagrada escritura e incluso añadieran a ésta. Y poco tiempo después, algunos gentiles también comenzaron a hacerse cristianos y fueron bien acogidos en una comunidad aumentante de seguidores de Cristo que llegó a extenderse hasta todos los rincones del imperio romano. En consecuencia, desde ese momento en adelante, se cumplirían las siguientes palabras de Jesucristo para con los judíos y su ciudad santa: “Jerusalén, Jerusalén, que matas a los profetas y apedreas a los mensajeros que Dios te envía. Cuántas veces quise juntar a tus hijos, como la gallina junta a sus pollitos bajo las alas, pero no quisiste. Pues miren, el hogar de ustedes va a quedar abandonado (se sobreentiende: Abandonados de toda protección divina y a merced de la ira demoníaca, que calmaría así su frustración contra la descendencia abrahámica desprotegida por el fracaso estratégico cosechado contra la simiente de la "mujer", y de la maldición que ellos mismos habían hecho caer sobre sus propias cabezas al hacerce responsables, como pueblo ante Pilato, de la muerte del Mesías e incitar así a Dios a que se llevara a término esa responsabilidad criminal)” (Evangelio según Mateo, capítulo 23, versículos 37-38; Versión popular de la Biblia, también denominada “Dios Habla Hoy”, de 1996).
    Última edición por Etic; 06-jul.-2017 a las 03:01

  7. #67
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    [Pseudoveltíosis natanatórica, comentario 63]
    Hacia los años 60 del primer siglo de la EC, el cristianismo se había extendido por todo el imperio romano, es decir, por todo el mundo ofialmente conocido de la antigüedad. De ello dio fe el apóstol cristiano Pablo cuando escribió: “Deben permanecer firmemente basados en la fe, sin apartarse de la esperanza que tienen por el mensaje del evangelio que oyeron. Éste es el mensaje que se ha anunciado en todas partes del mundo (se sobreentiende: El mensaje evangélico había alcanzado los confines del imperio romano, y tal vez más allá, lo cual indica que el cristianismo se había diseminado por todas partes aunque sólo una minoría muy activa de personas lo había aceptado), y que yo, Pablo, ayudo a predicar” (Epístola a los colosenses, capítulo 1, versículo 23; Versión popular de la Biblia, también denominada “Dios Habla Hoy”, de 1996). Por consiguiente, la simiente de la “mujer” simbólica de Dios ya disponía de una serie de “hijos” humanos con los que poder perpetuar su existencia. Ahora, como era lógico esperar, el nacional judaísmo y su ciudad santa de Jerusalén estaban a punto de ser eliminados mediante una tribulación terrible.

  8. #68
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    [Pseudoveltíosis natanatórica, comentario 64]
    Aproximadamente sobre el año 61 de nuestra era, el apóstol Pablo escribió una carta a los cristianos hebreos, aparentemente dirigida con predilección a sus hermanos de Jerusalén y Judea. Pues para esa fecha, en particular, la situación de los evangelizadores de Judea era muy incómoda, no sólo porque apenas alguien les prestara atención en la zona, sino porque el clima social era tenso y confuso, con grupos de judíos abogando clandestinamente por la independencia de Roma y contra los elevados impuestos, y porque la corrupción religioso-política estaba alcanzando niveles sin precedentes. La distancia entre la gente común de Judea (cuyo interés general no pasaba de ser de tipo materialista, y por eso no respondía bien al mensaje cristiano) y los orgullosos maestros fariseos, saduceos y escribas se había hecho insalvable, existiendo como telón de fondo una arrogancia nacionalista centrada en la majestuosidad del Templo y en el supuesto favor divino sobre él que podía debilitar incluso la fe de los seguidores de Cristo que vivían en aquel lugar. Por ese motivo, el apóstol Pablo quiso escribir a los cristianos hebreos y con ello tratar de darles razones abundantes para que conservaran su esquema de valores centrado en las enseñanzas de Jesucristo. Esto debió ser una providencia divina, puesto que a Jerusalén se le estaba acabando el tiempo de su existencia como ciudad santa. Es posible que el apóstol Pablo percibiera que la condición cristiana de sus hermanos de Judea requería un estado de alerta y de fe, a fin de huir de Jerusalén cuando la viesen sitiada por hostiles ejércitos acampados, tal como había advertido Jesús que sucedería. Por consiguiente, la comunidad cristiana de la zona necesitaba fortalecerse para poder afrontar con éxito los trascendentales y mortíferos acontecimientos que estaban destinados a ocurrir. Según la tradición, 5 años después de haberse escrito esa carta a los cristianos hebreos, las tropas del general romano Cestio Galo atacaron la ciudad santa y luego se retiraron. Pero 4 años después, los soldados romanos, bajo el general Tito, arrasaron Jerusalén y su templo, causando un indescriptible sufrimiento a los sitiados y sobretodo a los relativamente pocos sobrevivientes que capturaron y que destinaron a una cruel esclavitud.
    Última edición por Etic; 06-jul.-2017 a las 15:52

  9. #69
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    [Pseudoveltíosis natanatórica, comentario 65]
    En los evangelios según Mateo (compuesto hacia el año 41 de nuestra era, en Palestina), Marcos (compuesto hacia el año 65 de nuestra era, en Roma) y Lucas (compuesto hacia el año 58 de nuestra era en Cesarea de Filipo, al norte de Jerusalén), resuenan unas palabras proféticas de Jesucristo relativas al espantoso final de Jerusalén y de su templo, las cuales se encuentran entrelazadas, según algunos reputados doctos bíblicos, con la profecía mesiánica del fin del mundo. Los argumentos presentados por tales doctos son muy convincentes y razonables, puesto que vienen refrendados por citas y pasajes que concuerdan con la misma profecía y que se encuentran en distintas partes de la sagrada escritura. Esto significaría, por ejemplo, que el texto profético que se registra en el capítulo 24 del evangelio de Mateo habla de dos finales tribulatorios, entrelazados debido a su supuesta similitud en cuanto al desarrollo de los acontecimientos: el fin del mundo (u orden social local) judío del primer siglo de nuestra era y el fin del mundo (u orden social mundial) actual que todavía se encuentra en el futuro.

  10. #70
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    [Pseudoveltíosis natanatórica, comentario 66]
    Es de suponer que los cristianos de Judea, y de Jerusalén, se reunirían de vez en cuando y de una manera prudente y poco llamativa (debido al clima social adverso al cristianismo que existía en Palestina) para considerar las enseñanzas de Jesucristo que estaban escritas en el evangelio según Mateo, disponible para ellos desde una fecha temprana (desde el año 41 de nuestra era) en el idioma de los judíos (la lengua hebrea). Por consiguiente, para los cristianos de Jerusalén no serían extrañas las advertencias proféticas del Maestro tocantes al fin venidero de la ciudad santa y de su templo: «Jesús salió del templo (se sobreentiende: salía de los grandes patios del Templo de Jerusalén, donde solía enseñar a los que se congregaban allí, pues muchos judíos veían en él la figura de un profeta y un obrador de milagros), y ya se iba, cuando sus discípulos se acercaron y comenzaron a atraer su atención a los edificios del templo (se sobreentiende: aquellos discípulos todavía no tenían ni idea de lo que le esperaba a la ciudad santa, ni alcanzaban a comprender cómo Dios podría rechazar su propio Templo; y al presente quizás se imaginaban que el reinado profetizado del Mesías estaría de alguna manera ligado a aquel majestuoso Templo). Jesús les dijo: “¿Ven ustedes todo esto? Pues les aseguro que aquí no va a quedar una piedra sobre otra. Todo será destruido” (se sobreentiende: estas palabras de Jesucristo debieron dejar perplejos y muy preocupados a sus discípulos, puesto que rompían por completo el esquema mental subjetivo que ellos se habían formado con respecto al futuro cercano)» (Evangelio según Mateo, capítulo 24, versículos 1-3; Versión popular de la Biblia, también denominada “Dios Habla Hoy”, de 1996).

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