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Tema: Pseudoveltíosis natanatórica.

  1. #31
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    [Pseudoveltíosis natanatórica, comentario 29]
    En este punto es conveniente hacer notar que Dios no tendría que someter sus decisiones judiciales, legítimamente unilaterales, a tribunales celestiales constituidos por criaturas sobrehumanas y Él mismo, puesto que Él es Todopoderoso y absolutamente sabio. Sin embargo, dado que ha creado a seres inteligentes a Su imagen y semejanza, no desea actuar dogmáticamente con respecto a las cuestiones suscitadas a raíz de la rebelión edénica y en consecuencia ha optado por formar tribunales suprauniversales en donde, de una manera objetiva, se pueda deliberar colectivamente en cuanto a lo acertado (o desacertado) de la marcha histórica de las dos descendencias. A estas alturas, aparentemente próximas al fin del mundo, debe estar bastante claro en los tribunales celestiales cuál de las dos descendencias es la apropiada para tomar el control del planeta. Es por eso que la sagrada escritura habla del Reino de Dios, de que éste venga hacia nosotros, y de que los “mansos” heredarían la tierra (ésta es una de las bienaventuranzas de Jesucristo, incluídas en el Sermón de la Montaña).

  2. #32
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    [Pseudoveltíosis natanatórica, comentario 30]
    Hacia el tiempo de Moisés, los restos de linajes patriarcales posdiluvianos que de alguna manera se adherían a la guía divina iban decayendo progresivamente, siendo absorbidos, uno tras otro, por la simiente de la “serpiente”. Por eso, la promesa o pacto abrahámico era ahora de capital importancia para mantener el linaje de la “mujer”; y tal linaje resultó ser en parte la descendencia de Abrahán, el pueblo hebreo o israelita. Por eso, a pesar de su condición abatida como pueblo, y muy debilitada en cuanto a seguir la guía divina, el pacto abrahámico venía a suponer ahora un recurso legal, perfectamente admisible en las cortes celestiales, por el que Dios dirigiría su atención a la descendencia abrahámica y la liberaría de su esclavitud en Egipto. Pero había que hallar a alguien digno del favor divino, y nadie mejor cualificado que el hombre Moisés para poder acaudillar al pueblo israelita bajo la guía divina, puesto que, como dice la sagrada escritura: “Por fe Moisés, hecho ya grande (se sobreentiende: hecho adulto), rehusó ser llamado hijo de la hija de Faraón (se sobreentiende: la hija de Faraón lo adoptó como hijo cuando era un niñito, pero él siempre se mantuvo leal a su linaje y actuó prudentemente hasta que fue adulto); escogiendo antes ser afligido con el pueblo de Dios, que gozar de comodidades temporales de pecado (se sobreentiende: de adulto, Moisés optó por apegarse al pueblo de Israel más bien que vivir como príncipe en la corte egipcia, disfrutando de toda clase de lujos y satisfacción de bajas pasiones). Por fe dejó a Egipto, no temiendo la ira del rey (se sobreentiende: Moisés contrarió a Faraón y avergonzó a la realeza egipcia, pero no temió la reacción de Faraón en su contra, quien decretó su búsqueda, captura y muerte, aunque no lo pudo apresar porque él huyó fuera de Egipto); porque se sostuvo como viendo al Invisible (se sobreentiende: la fe en Dios sostuvo a Moisés)” (Epístola del apóstol Pablo a los cristianos hebreos, capítulo 11, versículos 24-27; Biblia de 1909, de Reina-Valera).

  3. #33
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    [Pseudoveltíosis natanatórica, comentario 31]
    Cuando habían pasado unas 4 décadas desde que Moisés huyó a la tierra de Madián, para librarse de la persecución faraónica, es posible que ya existiera en Egipto otro Faraón sucesor en el poder. Pero aparentemente este hipotético nuevo Faraón no era menos duro y opresivo que su conjetural antepasado, pues mantenía una severa tiranía sobre sus esclavos israelitas. Es evidente, por tanto, que la descendencia de la “serpiente” estaba tratando, mediante Faraón, de aplastar y disolver a la descendencia de Abrahán. Y es interesante la manera en que Moisés es enviado por Dios a este Faraón: «Después (se sobreentiende: poco después de que Dios enviara a Moisés y a Aarón su hermano, en calidad de auxiliar del primero, a hablar a Faraón) se presentaron Moisés y Aarón a Faraón y le dijeron: “Así dice Yahveh, el Dios de Israel: Deja salir a mi pueblo para que me celebre una fiesta en el desierto (se sobreentiende: la petición a Faraón era de únicamente un breve periodo de descanso durante el cual el pueblo israelita adoraría a su Dios en el desierto y no en las ciudades, para no alterar la vida social de los egipcios, y luego regresaría a sus tareas de esclavos)”. Respondió Faraón: “¿Quién es Yahveh para que yo escuche su voz (se sobreentiende: el prepotente Faraón lanza un desafío público contra Dios, esto es, un pulso de fuerza) y deje salir a Israel? No conozco a Yahveh y no dejaré salir a Israel”. Ellos dijeron (se sobreentiende: Moisés y Aarón): “El Dios de los hebreos se nos ha aparecido; permite, pues, que vayamos camino de tres días al desierto para ofrecer sacrificios a Yahveh, nuestro Dios, no sea que nos castigue con peste o con espada (se sobreentiende: una súplica nada amenazante para Faraón, puesto que en todo caso la amenaza se presentaba como recayendo sobre los propios esclavos)”. Aquel mismo día dio Faraón esta orden a los capataces del pueblo (se sobreentiende: el pueblo israelita) y a los escribas: “Ya no daréis como antes paja al pueblo para hacer ladrillos; que vayan ellos mismos a buscársela. Pero que hagan la misma cantidad de ladrillos que hacían antes, sin rebajarla; pues son unos perezosos. Y por eso claman diciendo: Vamos a ofrecer sacrificios a nuestro Dios. Que se aumente el trabajo de estos hombres para que estén ocupados en él y no den oídos a palabras mentirosas”» (Libro sagrado del éxodo, capítulo 5, versículos 1-9; Biblia de Jerusalén de 1975).

  4. #34
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    [Pseudoveltíosis natanatórica, comentario 32]
    La historia sagrada explica que Dios liberó al pueblo de Israel de la dura esclavitud a la que estaba sometido en Egipto, una esclavitud que tenía visos de potencial exterminio o completa disolución de la descendencia abrahámica. Lo hizo a través de diez plagas progresivamente severas que culminaron en la muerte del primogénito de Faraón, a resultas de las cuales el obstinado y cruel monarca dio la orden de expulsión del país a todo esclavo hebreo. Pero aquella historia no estuvo exenta de actuaciones demoníacas, como puede verse por la intentona de los sacerdotes egipcios de remedar algunas de las primeras plagas mediante invocaciones espiritistas a sus dioses, como se registra en los capítulos 7 y 8 del Éxodo. De hecho, en esos capítulos se muestra que aquellos sacerdotes consiguieron ejecutar algunos milagros iniciales en este sentido, evidentemente auxiliados por los poderes malignos ocultos, de índole sobrehumana, que los respaldaban. Por lo tanto, se produjo una especie de inicial competición entre la mixtuta humano-demoníaca egipcia y la descendencia de la “mujer”, pero a medida que se desarrollaron las plagas quedó claro que las fuerzas demoníacas habían quedado totalmente sobrepasadas y anuladas por las aplastantes fuerzas angélicas amadoras de Dios. Aparentemente, desde el punto de vista de los tribunales celestiales, la mixtura humano-demoníaca debía recibir la natural retribución que en justicia corresponde a toda malsana agresión insidiosa que no respeta los derechos de supervivencia de la parte inocente y pacífica que ha sido agredida.
    Última edición por Etic; 14-jun.-2017 a las 12:18

  5. #35
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    [Pseudoveltíosis natanatórica, comentario 33]
    Puede observarse, en el éxodo de los israelitas de Egipto, bajo el acaudillamiento de Moisés, que aconteció un hecho extraordinario. La misericordia divina estuvo también con una buena porción de egipcios que, tras contemplar las diez plagas y comprender sensatamente que la estupidez y la altanería del Faraón y de todos sus apoyadores merecía incluso un castigo más severo, se pusieron de parte de los hebreos y se fueron con ellos: “Y partieron los hijos de Israel de Ramesés a Sucot (se sobreentiende: éste fue el inicio del éxodo o salida de Egipto), como seiscientos mil hombres de a pie, sin contar los niños (se sobreentiende: sin contar a las mujeres tampoco). Y también subió con ellos grande multitud de diversa suerte de gentiles (se sobreentiende: personas no israelitas, entre quienes habría evidentemente una mayoría egipcia); y muchísimas ovejas y vacas” (Libro sagrado del Éxodo, capítulo 12, versículos 37-38; Biblia del Oso, revisión de 1996).

  6. #36
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    [Pseudoveltíosis natanatórica, comentario 34]
    Aquella misericordia de Dios hacia los egipcios, es decir, los que se arrepintieron de haber secundado a Faraón y a toda su camarilla y se marcharon con los israelitas, iba a tener en el futuro consecuencias negativas contra la descendencia de Abrahán. De todas formas, era una previsión fácilmente deducible por medio de las leyes estadísticas, puesto que fueron acogidas personas que con el transcurso del tiempo tenían la posibilidad de hacer rebrotar malas actitudes, las cuales, mezcladas con las de algunos hijos de Israel de inclinación desobediente, darían pie a infiltraciones demoníacas. No obstante, como dijo el apóstol Juan: “El que no ama, no conoce a Dios (se sobreentiende: el que no muestra compasión y misericordia, rasgos propios del amor, no conoce la personalidad del Dios verdadero); porque Dios es amor (se sobreentiende: El amor es el rasgo dominante de la personalidad divina)” (Primera epístola de Juan, capítulo 4, versículo 8; Biblia de Valera de 1602, purificada); y también como señaló el salmista: “Los sacrificios de Dios (se sobreentiende: sacrificios dirigidos a Dios) son el espíritu quebrantado (se sobreentiende: La motivación del arrepentido o quebrantado): al corazón contrito y humillado no despreciarás tú, oh Dios” (Salmos, capítulo 51, versículo 17; Biblia de Valera de 1602, purificada). Por esta razón, Dios no podía dejar atrás o excluír de su favor a los egipcios arrepentidos, como medida preventiva, en evitación de males hipotéticos causados por éstos. Sin embargo, estableció la ley mosaica en términos justos pero severos, para poder compensar el oportunismo que la simiente de la “serpiente” manifestaría ante dicha misericordia divina, al utilizar las debilidades y malas tendencias de los liberados para poder realizar infiltraciones demoníacas y corromper a la descendencia de la “mujer” desde el interior mismo de ella.

  7. #37
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    [Pseudoveltíosis natanatórica, comentario 35]
    Un conato de descontento y acritud del pueblo liberado hacia la guía divina se vio poco después de que los ejércitos del Faraón, una vez que se hubieron reorganizado tras las plagas y corrieron tras los israelitas y sus agregados para exterminarlos y recobrar así el enorme botín que se habían llevado, fueron completamente ahogados en el mar Rojo. El relato sagrado expone: “Y llegaron a Elim (se sobreentiende: el pueblo israelita y sus agregados egipcios y gentiles, bajo el liderazgo de Moisés, después de haber celebrado con baile y con canciones de alabanza a Dios el que Éste los hubiera liberado definitivamente de la amenaza proveniente del Faraón y todo su ejército, partieron de las orillas del mar Rojo y, tras varios días de adentrarse en el desierto y enfilar el camino hacia la tierra de promisión, hicieron escala en Elim), donde había doce fuentes de agua, y setenta palmas (se sobreentiende: palmeras); y se asentaron allí junto a las aguas” (Libro sagrado del éxodo, capítulo 15, versículo 27; Versión antigua de las sagradas escrituras, o Biblia del Oso, revisada en 1996 por el misionero Martín Russell Stendal). Y el relato sagrado sigue diciendo: «Partió luego de Elim toda la congregación de los hijos de Israel (se sobreentiende: incluyendo a una cuantiosa multitud de egipcios y quizás algunos otros gentiles, agregados por su propia voluntad, que, al contemplar las plagas, quedaron sobrecogidos de admiración y temor reverente hacia el Dios de los hebreos), y vino al desierto de Sin, que está entre Elim y Sinaí, a los quince días del segundo mes después que salieron de la tierra de Egipto. Y toda la congregación de los hijos de Israel murmuró contra Moisés y Aarón en el desierto; y les decían los hijos de Israel: “Ojalá hubiéramos muerto por la mano de Jehová (se sobreentiende: caer víctimas de algunas de las diez plagas) en la tierra de Egipto, cuando nos sentábamos a las ollas de carne, cuando comíamos pan hasta saciarnos (se sobreentiende: esta murmuración o queja debió iniciarse entre los egipcios agregados y no entre los israelitas, puesto que estos últimos habían vivido en severísima estrechez ecomómica mientras que los egipcios nadaron en la abundancia; no obstante, la queja se extendió y fue notablemente secundada por los descontentos e insensatos israelitas); pues nos habéis sacado a este desierto para matar de hambre a toda esta multitud (se sobreentiende: acusaron a Moisés y a su hermano Aarón de estafadores y asesinos, lo cual equivalía a rechazar de plano la guía divina, que, en esta ocasión, se materializaba por medio de Moisés, quien, a su vez, simplemente seguía la misma guía de Dios y entonces la transmitía al pueblo)”» (Libro sagrado del éxodo, capítulo 16, versículos 1-3; Biblia de Reina-Valera, de 1960).

  8. #38
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    [Pseudoveltíosis natanatórica, comentario 36]
    A medida que los israelitas se dirigían hacia la tierra de promisión, Moisés y Aarón sintieron el inmenso lastre de un pueblo progresivamente rebelde y terco que empeoraba por días, y no mejoraba de actitud. Seguramente, las fuerzas demoníacas ya habían observado esta situación y sacado buen partido de ella. Se llegó a producir, pues, una severa y sutil infiltración demoníaca en el pueblo, de tal manera que lo que principió siendo descendencia abrahámica o descendencia de la simbólica “mujer” leal a Dios, cuando los israelitas fueron liberados del cautiverio egipcio, estaba convirtiéndose ahora, en buena parte, en descendencia de la “serpiente”, esto es, en un colectivo humano que estaba indispuesto a seguir la guía divina. Y ello no tiene nada de extraño, pues en los días de Jesucristo sucedía que los cabezas religiosos del pueblo, supuestamente pertenecientes a la descendencia de la “mujer”, no eran tales, sino, más bien, como les señaló el propio Hijo de Dios: “Si de veras Dios fuera su padre (se sobreentiende: Jesucristo estaba hablando a una multitud de judíos que no lo aceptaban como Mesías, entre quienes habría bastantes maestros religiosos), ustedes me amarían, porque yo vengo de Dios y aquí estoy. No he venido por mi propia cuenta, sino que Dios me ha enviado. ¿Por qué no pueden ustedes entender mi mensaje? Pues simplemente porque no pueden escuchar (se sobreentiende: indispuestos a escuchar) mi palabra. El padre de ustedes es el diablo (se sobreentiende: aunque eran descendientes de Abrahán, ahora estaban entre los que pertenecían a la simiente de la “serpiente” por corrupción intestina o desde dentro); ustedes le pertenecen, y tratan de hacer lo que él quiere (se sobreentiende: por inducción enmascarada y sutil de tipo demoníaco). El diablo ha sido un asesino desde el principio. No se mantiene en la verdad, y nunca dice la verdad. Cuando dice mentiras, habla como lo que es; porque es mentiroso y es el padre de la mentira. Pero como yo digo la verdad, ustedes no me creen” (Evangelio según Juan, capítulo 8, versículos 42-45; Versión popular de la Biblia, denominada “Dios Habla Hoy”, o edición interconfesional, de 1996).

  9. #39
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    [Pseudoveltíosis natanatórica, comentario 37]
    Asaf fue un descendiente de Leví que vivió en los tiempos del rey David, durante el siglo XI antes de la era cristiana. Aparentemente compuso el salmo 78, en el cual narra la trayectoria, frecuentemente difícil y malsana, que manifestó la descendencia de Abrahán a partir de su liberación de la esclavitud en Egipto: “Pueblo mío, atiende a mi enseñanza; inclínate a escuchar lo que te digo. Voy a hablar por medio de refranes; diré cosas que han estado en secreto desde tiempos antiguos. Lo que hemos oído y sabemos y nuestros padres nos contaron, no lo ocultaremos a nuestros hijos. Con las generaciones futuras alaberemos al Señor y hablaremos de su poder y maravillas. Dios estableció una ley para Jacob (se sobreentiende: La ley mosaica, o ley transmitida por Dios mediante Moisés al pueblo de Israel, a fin de que no se desviara de continuar siendo la descendencia de la simbólica “mujer”); puso una norma de conducta en Israel, y ordenó a nuestros antepasados que la enseñaran a sus descencientes, para que la conocieran las generaciones futuras, los hijos que habían de nacer, y que ellos, a su vez, la enseñaran a sus hijos; para que tuvieran confianza en Dios y no olvidaran lo que él había hecho; para que obedecieran sus mandamientos y no fueran como sus antepasados, rebeldes y necios, faltos de firmeza en su corazón y espíritu (se sobreentiende: tal falta de firmeza en el carácter moral afianzada en la guía divina, colocaba a la persona en peligro de ser atraída y seducida sutilmente por las inteligencias malvadas sobrehumanas que evidentemente pretendían derrotar por completo toda perspectiva de futuro para la descendencia de la “mujer” simbólica); generación infiel a Dios” (Libro sagrado de los salmos, capítulo 78, versículos 1-8; Versión popular de la Biblia, denominada “Dios Habla Hoy”, de 1996).
    Última edición por Etic; 18-jun.-2017 a las 08:04

  10. #40
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    [Pseudoveltíosis natanatórica, comentario 38]
    El salmista continúa diciendo: “Los de la tribu de Efraín (se sobreentiende: un colectivo importante de israelitas, ya afincados en la tierra de promisión), que estaban armados con arcos y flechas (se sobreentiende: los efrainitas llegaron a ser poderosos defensores de su solar térreo, muy hábiles y respetables en el uso del arco y las flechas), dieron la espalda en el día del combate (se sobreentiende: los efrainitas sufrieron una gran derrota por fuerzas aparentemente mucho más débiles y menos numerosas, a manos de Jefté y sus hombres, siendo este Jefté un individuo justo y uno de los jueces levantados por Dios para evitar que los israelitas se desviaran calamitosamente de la guía divina en la tierra de promisión; este juez venció a los ammonitas paganos cuando éstos intentaban aplastar a los hijos de Israel, ya que la amenaza agresiva ammonita se estaba haciendo muy peligrosa; pero los efrainitas, a pesar de ser israelitas, como lo era Jefté, desarrollaron una formidable envidia contra Jefté y quisieron eliminarlo; no obstante, Dios ayudó a su juez y éste y sus hombres, después de advertir a los efrainitas que se estaban posicionando en contra de la guía divina, no tuvieron otra opción que combatir contra ellos; el resultado fue de una derrota masiva contra los hijos de Efraín, quienes se habían convertido en este caso en “aliados” de la simiente de la “serpiente”; el libro sagrado de los Jueces, capítulo 12, señala que el balance del enfrentamiento fue de cuarenta y dos mil muertos únicamente efrainitas)” (Libro sagrado de los salmos, capítulo 78, versículo 9; Versión popular de la Biblia, denominada “Dios Habla Hoy”, de 1996).
    Última edición por Etic; 19-jun.-2017 a las 13:22

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