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Tema: Pseudoveltíosis natanatórica.

  1. #221
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    01-noviembre-2016
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    [Pseudoveltíosis natanatórica, comentario 216]
    Evidentemente, cuando Jesús estuvo en la Tierra no podía actuar como uno de esos mesías libertadores de la gente en general, pues la mayoría de las personas de su época pertenecían, aun sin saberlo, a la descendencia de la serpiente. Por lo tanto, su actuación mesiánica tenía que facilitar primero la identificación de las motivaciones dominantes de los individuos a los que deseaba ayudar, en cuanto a si éstas eran altruístas o egoístas; y después de eso habría de enseñar a los descarriados el camino de reconciliación con Dios, es decir, la forma de entrar y permanecer en el seno del colectivo que compone la simiente de la mujer simbólica (el grupo de personas que se apega a la guía divina y rechaza la guía satánica). Esta misión mesiánica prioritaria, con la cual Jesucristo vino a la Tierra, era inconcebible incluso para Juan Bautista y los apóstoles; pero poco después de la resurrección de Jesucristo, sus seguidores empezaron a entenderla gradualmente. Los evangelios indican que durante el tiempo en que Juan el Bautista realizaba su obra proclamatoria, muchos judíos se preguntaban si él era el Cristo. Pero, a diferencia de algunos falsos mesías que incitaron a la gente a revelarse contra Roma (sin haberse asegurado previamente de contar con el respaldo del Todopoderoso), el Bautista era humilde y reconoció públicamente que él no era el esperado libertador al decir a los israelitas: “Yo os bautizo con agua; pero viene el que es más fuerte que yo, y no soy digno de desatarle la correa de sus sandalias” (Evangelio según Lucas, capítulo 3, versículo 16; Biblia de Jerusalén de 1975). Sin embargo, a pesar de que contempló el cielo abrirse y descender el "espíritu santo" en forma de paloma sobre la cabeza de Jesús al tiempo del bautismo de éste, posteriormente, cuando fue recluido en prisión por orden de Herodes, envió a unos discípulos suyos a preguntar a Jesucristo: “¿Eres tú el que ha de venir (se sobreentiende: El mesías prometido), o hemos de esperar a otro” (Evangelio según Mateo, capítulo 11, versículo 3; Biblia de Jerusalén de 1975). Es probable, pues, que Juan quisiera saber si Jesús sería quien haría realidad el sueño judío de libertad. Igualmente, los apóstoles también tenían una idea equivocada de lo que haría el Mesías. Por ejemplo, en cierta ocasión, cuando Jesús trató de explicarles que la misión terrestre del Mesías incluía sufrir, morir y ser resucitado, sucedió lo siguiente: «Entonces Pedro se llevó a Jesús aparte y lo reprendió por hablar así. Le dijo: “Eso no puede sucederte, Señor. Que Dios nunca lo permita”» (Evangelio según Mateo, capítulo 16, versículo 22; La Biblia en Lenguaje Actual). Evidentemente, Pedro (y, por extensión, los demás apóstoles y discípulos) era incapaz de entender cómo podría ser posible que Dios enviara a su Libertador con una misión tan absurda (desde su miope punto de vista, claro está). Hacia el final de su vida terrestre, Jesús fue a Jerusalén para celebrar la Pascua y las multitudes salieron a recibirlo y lo aclamaron rey de Israel. Pero sólo unos días después, Jesús fue condenado a muerte y ejecutado. Y, tras la ejecución, dos de sus discípulos manifestaron su pesar con estas palabras: “Nosotros esperábamos que él fuera el libertador de Israel. Pero ya hace tres días que murió” (Evangelio según Lucas, capítulo 24, versículo 21; La Biblia en Lenguaje Actual).

  2. #222
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    01-noviembre-2016
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    [Pseudoveltíosis natanatórica, comentario 217]
    Por consiguiente, las ideas preconcebidas, la presión sociocultural y la amenaza de ser considerado un hereje religioso impidieron a muchas personas del siglo primero reconocer a Jesús como el verdadero Mesías prometido. Pero para los que no se dejaron engañar ni intimidar por el alboroto de los insensatos, a saber, para los auténticos discípulos cristianos, para éstos, se fue revelando poco a poco el maravilloso propósito divino con relación al Mesías y también el papel fundamental que jugó Jesucristo en el desarrollo de tal propósito. Además, conforme de aproximaba la fatídica fecha en la que estalló la Gran Revuelta Judía contra Roma, en el año 66, las siguientes palabras del Maestro de Nazaret, que daban cierre a su famoso Sermón de la Montaña, cobraron una importancia capital: “El que escucha lo que yo enseño y hace lo que yo digo, es como una persona precavida que construyó su casa sobre piedra firme. Vino la lluvia, y el agua de los ríos subió mucho, y el viento sopló con fuerza contra la casa. Pero la casa no se cayó, porque estaba construida sobre piedra firme. Pero el que escucha lo que yo enseño y no hace lo que yo digo es como una persona tonta que construyó su casa sobre la arena. Vino la lluvia, y el agua de los ríos subió mucho, y el viento sopló con fuerza contra la casa. Y la casa se cayó y quedó totalmente destruida” (Evangelio según Mateo, capítulo 7, versículos 24-27; La Biblia en Lenguaje Actual). Inmediatamente después de la muerte de Jesús, aumentaron las protestas antirromanas y la aparición de movimientos mesiánicos en Judea y Galilea. Con ello, también aumentaron las algaradas y revueltas. Un gran jefe de bandidos, de nombre incierto, fue capturado en el 44 y su banda quedó disuelta. Poco después apareció un tal Teudas, otro supuesto mesías, quien congregó a grandes masas antirromanas en las riberas del Jordán; y como muestra de que Dios estaba con ellos prometió dividir las aguas del río como antes lo había hecho Moisés con el Mar Rojo; pero Dios no lo secundó y las aguas no se dividieron, y el gobernador Cuspio Fado envió un destacamento de caballería que lo prendió y lo decapitó, dispersando a sus seguidores tras haber matado a bastantes de ellos. Algún tiempo despues, un motín antirromano de graves consecuencias se produjo en Jerusalén en la Pascua del año 50, tras observar la multitud que un soldado romano de los que vigilaban el entorno del Templo se mofó del santuario y del pueblo elegido dirigiendo estentórea y públicamente sus ventosidades naturales contra los fervorosos peregrinos; hubo revuelta, contraataque de los romanos, huida atropellada de la multitud y más de 3.000 muertos. En el 52 se produjo una revuelta casi general dirigida por un tal Eleazar hijo de Dineo, un “bandido” que llevaba más de 20 años en las montañas y hacía víctimas principalmente entre los romanos y los prorromanos; pero el procurador Ventidio Cumano logró matar a muchos de los seguidores de este Eleazar, aunque la revuelta prosiguió y se extendió por toda Judea; en consecuencia, tuvo que intervenir el legado de Siria, con nuevas ejecuciones y represiones cruentas; sin embargo, el gobernador que sustituyó a Cumano, Félix (quien, según los Hechos de los apóstoles, presidió en Cesarea varias audiencias judías contra Pablo y finalmente lo envió a Roma para ser juzgado por César), fue el que acabó finalmente con la rebelión al capturar a Eleazar, enviarlo a Roma, para muerte y escarmiento, y continuar con la política de ejecuciones y severos castigos. Aparte de otros movimientos más pequeños pero constantes, en el año 55 apareció un judío, un hipotético profeta, que habitaba en Egipto, denominado por ello “El profeta egipcio”; congregó a varios millares en el desierto y luego se dirigió a atacar Jerusalén; pero fue fácilmente liquidado por los romanos, junto con muchos de sus seguidores.

  3. #223
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    [Pseudoveltíosis natanatórica, comentario 218]
    Al adentrarnos en los años 60-66, inmediatamente previos a la Primera Gran Revuelta judía, los judíos habían convertido en un mito religioso la idea del mesías libertador. El explosivo aumento de la corrupción opresiva del poder romano en Judea, aunado a un paralelo y progresivo pudrimiento moral de los líderes religiosos judíos (maestros de la ley mosaica y sacerdotes), harían que las ideas populares de un mesías humano dotado de poderes casi divinos, un adalid político-militar, que liberaría por fin a Israel de la opresión extranjera gracias a la ayuda celestial, fueran tomando cada vez más relevancia hasta asentarse en la mente colectiva como una especie de leyenda épica y profética que estaba próxima a realizarse. Es por eso que el aparecimiento de individuos con aires mesiánicos, que prometían un cambio casi repentino de las condidiones económicas y sociales, personajes carismáticos que congregaban a grandes muchedumbres, no necesariamente en Jerusalén sino también en las regiones desérticas o alrededor del Jordán, era acogido con anhelo e ilusión por el pueblo. Como bien señaló Jesucristo en su Sermón de la Montaña, la gran masa de judíos cercanos a Jerusalén o pertenecientes a la Diáspora, al haber soslayado las enseñanzas del verdadero Mesías, transmitidas por los activos evangelizadores cristianos no sólo en Palestina sino también en todos los rincones del mundo conocido hasta entonces, estaba edificando su esperanza de futuro sobre la arena. Pronto soplarían fuertes vientos de tempestad, amplificados hasta la locura por la actuación descabellada de emergentes personajes libertarios cuyos nombres figurarán para siempre en el panteón de los indeseables: Anano, Eleazar ben Simón, Manahem nieto de Judas de Seforis, Jesús hijo de Ananías, Juan de Giscala hijo de Leví y Simón Bar Giora de Gerasa.

  4. #224
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    [Pseudoveltíosis natanatórica, comentario 219]
    Las palabras de Jesucristo a sus seguidores: “Tengan cuidado que nadie los engañe. Porque vendrán muchos haciéndose pasar por mí. Dirán: Yo soy el Mesías, y engañarán a mucha gente” (Evangelio según Mateo, capítulo 24, versículos 4 y 5; Versión popular de la Biblia, también denominada “Dios Habla Hoy”, de 1996), cumplidas entre las décadas de los años 40 a 60 del primer siglo de nuestra era, también parece que han tenido algún cumplimiento en nuestros días. Por ejemplo, en la primera mitad del siglo XX, Simón Kimbangu y su sucesor Andrés “Jesús” Matswa fueron aclamados como mesías en el Congo africano; y aunque ya murieron, sus seguidores todavía esperan que regresen e introduzcan un milenio en África. En ese siglo también se han presenciado cultos relacionados con “cargueros” en Nueva Guinea y Melanesia, donce los miembros de esos movimientos religiosos aguardaban la llegada de un barco o un avión tripulado por hombres blancos semejantes a mesías que los harían ricos e introducirían una era de felicidad en la que incluso se levantaría a los muertos. A las naciones industrializadas tampoco les han faltado sus mesías. Algunos son líderes religiosos, como Sun Myung Moon, quien se nombró a sí mismo sucesor de Jesucristo y pretendía purificar al mundo mediante una familia unida formada por sus partidarios. Asimismo, líderes políticos han tratado de asumir la posición de mesías, entre los que figura Adolf Hitler como el más horrendo ejemplo contemporáneo al pronunciar su imponente discurso sobre el Reich de Mil Años. Del mismo modo, filosofías y organizaciones políticas han alcanzado categoría mesiánica; por ejemplo, The Encyclopedia Americana (La enciclopedia americana) comenta que la política marxista-leninista tenía visos mesiánicos. Incluso hay eruditos bíblicos que consideran que la Organización de las Naciones Unidas, la ONU, parece haberse constituido en una especie de agencia mesiánica en la mente de muchas personas. Una tras otra, estas entidades han ido declinando en sus pretensiones triunfalistas y cediendo el terreno a las de nuevo cuño, pero ninguna de ellas ha permanecido invicta por mucho tiempo.

  5. #225
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    [Pseudoveltíosis natanatórica, comentario 220]
    Conviene aclarar que la profecía de Jesucristo acerca del fin del mundo registrada en el evangelio de Mateo, capítulo 24, la cual entrelaza 2 acontecimientos proféticos separados entre sí por aproximadamente 2 milenios, se refiere realmente a la clausura o cierre por juicio divino (planteado en las cortes celestiales) de 2 sistemas antrópicos: el sistema israelita teocrático (SIT), comenzado en la época de Moisés, cuando Dios transmitió los diez mandamientos al pueblo israelita a través de este mediador, y terminado con la destrucción del Templo de Jerusalén en el año 70 de nuestra era; y el sistema artificial contemporáneo (SAC), comenzado en el siglo XX y terminado en un futuro cercano. Este cuadro conceptual emerge de las sugerencias exegéticas procedentes de perspicaces eruditos bíblicos, quienes exponen el capítulo 24 del evangelio de Mateo desde un prisma que barrunta dicho cuadro. Ahora, prosiguiendo con esa profecía de Jesucristo, pasamos a examinar el siguiente pasaje: “Oiréis de guerras y rumores de guerras, pero no os asustéis, pues aunque todo esto ha de llegar, aún no será el fin” (Evangelio según Mateo, capítulo 24, versículo 6; Biblia denominada “Dios habla hoy”, o Versión popular de la Biblia, de 2002). La pregunta pertinente es: ¿Aplican estas palabras sólo al SIT o sólo al SAC, o aplica a ambos?
    Última edición por Etic; 23-oct.-2017 a las 13:12

  6. #226
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    01-noviembre-2016
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    [Pseudoveltíosis natanatórica, comentario 221]
    Según el contexto del pasaje contenido en el versículo 6 del capítulo 24 del evangelio de Mateo, Jesucristo hablaba a unos cuantos de entre sus discípulos, probablemente a los más allegados a él. Por eso, cuando les dijo que iban a oír de guerras y rumores de guerras no sólo se refería a ellos personalmente sino también a un período de tiempo posterior a su muerte y resurrección, es decir, a un período caracterizado por una serie de señales que antecederían a la destrucción del Templo y de la ciudad santa. Ellos habrían de oír esas noticias preocupantes, e incluso puede que alguno u otro las tuviera que vivir de cerca, y sin que ya el Maestro estuviera junto a ellos para protegerlos y consolarlos. Y, puesto que las palabras proféticas de Jesús están relacionadas aquí con la destrucción de Jerusalén, esas guerras habrían de tener lugar en un tiempo intermedio entre su ascención al cielo y la destrucción de la ciudad de David. En efecto, hubo una serie de guerras partas en el sudoeste de Asia y levantamientos en las provincias romanas de Galia y España. Hubo la guerra que efectuaron Asineo y Alineo contra los partos al oriente del Imperio Romano. Hubo la declaración parta de guerra contra el rey Izates del país de Adiabene. Hubo levantamientos de judíos contra gentiles, y levantamientos de gentiles contra los judíos en la misma Palestina, implicando a sirios y samaritanos, de modo que decenas de millares de judíos y gentiles fueron muertos. Pero ¿por qué les dijo Jesús que no se asustaran? Puede ser que Jesucristo quisiera tranquilizarlos en el sentido de que no se espantaran a tal grado que salieran huyendo despavoridamente de Judea, temiendo que la destrucción del Templo y de la ciudad santa les cogiera de lleno y ellos perecieran junto con sus familiares en el temible acontecimiento. Y también es posible que Jesucristo les quisiera indicar que la misión que ellos tenían encomendada, como evangelizadores en Judea, debía continuar aun en medio de esas difíciles circunstancias, puesto que el fin no habría de llegar inmediatamente y no existía un riesgo masivo de no supervivencia. De hecho, más adelante, en el versículo 15, Jesús les revela cuál sería la señal que tendrían que contemplar para que abandonaran rápidamente Judea (la huída a Pela).

  7. #227
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    [Pseudoveltíosis natanatórica, comentario 222]
    No parece que en la víspera del siglo XX y durante todo ese siglo, y lo que va del XXI, se hayan producido temores entre los cristianos fidedignos con relación al fin del mundo, sino, más bien, todo lo contrario, es decir, un deseo intenso de que llegue ese día. La razón estriba en que la Biblia habla de liberación para los seguidores de Jesús tras el fin del mundo: el pasar en calidad de supervivientes a través de un período conocido como “tribulación magna” o “grande tribulación”, equivalente a la clausura o finalización de un sistema antrópico global, similar a lo que ocurrió en el Diluvio. Varios eruditos defienden ese argumento basándose en las siguientes palabras de Jesucristo: “Bienaventurados los humildes, pues ellos heredarán la tierra” (Evangelio según Mateo, capítulo 5, versículo 5; Biblia de las Américas, 2005); “Ven y sé nuestro único rey (se sobreentiende: Jesucristo insta a sus discípulos a pedir en oración que venga el Reino de Dios y que Él sea el único gobernante sobre la Tierra, pues por el momento existen 2 gobernaciones, a saber, la de la simiente diabólica en mayoría absoluta y la de la simiente de la mujer simbólica en minoría absoluta). Que todos los que viven en la tierra te obedezcan, como te obedecen los que están en el cielo (se sobreentiende: Jesucristo insta a sus discípulos a pedir que la voluntad divina se efectúe sobre nuestro planeta como ocurre en el cielo o suprauniverso, la cual voluntad tiene como base una sociedad de criaturas inteligentes obedientes a la norma divina)” (Evangelio según Mateo, capítulo 6, versículo 10; Traducción de la Biblia al lenguaje actual; Sociedad Bíblica Española, dependiente de la Entidad Internacional denominada Sociedades Bíblicas Unidas, fundada en Haywards Heat, Inglaterra, en 1946); “Cuando empiecen a suceder estas cosas (se sobreentiende: Las señales que preceden al fin del mundo), animaos y levantad la cabeza (se sobreentiende: Los cristianos, por estar en minoría absoluta frente a la descendencia diabólica, cobran ánimo cuando perciben que el final de dicha descendencia malsana está cercano), porque muy pronto seréis liberados (se sobreentiende: Liberados de la maldad circundante)” (Evangelio según Lucas, capítulo 21, versículo 28; Biblia denominada “Dios habla hoy”, patrocinada por las Sociedades Bíblicas Unidas).

  8. #228
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    [Pseudoveltíosis natanatórica, comentario 223]
    Continuando con la descripción profética que Jesucristo dio de la víspera del fin del mundo, leemos: “Porque se levantará nación contra nación y reino contra reino, y habrá hambres y terremotos en diferentes lugares. Y todas estas cosas serán el principio de los dolores de parto (se sobreentiende: El parto, o la tribulación magna, debería acaecer algún tiempo después de la aprarición de esos “dolores”)” (Evangelio según Mateo, capítulo 24, versículos 7 y 8; Biblia textual, tercera revisión). Da la impresión de que, con estas palabras, Jesucristo simplemente estaba aportando más datos a lo que ya había dicho en el versículo 6 (“Oiréis de guerras y rumores de guerras, pero no os asustéis, pues aunque todo esto ha de llegar, aún no será el fin”). El relato paralelo del evangelista Lucas dice: “Será levantada nación contra nación y reino contra reino; y habrá grandes terremotos y hambrunas y pestilencias en diferentes lugares, y sucesos aterradores y grandes señales del cielo” (Evangelio según Lucas, capítulo 21, versículos 10 y 11; Biblia textual, tercera revisión). Hubo un aparente cumplimiento de estas palabras entre los años 40 y 60 del primer siglo de nuestra era, que fue un período muy penoso para los judíos. Varios maestros religiosos habían asegurado al pueblo que, cuando reino estuviera levantándose contra reino y ciudad contra ciudad, eso indicaría el tiempo del aparecimiento inminente del Mesías. Sin embargo, el Mesías que ellos esperaban nunca apareció, pero, en cambio, sí se se presentaron en la escena grandes terremotos, de los cuales hay registro. Hubo un fuerte terremoto en la isla de Creta durante el reinado de Claudio César y otro en Esmirna, y aún otros en Hierápolis, Colosas, Quío, Mileto y Samos; otro derribó la ciudad de Laodicea durante el reinado del emperador Nerón; hubo hasta uno en Roma, según lo informó el historiador latino Tácito; y en sus “Guerras de los judíos”, en el libro 4, capítulo 4, párrafo 5, Josefo menciona un terrible terremoto que ocurrió en Judea misma. También acontecieron hambres, una de las cuales se informa en los Hechos de los Apóstoles, capítulo 11, versículos 27 al 30, predicha por el profeta cristiano Agabo y que ocurrió durante el reinado del emperador Claudio; según informes, muchos judíos que vivían en Jerusalén murieron debido a esta hambre; además, a causa de la escasez de alimento y por lo tanto a la mala nutrición, la gente debió sucumbir a las enfermedades, y con ellas empezarían las pestes o epidemias infectocontagiosas.

  9. #229
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    [Pseudoveltíosis natanatórica, comentario 224]
    Parece que las palabras de Jesucristo insertas en el evangelio según Mateo, capítulo 24, versículos 7 y 8 (“Porque se levantará nación contra nación y reino contra reino, y habrá hambres y terremotos en diferentes lugares. Y todas estas cosas serán el principio de los dolores de parto”), alcanzan un más nítido cumplimiento en la época contemporánea, a partir del estallido de la Primera Guerra Mundial, razón por la cual, entre otras cosas, algunos doctos consideran que aquella gran guerra probablemente dio comienzo a la víspera del fin del mundo. Por ejemplo, el levantamiento de “nación contra nación y reino contra reino” se da de manera masiva por primera vez en la historia de la humanidad con la Primera Guerra Mundial, pues antes de eso los conflictos bélicos eran de alcance limitado; pero esa guerra, además de enfrentar a grandes zonas del planeta, aceleró el desarrollo tecnológico de armas terribles, mucho más destructivas de lo esperado; entre otras cosas, se empezó a utilizar el avión, recientemente inventado, para arrojar bombas sobre indefensas personas civiles, creando verdadero pánico en las poblaciones enemigas; por otra parte, la producción intensiva de armas llevó la masacre a niveles insospechados, ya que aproximadamente la mitad de los 65 millones de soldados movilizados acabaron heridos o muertos, a veces en medio de un infierno indescriptible en las trincheras (empleo de gases corrosivos y venenosos). Aun así, la matanza bélica continuó aumentando a lo largo del siglo XX, sin que pudiera detenerla en absoluto los concordatos de paz firmados a la sombra de la incompetente Liga de Naciones (antecesora de la actual ONU). En efecto, poco después de esa terrible experiencia internacional, se presentó en escena la Segunda Guerra Mundial. De ella, cierto historiador afirmó que “nunca se sabrá el número total” de bajas militares y civiles provocadas por de ese segundo conflicto global. Y la situación actual no es para sentirse tranquilo, pues sigue habiendo guerras y amenazas de ellas; sólo que en nuestros días un conflicto armado que se descontrole, y que se propague a nivel mundial, podría desembocar fácilmente en un exterminio planetario de índole termonuclear; y, desgraciadamente, a medida que avanzan los tiempos, parece que cada vez más individuos desequilibrados y psicópatas encubiertos ostentan el poder.

  10. #230
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    [Pseudoveltíosis natanatórica, comentario 225]
    También se han producido hambres y terremotos en cantidad significativa durante el siglo XX y en lo que va del XXI, por lo que da la impresión de que la víspera del fin del mundo queda asimismo atestiguada por estos hechos. Por ejemplo, aparte de las brutales hambrunas acaecidas como consecuencia de las 2 guerra mundiales y por desastres naturales, revoluciones y desforestación en el siglo XX, en el año 2005 la revista Science declaró: “El 14% de la población mundial (854 millones de personas) padece desnutrición crónica o aguda”; y en 2007 las Naciones Unidas informaron que había 33 países incapaces de alimentar a sus habitantes. Pero lo increíble de la situación es que esto ocurre cuando la producción mundial de grano está aumentando, y la causa radica en parte en que el grano de muchos campos de cultivo no se está destinando al consumo humano sino a la elaboración de etanol. El periódico sudafricano The Witness explica que “con la cantidad de grano utilizado en la producción del etanol necesario para llenar una sola vez el depósito de un todoterreno se podría alimentar a una persona durante todo un año”. Pero lo peor es que últimamente hasta en los países desarrollados, como consecuencia de la grave crisis económica mundial, el alza en los precios de los alimentos está obligando a muchos ciudadanos casi a mendigar para cubrir las necesidades básicas de la vida, y ello sin tener acceso a los medicamentos y la calefacción. En cuanto a los terremotos, el siglo pasado ya se cobró muchas víctimas pero el lapso que llevamos del actual es más preocupante, pues, como ha explicado el sismólogo indio Rajender Chadha en 2007: “La actividad sísmica ha aumentado repentinamente en todo el planeta, pero nadie sabe por qué”. Además, el número de muertos por esta causa ha crecido debido al rápido incremento de la población en zonas de riesgo. Según el Servicio Geológico de Estados Unidos, el terremoto y el tsunami que se produjeron en el océano Índico en 2004 fue “el más mortífero —en lo que a terremotos se refiere— de los últimos quinientos años” y “el segundo de toda la historia”.

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