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Tema: Pseudoveltíosis natanatórica.

  1. #191
    Fecha de Ingreso
    01-noviembre-2016
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    Predeterminado

    [Pseudoveltíosis natanatórica, comentario 186]
    Pero si con la destrucción del Templo parecería que la sed de venganza y muerte que los romanos respiraban contra los judíos había desaparecido, nada más lejos de la realidad. Muchos judíos civiles, sin armas y agotados por el hambre, fueron degollados sin importar si eran niños, sacerdotes o ancianos. Mientras tanto, Juan de Giscala y los zelotes pudieron escapar a la Ciudad Alta. Además, un loco profeta o visionario se levanta entre la muchedumbre del pueblo que aún sobrevive en la ciudad baja, ya aliviada por la huida de los zelotes hacia la ciudad alta, y persuade a unas 6.000 personas para que aparentemente suban por las escalinatas exteriores que conducen al pórtico sur y colonicen las estancias superiores de ese gigantesco complejo de varios pisos lleno de columnas, con el objetivo de recibir la liberación de Dios; pero como los romanos prenden fuego a todos los pórticos, esa entera muchedumbre perece. Finalmente, todo el recinto del templo arde en llamas y los sacerdotes sobrevivientes son ejecutados por orden de Tito. Poco después, recuperado ya un cierto orden tras la brutal matanza, las legiones, para celebrar la toma del Templo, izaron sus estandartes y desfilaron en el patio exterior del calcinado lugar, realizando un sacrificio pagano y proclamando futuro césar a Tito. Juan de Giscala y Simeón bar Giora, en un último intento, reconociendo la superioridad romana y que todo estaba perdido, parecieron estar dispuestos a negociar la rendición de la ciudad alta. Tito, recurriendo a un intérprete que no era Josefo, les echó un largo discurso hablando de la ingratitud que tenía el pueblo judío respecto a los romanos y de que no hubieran sido lo suficientemente inteligentes como para haber entablado conversaciones de paz anteriormente. Los rebeldes piden abandonar la ciudad para refugiarse en el desierto con mujeres y niños, e incluso hacerlo sin entregar las armas porque habían juramentado no rendirse jamás. Tito se enoja ante la abusiva propuesta y termina las conversaciones, ordena a sus tropas que quemen toda la ciudad baja y jura que no perdonará ya a nada ni a nadie.

  2. #192
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    01-noviembre-2016
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    [Pseudoveltíosis natanatórica, comentario 187]
    Ahora los romanos rebasan el recinto del templo y se adentran en la Ciudad Baja, donde entablan batalla cuerpo a cuerpo con los rebeldes en retirada, algunos de los cuales alcanzan la muralla de la Ciudad Alta y se refugian en el interior, mientras que otros se esconden en los túneles y pasos subterráneos de la citada Ciudad Baja. El avance imparable de los soldados romanos se traduce asímismo en el saqueo e incendio de toda la Ciudad Baja, donde los archivos con los registros genealógicos para la descendencia familiar y tribal, así como los derechos de herencia, son pasto de las llamas, al serlo igualmente la cámara del Sanedrín (donde probablemente, en ella o cerca de ella, se guardaban esos archivos) y todas las casas y mansiones que se habían salvado hasta entonces son calcinadas también. La represión de los legionarios romanos fue muy feroz y Josefo la expresa de la siguiente manera: “Degollaron a todos aquéllos con los que se toparon, taponaron con sus cadáveres las estrechas calles e inundaron de sangre toda la ciudad, de modo que muchos incendios fueron también apagadados por esta carnicería”. El 7 de septiembre, unos 11 días después de la destrucción del Templo, se pone sitio hermético a la Ciudad Alta y Tito ordena la construcción de nuevos terraplenes para atacarla por el noroeste (cerca del palacio herodiano) y por el nordeste (cerca del lugar llamado Xisto); y dichos terraplenes tardan 18 días en completarse. Pero a pesar de la tardanza en levantarlos, la moral de los rebeldes era muy baja, y mucho más cuando los numerosos idumeos mandados por Simón bar Giora, intentaron desertar en masa sin éxito (en efecto, los jefes idumeos envían emisarios para pactar la rendición con Tito, pero Simón descubre el complot y ejecuta a los conspiradores; sin embargo, no puede evitar que cuantiosos desertores se entreguen a los romanos). Los rebeldes que caen prisioneros de los romanos, ellos y sus familiares (incluso mujeres y niños), son vendidos como esclavos a bajo precio debido al gran suministro de mercancía humana que se ha obtenido. Sin embargo, 40.000 ciudadanos capturados allí recientemente son puestos en libertad. El sacerdote Jesús ben Zebutí entrega algunos tesoros del Templo a Tito a cambio de que su vida sea protegida: dos candelabros, oro y mesas macizas, platos hondos, discos, velos, ropa del sumo sacerdote, gemas y muchos otros artículos preciosos; también el tesorero de Templo, un tal Fineás, provee material costoso adicional, como ropa sacerdotal e incienso (tesoros, éstos, que fueron llevados finalmente a Roma y mostrados a Vespasiano en un templo romano recién construido). Por su parte, Josefo obtiene permiso de Tito para liberar a su hermano y a 50 amigos de su familia, así como a un total de 190 mujeres que fueron aprisionadas en el Templo.
    Última edición por Etic; 30-sep.-2017 a las 12:44

  3. #193
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    01-noviembre-2016
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    [Pseudoveltíosis natanatórica, comentario 188]
    Para el 25 de septiembre del 70 los romanos completan los terraplenes de cara al ataque de la Ciudad Alta y los rebeldes son presas del pánico, de modo que huyen o se rinden sin presentar batalla a pesar de que su posición estratégica en las masivas torres herodianas aventajan considerablemente a la iniciativa de ataque romano a través de la rampa noroccidental. Por consiguiente, los soldados penetraron en la Ciudad Alta sin mayores problemas, ya que los sitiados apenas opusieron resistencia, y saquearon las calles, matando e incendiando todo a su paso. Los pocos sobrevivientes o fueron ejecutados, o enviados a las minas o reservados para los combates de gladiadores, o bien huyeron hacía las cuevas situadas en las cercanías. De los dos líderes, Juan de Giscala y Simón bar Giora, el primero fue perdonado de la muerte por sus súplicas y condenado a cadena perpetua y el segundo, que intentó huir por medio de excavar una galería subterránea, fue apresado y convertido en cautivo para el posterior desfile militar en Roma, donde acabaría siendo ejecutado según la tradición. De la ciudad, el Templo había sido destruido y sólo permanecieron en pie las 3 torres del Palacio de Herodes, a saber, las de Hipicco, Fasael y Mariamne, como exigua reliquia del memorial y de la perdida fortuna y grandeza de la antigua ciudad; y también pervivieron algunas partes de las murallas occidentales de la Ciudad Alta. La legión X (Fretensis) se convertiría en la guarnición romana de la ciudad tomada, estableciendo su puesto militar en las torres herodianas, y el asedio se dio por finalizado con un desfile formal celebrado por Tito para agradecer y recompensar a sus hombres el valor demostrado; después hubo un festín que duró 3 días. Según Josefo, para el tiempo de la victoria romana habían perecido 1.100.000 judíos; y de los 97.000 supervivientes, a algunos se les ejecutó al poco tiempo y a otros se les esclavizó. Los que tenían más de 17 años fueron encadenados y enviados a Egipto para los trabajos públicos. Tito hizo que muchos fueran enviados a las provincias, destinados a sucumbir en los anfiteatros, por la espada (obligados a matarse entre ellos mismos como espectáculo o a manos de gladiadores) o por las bestias feroces. Mientras esperaban su destino, 11.000 prisioneros perecieron de hambre. Además, después de matar a los prisioneros viejos y enfermos, se eligió a los 700 más altos y apuestos para que figuraran en el posterior desfile triunfal en Roma, y los demás (una mayoría), que fueron enviados a los anfiteatros de Oriente, no llegaron a vivir para ver la entrada del año 71. La conquista se completó oficialmente en tan sólo 4 meses y 25 días, desde el 3 de abril hasta el 30 de agosto del año 70 de nuesta era. Así que la gran tribulación de Jerusalén, aunque intensa, fue notablemente corta. La actitud y las acciones irrazonables de los judíos en el interior de la ciudad, especialmente de los fanáticos, contribuyeron a esa brevedad. La ciudad y el templo fueron arrasados hasta su total desaparición del mapa, para mostrar al mundo que aun las fortificaciones más sólidas no eran obstáculo para el ejército romano. Los encargados de demoler la ciudad la allanaron de tal manera, y tan concienzudamente, que daba la impresión de que en ese lugar jamás hubiese existido una población con habitantes. No obstante, a pesar de asestar tan mortífero golpe a la Gran Rebelión Judía comenzada en el año 66, ésta aun no se podía dar por finalizada del todo, ya que quedaban algunas fortalezas rebeldes en donde los judíos opondrían su última resistencia, a saber: Herodión, Maqueronte y Masada.

  4. #194
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    01-noviembre-2016
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    [Pseudoveltíosis natanatórica, comentario 189]
    Dejando confiada Jerusalén a la legión X (Fretensis), Tito se dirigió a Cesarea Marítima en donde se depositó el botín y se custodió a los prisioneros judíos antes de la partida hacia Roma. De las restantes legiones, mandó a la legión XII (Fulminata), antes acantonada en Siria, a Melitene, cumpliendo aún el castigo por la deshonra de Bethorón, mientras que las otras dos legiones, la legión V (Macedonica) y la legión XV (Apollonaris) acompañarían a Tito hasta que se embarcara a Roma, para posteriormente dirigirse a sus destinos de Moesia y Pannonia respectivamente. Después de ello, se dirigió a Cesarea de Filipo en donde organizó espectáculos gladiatorios debido a la gran cantidad de prisioneros judíos existentes, haciéndolos luchar entre sí o con las fieras. Posteriormente, regresa de nuevo a Cesarea Marítima, volviendo a celebrar juegos y espectáculos en honor a su hermano Domiciano con motivo de su cumpleaños (24 de octubre del 70), en el anfiteatro de la ciudad (donde 2.500 prisioneros judíos fueron arrojados a las bestias salvajes, quemados o matados en juegos de gladiadores), acto que repite de nuevo cuando viaja a Berito (actual Beirut), en esta ocasión por el natalicio de su padre Vespasiano (17 de noviembre del 70). Tras una prolongada estancia en la ciudad, Tito se dirige a Antioquía en una especie de marcha triunfal, y todas las ciudades que estaban en su camino fueron obsequiadas con espectáculos gladiatorios en los cuales los prisioneros judíos eran obligados a matarse entre ellos en combates de gladiadores. Pero cuando entró en Antioquía, la situación en la ciudad distaba mucho de ser pacífica. Los paganos deseaban desembarazarse de los judíos existentes, que tenían carta de ciudadanía con el mismo título que los griegos y hacían gran número de adeptos religiosos. Antíoco, un antiguo judío, y ahora antijudío, para incitar su cólera, les instó a hacer sacrificios a divinidades paganas, que lógicamente los judíos rechazaron y ello fue interpretado como falta de sensibilidad y de civismo, acarreando como consecuencia numerosas matanzas. Además, un incendio que devastó la ciudad fue atribuido maliciosamente a los judíos, con lo que el odio hacia ellos fue aumentando. Esto fue lo que se encontró Tito en la ciudad, en donde notó que en las aclamaciones del pueblo, celebrando su triunfo, también se mezclaban gritos hostiles hacia los judíos. Al día siguiente, en el teatro de la ciudad, el Senado y los notables le presentan una solicitud de expulsión de los judíos de la ciudad, pero Tito se negó a concederla, mostrando así que, a pesar de la Gran Rebelión, la justicia romana se situaba por encima de las rencillas locales y como garante de los privilegios de los ciudadanos del Imperio, ya fueran judíos o ya de otras etnias, de manera que los conflictos que surgieran entre los judíos y las poblaciones helenizadas deberían resolverse apelando al derecho y a las leyes establecidas y aprobadas por Roma.
    Última edición por Etic; 01-oct.-2017 a las 13:04

  5. #195
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    01-noviembre-2016
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    [Pseudoveltíosis natanatórica, comentario 190]
    Una vez abandonada Antioquía, Tito se dirige a Zeugma, junto al río Eufrates, y recibe allí a los enviados del rey parto Vologeses I, quienes le traen un presente en reconocimiento de su victoria ante los judíos. Después se dirige hacia el sur, atravesando la península del Sinaí en dirección a Egipto, no sin antes pasar de nuevo por Jerusalén, ahora en ruinas, en donde, según Flavio Josefo, expresó sus condolencias por la destrucción de la ciudad, maldiciendo a los responsables de la revuelta judía que había culminado con la ruína de la capital de Judea. Luego llega a Menfis y posteriormente a Alejandría; y allí dejó que la legión V (Macedonica) y la legión XV (Apollonaris) partieran a sus respectivos lugares, mientras él se dirigía a Roma. El viaje a Roma es contado no sólo por Flavio Josefo, sino también por Suetonio, detallando este último las sucesivas escalas del mismo y relatando cómo a su llegada a Roma, a mediados de junio del 71, el emperador Vespasiano quedó sorprendido por la rapidez del viaje. Josefo refiere que Tito fue aclamado en olor de fervor popular, al igual que anteriormente lo fue su padre, donde no sólo las gentes de Roma salieron a su encuentro sino también el mismo emperador, quien se presentó ante su hijo y aumentó así la gloria y prestigio del vencedor de Judea.

  6. #196
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    01-noviembre-2016
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    [Pseudoveltíosis natanatórica, comentario 191]
    El desfile triunfal por las calles de Roma, en el que Flavio Josefo estuvo presente en primera plana, comenzó ya de madrugada, en donde la gente se empezó a agolpar en los lugares de paso del cortejo. Estando amaneciendo aparecieron Vespasiano y Tito, vestidos de seda púrpura y coronados de laurel, y posteriormente asistió Domiciano, el hijo menor de Vespasiano, pero relegado a un segundo plano. Salieron del templo de Isis, situado en el Campo de Marte, y seguidos de un gran despliegue de tropas se dirigieron hacia los paseos de Octavia, donde se encontraban los senadores y caballeros. Entre aclamaciones del gentío situado allí, padre e hijo se sentaron en una tribuna con asientos de marfil para la ocasión. Poco después, y tras una breve alocución imperial, se ofreció un sacrificio a los dioses, cuyas estatuas se levantaban cerca de la Puerta Triunfal, entre el Capitolio y el Tíber. Más tarde, el cortejo continuó en dirección al Capitolio, en cuyo desfile se presentaron animales exóticos, trofeos de guerra de oro, como la mesa de los panes de la proposición y el candelabro de los siete brazos del templo de Jerusalén y también algunos rollos de la Torá, preciosas telas de púrpura o bordados para tapicerías y, sobretodo, los prisioneros, entre los cuales se encontraba Simón bar Gioras. Pero quizás lo que llamó más atención fue una serie de decorados móviles en donde se escenificaban episodios de la Guerra Judía, con ilustraciones que plasmaban las máquinas de asedio abriendo grietas en las grandes murallas gruesas, al ejército rompiendo el interior de las fortificaciones, el Templo incendiado, judíos suplicando piedad o enemigos que huían o eran llevados a la cautividad. Finalmente, el culmen del festejo fue el protocolo para la ejecución del jefe enemigo, Simón bar Gioras, a las puertas del templo de Júpiter Capitolino, reconstruido tras un incendio ocasionado por los enfrentamientos entre Vitelio y Vespasiano, de tal modo que cuando se anunció su muerte la gente estalló de júbilo. El día del triunfo terminó con nuevos sacrificios y un banquete oficial en el que el emperador reunió a sus allegados y a las gentes más notables de Roma. Con esta victoria y posterior desfile triunfal, el emperador Vespasiano consideró que la reconquista de Judea y Palestina era ya un hecho, e incluso acuñó una moneda en honor a tal victoria, con la leyenda “Iudaea Capta”, y además, a partir de entonces, ordenó que la contribución anual de medio siclo que todos los judíos del Imperio entregaban al Templo antes de su destrucción, fuera ahora destinada a una nueva caja imperial, el Fiscus Iudaicus, y entregadas al templo de Júpiter Capitolino. También se emprendió la construcción del Arco de Tito, por orden imperial, conmemorando así Vespasiano la victoria de su hijo y contribuyendo a continuación a un programa de reformas del centro de Roma, que había sido devastada por el fuego en el año 64 y por los grandiosos y despilfarradores proyectos de Nerón. Al parecer Tito se negó a aceptar una corona especial de laurel (condecoración militar romana), alegando: “No hay mérito en vencer a unas gentes abandonadas por su propio Dios”.

  7. #197
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    01-noviembre-2016
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    [Pseudoveltíosis natanatórica, comentario 192]
    Sin duda, Vespasiano, confiadamente, creyó que la Gran Rebelión Judía había finalizado definitivamente, pero la situación en Palestina aún no daba pie a que realmente se diera por terminado el conflicto. Tito, en cambio, aunque sabía que con la caída de Jerusalén se había terminado prácticamente con el grueso del conflicto, antes de volver a Roma se aseguró de acabar con éste definitivamente, por lo que dejó como gobernador de rango pretorio (gobernador de rango senatorial, con gran poder militar) en Judea, con el objetivo de terminar con los últimos focos rebeldes (Herodión, Maqueronte y Masada), a Sexto Vetuleno Cerealis, el antiguo legado de la legión V (Macedonica), del que no sabemos nada de su actuación en el breve tiempo que estuvo en el puesto, lo que nos hace pensar en que no debieron producirse disturbios ni hostilidades durante su mandato en Judea. Entonces, a mediados del 71, Cerealis fue reemplazado por Sexto Lucilio Basso, quien ahora era el legado de la legión X (Fretensis) en sustitución de Aulo Lancio Lépido Sulpiciano. Inmediatamente, Sexto Lucilio Basso se propuso acabar con la resistencia judía pendiente, compuesta exclusivamente por rebeldes sicarios, que se concentraba principalmente en las grandes fortalezas que Herodes el Grande mandó construir cuando era rey dentro de un entramado defensivo y de comunicación de grandes dimensiones, y como consecuencia de ello, y de su cercanía, resultaban ser un vital recurso estratégico en donde poder, en caso necesario, defenderse y aguantar un asedio largo si las circunstancias así lo requerían.

  8. #198
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    01-noviembre-2016
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    [Pseudoveltíosis natanatórica, comentario 193]
    La primera fortaleza a la que el nuevo gobernador fijó su mirada fue la de Herodión, situada a tan sólo unos 12 kilómetros al sur de Jerusalén, pero ya dentro del abrupto y compartimentado desierto de Judea. Flavio Josefo nos hace una descripción de la misma, diciendo que se asienta sobre una colina artificial hecha por la mano del hombre y fastuosamente amueblada como palacio, cuyo acceso se realiza a través de 200 escalones de piedra labrada. No obstante, a pesar de poseer cisternas, el agua debía de traerse desde gran distancia. Con la legión X (Fretensis), Basso debió tomar la fortaleza de manera relativamente sencilla, ya que no disponemos de suficientes datos del asedio perpetrado por los romanos contra dicha fortaleza, lo cual induce a pensar que fue bastante rápido. Este palacio-fortaleza de Herodes el Grande, el Herodión (que se traduce como “el pequeño paraíso”), fue construido entre los años 23 y 20 antes de la EC y su destino no sólo era el de palacio fortificado sino también el de mausoleo de Herodes después de su muerte. Su altura es de 758 metros sobre el nivel del mar, y de 300 metros sobre el suelo del desierto que le rodea. Se yergue a 60 metros de altura sobre la cima de una colina natural y estaba formado por 2 murallas paralelas de 65 metros de diámetro, con un torreón circular de unos 16 metros de altura embebido parcialmente dentro de los muros y 3 torres circulares adosadas, aquél y éstas orientadas hacia los puntos cardinales. En el interior de las murallas existía una geometría perfecta que dividía en dos el espacio, dejando la mitad próxima a la torre como un jardín rodeado de columnas y la otra mitad para diversos aposentos orientados hacia el patio y el jardín con la excepción de los baños y de otras pequeñas estancias que se adaptan ambas geometrías (la circular de las murallas y la ortogonal de las estancias palaciegas). El conjunto tenía un aspecto cónico por la acumulación de basura y de escombro que se tiraban desde las murallas, y al recinto fortificado se subía por un pasadizo subterráneo desde el pie de la colina que llevaba desde una entrada abovedada de 5 metros hasta el patio del jardín. El muro tenía 30 metros de altura y 7 plantas, dos de las cuales eran subterráneas. Dentro del patio circular se erigía el palacio, de dos plantas, con un atrio con peristilo. El Herodión Superior formaba un conjunto residencial con el Herodión Inferior, y en este nivel inferior están las ruinas de un palacio, con una piscina de tamaño suficiente para el uso de alguna embarcación, y con almacenes y baños para uso de Herodes, su familia y sus colaboradores de mayor confianza. Como se ha mencionado, el Herodión fue usado como fortaleza sicaria durante la primera revuelta judía (66-73), siendo destruido por los romanos en el año 71.

  9. #199
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    01-noviembre-2016
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    [Pseudoveltíosis natanatórica, comentario 194]
    Tras la toma de Herodión, el siguiente objetivo fue Maqueronte, fortificada originariamente por Alejandro Janeo (125-76 antes de la EC, rey asmoneo o macabeo y sumo sacerdote de los judíos, hijo menor de Juan Hircano y hermano de Aristóbulo I; prosiguió la política de su padre y conquistó y convirtió al judaísmo a los territorios vecinos, expandiendo el reino asmoneo hasta su mayor extensión, bajo una tiranía despiadada marcada por intrigas y luchas internas, especialmente contra los fariseos, a quienes reprimió salvajemente) y reforzada por Herodes tras la destrucción llevada a cabo por Aulo Gabinio (político y militar romano de la primera mitad del siglo I antes de la EC). Sexto Lucilio Basso, atravesó el río Jordán y se dirigió al borde del Mar Muerto, hacia las estribaciones montañosas del sur de Perea, que lindaban con el reino de Nabatea, para poder llegar a la fortaleza. Protegida por una doble muralla y rodeada de barrancos profundos, estaba mejor defendida naturalmente que Herodión, y preparada para soportar un asedio prolongado. En efecto, Basso, consciente de ello, se decidió a sitiarla con el objetivo de conquistar y destruir la fortaleza, situada en su parte más alta, ya que era perfectamente apta para poder acoger a miles de judíos que pudieran resistir firmemente frente a cualquier invasor. Construyó una rampa de asedio, mientras que los judíos (situados en la parte alta habían expulsado a los extranjeros, probablemente nabateos, a la ciudad baja) realizaban algunas incursiones inesperadas para retrasar el trabajo de la misma. En una de ellas, los romanos capturaron a Eleazar ben Yair, miembro de una distinguida familia y uno de los 4 grandes jefes judíos surgidos en el año 68 tras la Revuelta (los otros 3 fueron Juan de Giscala, Simón bar Giora y Eleazar ben Simón), y Basso le amenazó con la crucifixión a la vista de los sitiados, que reaccionaron pidiendo que se respetara la vida de Eleazar a cambio de la entrega de la fortaleza y de que los romanos les dejaran salir libremente. Los extranjeros confinados en la ciudad o ciudadela baja, al no formar parte del acuerdo, trataron de huir por la noche, pero fueron denunciados por los judíos y para no caer en manos de los romanos hubieron de abrirse paso luchando contra éstos, que dieron muerte a 1.700 de ellos y esclavizaron a las mujeres y a los niños. Respecto a los judíos, el pretor al final cumplió el acuerdo y les dejó marchar, entregándoles a Eleazar, tras lo cual ordenó destruir la fortaleza, dejando sólo los cimientos; esto sucedía en el año 72 de nuestra era. Por otra parte, según Flavio Josefo (Antigüedades Judaicas, Libro XVIII, capítulo 5), en esta fortaleza tuvo lugar el encarcelamiento y la posterior decapitación de Juan el Bautista, al parecer en el año 32.

  10. #200
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    01-noviembre-2016
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    [Pseudoveltíosis natanatórica, comentario 195]
    Ya sólo quedaba la fortaleza de Masada, bajo mando sicario desde el año 66, tras la muerte de Menajem su líder principal. Pero cuando Sexto Lucilio Basso se dispone a ir al asalto de la fortaleza, cae gravemente enfermo y fallece. Le sucederá Lucio Flavio Silva (gobernador de Judea desde el 73 al 81 y justo después nombrado cónsul; y, en una etapa posterior, existen indicios de que fuera asesinado por orden de Domiciano), quien se hace cargo como legado de la legión X (Fretensis) con el propósito de que en el tiempo más breve posible asedie Masada y de una vez por todas acabe con cualquier conato de resistencia judía. Masada, fundada por Jonatán Macabeo en el contexto de la revuelta judía contra el Imperio Seleúcida y reconstruida por Herodes el Grande hacia los años 36-30 antes de la EC, se encontraba situada en el territorio de Idumea, cerca de la orilla oeste del Mar Muerto, alzada a una altura de unos 600 metros sobre el nivel del mar. Rodeada de majestuosos precipicios y fuertes pendientes, poseía una situación topográfica que la convertía en un auténtico baluarte en caso de que sucediese algún tipo de revuelta. En efecto, Herodes la reconstruyó con un doble objetivo (según Flavio Josefo): ponerse a salvo en caso de que recibiera algún golpe de Estado, ya que su carácter de extranjero no le hacía precisamente grato al pueblo judío, y el temor de que por entonces la reina de Egipto, Cleopatra, convenciera a Marco Antonio de que depusiera a Herodes y anexionara Judea a Egipto. Para ello, este rey dotó a la fortaleza de un lujoso palacio, construyó un muralla de 6 metros de altura por 4 de anchura que rodease la totalidad de la cima, destinó una parte de la superficie de la meseta al cultivo que se almacenaría para asegurar una buena reserva de víveres, solucionó el problema del abastecimiento de agua con la construcción de cisternas en la roca en donde un acueducto transportaba el agua hacia las mismas desde arroyos cercanos y también dotó a la fortaleza de un arsenal con todo tipo de armas, capaces de pertrechar a 10.000 hombres. Por último, el acceso a la fortaleza era casi imposible, ya que la misma naturaleza se había encargado de hacerlo así; pero existían dos caminos, uno al oeste, custodiado por una gran torre que distaba unos 500 metros de la fortaleza, y otro al este, el conocido “camino de la serpiente”, cuya pronunciada pendiente, estrechez y ondulaciones a manera de culebra dificultaba muchísimo un asalto frontal. Con estas premisas, los romanos se enfrentaban a una misión casi imposible, pero gracias a la táctica, la tecnología y la estrategia del propio legado, pudieron hacer frente al propósito de tomar la inexpugnable fortaleza. En cuanto a los efectivos, sabemos que el grueso del ejército estaba formado por la legión X (Fretensis), que muy posiblemente aun no dispondría de todos los soldados de los que se compondría una legión, por haber participado en el asedio de Jerusalén y en la toma de Herodión y Maqueronte. Además, Lucio disponía de 4 cohortes auxiliares (cada cohorte auxiliar era una unidad de infantería ligera compuesta por unos 500 hombres y proporcionada por los aliados de Roma, y mandada por un prefecto de la comunidad originaria), una cohorte praetoria (guardia personal y escolta del legado de la legión X, Flavio Silva, y también probablemente encargada de la guardia del praetorium o centro de mando de dicho legado), otra cohorte equitata (compuesta de caballería e infantería), otra cohorte miliaria (compuesta por 1.000 hombres) y una última cohorte desconocida, además de 2 alae de caballería, lo que daría un número aproximado de 7.000 u 8.000 hombres, junto con varios millares de prisioneros judíos que servían de porteadores de agua, comida y madera. En cuanto a los rebeldes, parece ser que éstos no llegaban ni siquiera a mil, pues tal vez eran unos 960, incluyendo tanto a sicarios como a ancianos, mujeres y niños bajo el mando de Eleazar ben Yair, acogido como un héroe tras su huída de Maqueronte el año anterior debido al pacto con Basso; pero tenían la gran ventaja de su posición estratégica y de la abundancia de armas y sobretodo víveres y agua, lo que descartaba a todas luces un asedio por hambre o sed.

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