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Tema: Pseudoveltíosis natanatórica.

  1. #151
    Fecha de Ingreso
    01-noviembre-2016
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    748

    Predeterminado

    [Pseudoveltíosis natanatórica, comentario 146]
    Mientras Vespasiano daba los primeros pasos en su campaña, los judíos, eufóricos por la reciente victoria, empezaron a su vez a nombrar generales y mandos para su improvisado ejército y a reclutar varones por todas las ciudades y aldeas de Palestina. Los sacerdotes fariseos y saduceos, y los notables de Jerusalén, viendo ya lo irreversible de la situación, apoyaron sin reservas y decididamente la revuelta, poniéndose al frente de ella, aunque el verdadero poder lo seguían detentando los jefes celotes más extremistas. Se fabricaron armas y flechas, se dió una sumaria instrucción militar a los grupos de jóvenes, se repararon las murallas y se prepararon máquinas de guerra. Pero algunos grupos de antiguos bandidos seguían haciendo la guerra por su cuenta, sobre todo en la región meridional de Idumea. Uno de esos jefes era Simón bar Giora, que se había dedicado anteriormente a saquear las casas y haciendas de los ricos y que luego sería uno de los principales dirigentes de la guerra. La efervescencia del momento impulsó a los judíos a tomar la iniciativa bélica. Un ejército heterogéneo e indisciplinado dirigido por tres jefes de bandas (Níger el pereo, Silas el babilonio y Juan el esenio) se dirigió contra la ciudad de Ascalón, en la llanura filistea o franja de Gaza, que tenía una guarnición romana formada por una cohorte de infantería y un ala o escuadrón (500 jinetes) de caballería. Los romanos, en cuanto los vieron aproximarse, sacaron la caballería, que rechazó sin dificultad a los que se acercaban a las murallas. Allí se enfrentaron la disciplina contra la indisciplina, la experiencia contra la inexperiencia, la caballería (actuando en un terreno extenso, llano y muy apto para el despliegue) contra una infantería mal armada y tan temeraria como inexperta. En el primer choque los hebreos huyeron, y lo que siguió fue una verdadera matanza de los fugitivos por obra de los jinetes romanos, que podían retroceder y maniobrar a voluntad en la extensa llanura. Perecieron, según Josefo, cerca de 10.000 judíos, entre ellos dos de sus generales, Juan y Silas. El resto, heridos en su mayor parte, se refugiaron en una aldea de Idumea. Los romanos sólo tuvieron unos pocos heridos. De nuevo intentaron los judíos el ataque contra Ascalón poco después, y de nuevo fueron desbaratados con miles de pérdidas. Finalmente huyeron de allí, perseguidos por la caballería romana. La derrota había sido casi total, pero el ánimo de los exaltados judíos supervivientes (entre ellos su jefe Níger) estaba intacto y más eufórico que nunca, valorando mucho más el hecho de haber sobrevivido a un choque frontal contra los temibles romanos que el hecho de haber sido estrepitósamente derrotados por éstos.

  2. #152
    Fecha de Ingreso
    01-noviembre-2016
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    Predeterminado

    [Pseudoveltíosis natanatórica, comentario 147]
    En las ciudades galileas del norte, los judíos también se preparaban para hacer frente a los romanos. Desde Jerusalén se les envió como general para toda la Galilea a un sacerdote fariseo llamado Joseph ben Matthías (a saber, el futuro historiador de esta guerra, con nombre romanizado, Flavio Josefo). Este Joseph o Josefo dirigió los preparativos de la defensa de las ciudades, recaudó dinero y amuralló algunas de las principales villas galileas. Pero su autoridad era muy discutida u objetada, especialmente por un galileo llamado Juan de Giscala, jefe de una banda extremista propia. Además, algunas ciudades galileas intentaban todavía nadar entre dos aguas, esto es, dejar abierta la posibilidad de pactar con los romanos, por lo que Josefo, para evitar la desunión, tomó como rehenes a sus personajes principales. La ciudad de Séforis envió mensajeros de paz a Vespasiano, y éste dejó una guarnición de 1.000 jinetes y 6.000 soldados de a pie para proteger la ciudad, y, esta guarnición, después que Vespasiano con el grueso del ejército se habían adentrado más en Galilea, se convirtió en una milicia de rapiñadores, pues desde la ciudad hacían frecuentes salidas para devastar la región, matando a todos aquellos hombres que eran aptos para llevar armas y esclavizando a los demás. Por este motivo, la gente comenzó a huir y refugiarse en las ciudades amuralladas por Josefo. Parece que el ejército de Vespasiano partió en dirección sureste, desde Ptolemaida (Fenicia) hacia Tiberíades (Galilea). Cuando penetró en Galilea, la columna de marcha romana era impresionante y alcanzaba varios kilómetros de longitud. Muchas de las tropas de Josefo huyeron y se dispersaron nada más divisarla, y Josefo y los suyos marcharon a refugiarse en la ciudad de Tiberíades. El ejército romano se dirigió primero contra la ciudad de Gadara, que tomó sin apenas lucha, ejecutando a todos los habitantes varones. Josefo decidió entonces refugiarse en Jotapata, la mejor fortificada de todas las ciudades de Galilea gracias a su propio emplazamiento natural. Esto a pesar de que, inicialmente, el ejército de sublevados con los que llegó a contar Josefo ascendió a unos 100.000 hombres: “Al volver a Jerusalén (se sobreentiende: Después de aplastar a los romanos en Bethorón), los judíos convocaron una asamblea en el Templo, y designaron generales para la guerra. José, el hijo de Gorión, y Anano, el antiguo sumo sacerdote, recibieron autoridad suprema en la ciudad (se sobreentiende: En la ciudad de Jerusalén). Eleazar, hijo de Simón, fue dejado de lado, porque era sospechoso de tiranía. Pero más tarde, y debido a que controlaba gran parte del tesoro público, Eleazar logró el mando supremo. Enviaron a generales para los varios distritos, incluyendo a Josefo, hijo de Matías, que fue enviado a asumir el mando en Galilea. Gobernó este distrito (se sobreentiende: Josefó gobernó el distrito de Galilea) mediante 78 magistrados designados para promover la armonía entre los habitantes. Fortificando todos los lugares defendibles (se sobreentiende: Josefo fortificó lugares estratégicos de Galilea), movilizó un ejército de 100.000 hombres, entre los que introdujo la disciplina militar romana” (“Los escritos esenciales”, tomo II, capítulo XXV, página 286, de Flavio Josefo).

  3. #153
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    01-noviembre-2016
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    [Pseudoveltíosis natanatórica, comentario 148]
    La toma de Gabara debió ocurrir a mediados de la primavera (mayo) del año 67. A continuación, vino el asedio de Jotapata, que fue muy duro. Los judíos luchaban a la desesperada, bien dirigidos por Josefo. Vespasiano desplegó las máquinas de asedio y empezó la construcción de un terraplén que alcanzase la altura de la muralla, según la costumbre militar romana habitual en estos casos. Sin embargo, los judíos hacían frecuentes salidas y retrasaban los trabajos de construcción del terraplén e incendiaban las obras; además, elevaron las murallas todavía más, trabajando en ellas día y noche. Vespasiano estrechó el cerco en torno a la ciudad, para forzar a los sitiados por hambre y sed. Josefo, para desmoralizar a los sitiadores y hacerles ver que tenían provisiones de agua más que suficientes, ordenó a sus hombres que mojasen sus ropas y las colgasen empapadas y chorreantes en las almenas de la muralla. Desalentados, los romanos reanudaron las obras para el asalto. Pero el propio Josefo se daba cuenta de que la caída de la ciudad era cuestión de poco tiempo, e intentó huir, con la excusa de reunir gente en los pueblos de la región y acudir a romper el cerco levantado por los romanos. Sin embargo, Todos los habitantes (hombres, mujeres y niños) se lo impidieron, y tuvo que seguir en su puesto. Los romanos montaron un gigantesco ariete, pero los judíos colgaron sacos llenos de paja para amortiguar los golpes; los romanos dispusieron entonces largas pértigas con guadañas y cortaron las cuerdas de las que colgaban los sacos sobre la muralla; finalmente, los judíos consiguieron romper la cabeza metálica del ariete con una gran piedra que le acertó de lleno; pero los romanos lo repararon. El asedio alcanzaba momentos de gran virulencia, y en uno de ellos el propio Vespasiano fue herido levemente por una flecha en la planta del pie. Las catapultas lanzaban continuamente contra las torres piedras de hasta 50 kilos de peso (una de esas piedras, dice Josefo, alcanzó a uno que estaba junto a él en la muralla, le arrancó la cabeza y envió el cráneo a varios centenares de metros; al día siguiente, una mujer embarazada recibió de lleno el impacto de una de esas piedras en el vientre cuando acababa de salir de su casa, y el feto fue a parar a gran distancia de allí). Por fin, una parte de la muralla cedió, pero los judíos protegieron la brecha con sus cuerpos y los romanos no pudieron entrar. Al día siguiente, Vespasiano ordenó el asalto general. Tras someter a la ciudad a una lluvia de flechas y proyectiles de honda que oscurecieron la luz del día, la infantería romana avanzó y comenzó a tender las escaleras sobre la muralla. Los judíos ensayaron otra cosa (en su obra testimonial histórica, Josefo se atribuye la invención de todos y cada uno de los recursos y estratagemas empleados por los sitiados): arrojar aceite hirviendo sobre los asaltantes. El procedimiento, que no era ninguna novedad, hizo aquí verdaderos estragos entre los soldados romanos que avanzaban en bloque en la clásica formación de testudo o tortuga (cubiertos por todos lados con los escudos, unos sobre otros). El aceite hirviente se metía por debajo de las corazas desde la cabeza hasta los pies y devoraba la carne como si fuera fuego, y los soldados aullaban de dolor y retrocedían saltando sobre sus compañeros, siendo fácilmente alcanzados por las flechas de los sitiados.

  4. #154
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    01-noviembre-2016
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    [Pseudoveltíosis natanatórica, comentario 149]
    Era ya el comienzo del verano del año 67 de nuestra era, y el asedio de Jotapata no progresaba. Sin embargo, un destacamento de 2.000 infantes y 1.000 jinetes enviado por Vespasiano conquistaba una ciudad vecina, Jafa, donde los romanos degollaron a todos los habitantes varones en las calles o en las casas, esclavizando a mujeres y niños pequeños. Otro destacamento, aparentemente al mando de un tal Cerealius, bajó hacia Samaria e hizo una masacre de gentes que se habían reunido en el monte Garizim o Guerizim, la montaña sagrada de los samaritanos; murieron cerca de 10.000 hombres. Se apostaron varias guarniciones romanas, vigilando esta región densamente poblada. Al norte, por fin un desertor judío informó a Vespasiano que los defensores de Jotapata estaban agotados por la continua falta de sueño y por la debilidad, pues el asedio se prolongaba ya por 47 días, en lucha sin descanso por parte de los sitiados, y le dijo que la mejor hora para sorprenderlos era la última de la madrugada, dado que los cansados guardias se quedaban profundamente dormidos. Vespasiano, aunque no se fiaba demasiado, decidió probar. De madrugada, el ejército avanzó hasta la muralla silenciosamente; Tito, el hijo de Vespasiano, junto con uno de sus tribunos y unos pocos soldados escogidos, subieron al muro, mataron a los centinelas, entraron en la ciudad y abrieron las puertas de ésta con sigilo. Tras ellos empezaron a entrar, en grupos, más y más soldados. Al amanecer, en medio de una densa niebla que se había declarado, el ejército romano entró en la ciudad y muchos de sus habitantes se dieron cuenta de ello en el preciso momento en que eran degollados. No se perdonó a nadie, y los romanos empujaban a la gente cuesta abajo por las estrechas callejuelas, donde al apiñarse eran fácilmente masacrados. Algunos de los soldados judíos de la guardia personal de Josefo se suicidaron. Los romanos sólo tuvieron un muerto en este asalto final, a saber, un centurión que, al intentar sacar a un judío que se había refugiado en una cueva, fue herido por éste con una lanza por debajo de la ingle. En los días siguientes, los romanos buscaron a todos los escondidos en las cuevas y cloacas de la ciudad y mataron a todos los que encontraron, excepto a mujeres y niños pequeños (que eran más de un millar de supervivientes). La cifra total de muertos judíos en Jotapata fue, según Josefo, de unas 40.000 personas. La ciudad fue demolida por orden de Vespasiano. Eran los últimos días del julio del año 67. Se buscó por todas partes al general Josefo, pero no aparecía. Se había refugiado con algunos de sus soldados en una cueva de difícil acceso. Los romanos se enteraron por las confidencias de una mujer, e intentaron convencerle para que saliera y se entregara por mediación de un tribuno, antiguo conocido suyo. Pero los demás soldados judíos que estaban con Josefo no se lo permitieron y le amenazaron de muerte con sus espadas si intentaba salir. Los romanos, enfurecidos, querían pegar fuego a la cueva, pero el tribuno los contuvo, pues estaba empeñado en cogerlo vivo. En el interior de la cueva, Josefo intentó al principio convencer a sus compañeros con palabras, hablando acerca de la ilicitud moral del suicidio, pero ante semejante discurso religioso-filosófico ellos estuvieron a punto de matarle allí mismo. Es el propio Josefo el que cuenta lo que sucedió y cómo consiguió librarse de la muerte a manos de los suyos: a uno de ellos le llamó por su nombre, a otro le miró con mirada de jefe, a otro le cogió de la mano derecha y a otro le suplicó, y de este modo consiguió apartar de su cuello todas las espadas. No cabe duda de que este hombre tenía grandes cualidades histriónicas y un gran poder de persuasión con la palabra y los gestos, al tiempo que un buen conocimiento de la psicología humana. De todas formas, viendo que no era posible convencerlos, fingió cambiar de actitud y les propuso una solución intermedia: que se suicidaran todos por sorteo, siguiendo un orden, de manera que el segundo matase al primero, el tercero al segundo, y así sucesivamente; y de esta forma no sería exactamente un suicidio. A todos les pareció bien la idea. No sabemos cómo (Josefo no lo dice), pero el caso es que él mismo se las arregló para salir elegido entre los dos últimos. Uno a uno fueron dándose muerte sucesivamente, y al final quedaron sólo Josefo y otro más, a quien no le costó convencerle de que se entregasen a los romanos, cosa que hicieron a continuación (no obstante, ésta es la versión del propio Josefo acerca de lo sucedido en la cueva, y no puede descartarse que incluso sea una semblanza acomodaticia y tergiversada de los hechos). Lo más grotesco del caso es que, cuando se enteraron en Jerusalén de la caída de Jotapata, tributaron a Josefo unos funerales de honor, con un duelo de 30 días. Más tarde, sin embargo, al ser informados de que estaba con los romanos y colaboraba con ellos, fue considerado un verdadero enemigo público de los judíos.

  5. #155
    Fecha de Ingreso
    01-noviembre-2016
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    [Pseudoveltíosis natanatórica, comentario 150]
    El jefe judío, Josefo, que tenía por entonces unos 32 años de edad, fue conducido ante Vespasiano. Y cuando ya el general romano había dispuesto enviárselo prisionero a Nerón, al astuto Josefo (encadenado como estaba) se le ocurrió una inspiración que le resultó muy providencial: pidió hablar a solas con él de algo muy reservado, y Vespasiano hizo salir a todos excepto a su hijo Tito y a dos amigos de toda confianza. Entonces Josefo, dándoselas de profeta, le dijo: “Me mandas a Nerón. ¿Para qué? Después de Nerón no quedará ningún sucesor excepto tú. Tú, Vespasiano, serás el César y emperador, y también lo será tu hijo aquí presente”. Aunque todo tenía el aspecto de una invención del sinuoso judío para evitar el castigo que le esperaba en Roma, el caso es que Vespasiano (que sin duda había pensado más de una vez en esa posibilidad, que colmaba las aspiraciones de cualquier general romano lo suficientemente ambicioso) decidió retener al judío junto a sí, en espera de que se cumpliese su profecía. De momento no le liberó de las cadenas, pero él y Tito le regalaron ropas nuevas y le trataron con ciertas atenciones (con el tiempo la predicción se cumpliría, y Joseph ben Matthías, con su nuevo nombre romanizado de Flavio Josefo, se convertiría en un protegido de los nuevos emperadores flavios durante largos años en Roma: Vespasiano, Tito y Domiciano).

  6. #156
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    01-noviembre-2016
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    [Pseudoveltíosis natanatórica, comentario 151]
    A finales de julio del año 67, tras la toma de Jotapata y la sumisión de la Galilea occidental, Vespasiano levantó el campamento y se dirigió a Ptolemaida, y de allí a la ciudad costera de Cesarea. Dejó en Cesarea las legiones V y X para que invernaran allí y envió la legión XV a Escitópolis con el mismo objeto. No obstante, en las ruinas de la ciudad costera de Jope (que fue destruída por Cestio Galo durante el inicio de su campaña, el año anterior, es decir, durante su aproximación a Jerusalén) se aglutinaron numerosos fugitivos judíos huídos de la Galilea reconquistada por Vespasiano y la reconstruyeron burda y rápidamente, fletando y reuniendo embarcaciones que dedicaron a la piratería en las costas; y asaltaban el tráfico marítimo entre Siria-Fenicia y Egipto. Por lo tanto, se hizo objetivo de importancia militar este peligro, que minaba las rutas costeras de Palestina y Fenicia y obstaculizaba las comunicaciones con Egipto. Vespasiano, entonces, envió una fuerza romana al mando del general Trajano, legado de la legión X (Fretensis), que ocupó la ciudad rápidamente, antes de la caída de la noche; y los bandidos huyeron en sus barcos. Al alba, se libró una batalla naval ante las costas de la ciudad que terminó con la derrota y destrucción de las naves judías, en buena parte debido a una tempestad que hizo encallar las naves judías contra las rocas, destrozándolas. Aquéllos de los náufragos que vinieron de vuelta hacia la playa, para no ahogarse, fueron muertos por los romanos. En total, parece que murieron 4.200 piratas, tragados por el mar o a manos de los soldados. Finalmente, y por orden de Vespasiano, quedó una guarnición romana allí, en Jope, en prevención de alguna presumible acción de piratería futura. Ahora bien, la fuerza romana apostada en la ciudad pasó a convertirse en un azote devastador y expoliador para las poblaciones judías de los alrededores.

  7. #157
    Fecha de Ingreso
    01-noviembre-2016
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    [Pseudoveltíosis natanatórica, comentario 152]
    Tras la toma de Jotapata y la sumisión de la Galilea occidental, los romanos se aprestaron a organizar las siguientes operaciones en torno a la Galilea oriental y otras regiones más alejadas del país. La siguiente operación, realizada a comienzos de agosto del 67, fue marchar hacia Cesarea de Filipo, en donde Agripa II proporcionaría ayuda y colaboración a los romanos. Desde allí, Vespasiano mandó a su hijo Tito a tomar la ciudad de Tiberiades y más tarde Senabris o Tariquea, tomándola, a esta última, por asalto y sometiendo a los sobrevivientes a la esclavitud. A finales de agosto, tras varios enfrentamientos sangrientos en el mar de Galilea a bordo de balsas y barcazas (que resultaron en grandes estragos para los judíos), el dominio de este lago quedó en poder de los romanos. Para el mes de septiembre sólo quedaban Gamala (en el reino de Agripa) y Giscala (al norte de Galilea). Gamala había sido fortificada por Josefo y por ese motivo supuso un escollo infranqueable para Agripa, quien no contaba con una fuerza militar suficientemente poderosa para tomar la ciudad. Entonces, aparentemente hacia finales de septiembre o primeros de octubre del 67, Vespasiano sitió Gamala con las 3 legiones V, X y XV, y comenzó a levantar terraplenes para el asedio. Agripa intentó parlamentar con los sitiados, pero éstos le lanzaron piedras y una de ellas le golpeó en el codo. Los romanos, pues, acometen contra Gamala, pero sufren una serie de reveses e incluso Vespasiano es atrapado en la ciudad y tiene que luchar para salir de ella, muriendo en ese intento un comandante suyo llamado Aebutius, quién había luchado antes contra Josefo en la toma de Jotapata. Las tropas romanas se desmoralizan y Vespasiano tiene que arengarlas, diciéndoles que ellos no pueden esperar ganar siempre fácilmente y que en realidad las pérdidas romanas son insignificantes en comparación con las miríadas de rebeldes muertos y que, por tanto, deben recobrar el valor que caracteriza a los buenos soldados y dejar de portarse como afeminados. Ante esto, el asedio es renovado y la gente comienza a huir de la ciudad por barrancos y pasos subterráneos. En el ínterin, Tito se encontró con Mucianus en Siria, quien sustituía a Cestio Galo por orden de Nerón como gobernador de dicha provincia (pues, poco después del desastre de Bethorón, Cestio murió, probablemente durante el invierno del año 67). También, Placidus, que había sido enviado por Vespasiano hacia el suroeste, tomó una fortificación que había sido levantada por orden de Josefo en el monte Tabor;y no se dejó engañar por los defensores, que pretendieron salir para hablar con él en términos de rendición cuando en verdad estaban organizados para un ataque por sorpresa; pero Placidus puso una emboscada contra ellos y los derrotó, y muchos de los insurrectos huyeron a Jerusalén, quedando sólo en el lugar los naturales, los cuales se rindieron pacíficamente. Por su parte, entrados ya en la segunda semana de noviembre del 67, aunque la defensa de Gamala estaba muy debilitada, el sitio de la ciudad continuó hasta que 3 soldados de la legión XV entraron sigilosamente al amanecer y socavaron una torre. Entonces, los guardias de la ciudad huyeron y los 2 líderes que comandaban a los rebeldes murieron. A continuación, el día 11 de noviembre del año 67, el ejército romano entró en Gamala y se produjo un suicidio masivo de los habitantes de la ciudad. Los romanos, además, mataron a 4000 personas. Sólo dos mujeres sobrevivieron, que resultaron ser sobrinas del hijo de un tal Filipo de Jacimus, un comandante de Agripa. Tras su regreso de Siria, Tito avanzó contra Giscala, la última ciudad rebelde, y le ofreció la posibilidad de rendirse explicándole que las demás ciudades, más fuertes que ésta, ya habían caído. Juan de Giscala respondió a la propuesta solicitando que se concediera un plazo hasta el día siguiente, pues el día actual era sábado. Tito estuvo de acuerdo y se retiró, pero Juan aprovechó la oportunidad para huir antes de la caída de la noche, con sus zelotes seguidores armados y con sus familias. Se dirigieron hacia Jerusalén, pero Tito los persiguió con una fuerza de caballería y mató a 6.000 de ellos, y capturó a 3.000 mujeres y niños; pero Juan se escapó y llegó a Jerusalén. Finalmente, Tito entró en la ciudad y la aseguró con una guarnición. Oficialmente, antes de la llegada de diciembre del 67, la campaña romana de Galilea se dio por terminada.

  8. #158
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    01-noviembre-2016
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    [Pseudoveltíosis natanatórica, comentario 153]
    Hacia finales de noviembre del 67, Tito regresó a Cesarea desde Giscala y Vespasiano emprendió una campaña por la costa, bajando desde Cesarea hacia el sur de Jope (o Joppa, tomada por Trajano a mediados del verano del mismo año y donde ahora residía una guarnición romana) y sometiendo a las ciudades de Jamnia (Yamnia) y Azotus; y luego regresó a Cesarea con un gran número de cautivos, quienes habían acordado su rendición sin presentar batalla; entonces, Vespasiano y todo el ejército se dispusieron a invervar (descansar durante el invierno en Cesarea, antes de acometer la campaña de Judea). Pero previamente, y para asegurarse el control de toda Palestina y el fin de toda insurrección en el territorio reconquistado, redujo los últimos islotes de resistencia judía en Perea enviando al tribuno Plácido a tomar su capital, Gadara, y dejando sólo subsistir la fortaleza de Maqueronte (Machaerus). Entretanto, los rebeldes galileos se refugiaron en Jerusalén y también lo hizo Juan de Giscala entre ellos; sin embargo, los judíos, lejos de mantener la unidad frente a los romanos, con la llegada del tal Juan (recordemos que este personaje, jefe de una banda extremista, le presentó a Josefo en Galilea una gran oposición poco antes del avance de Vespasiano) dieron comienzo a una lucha de poder entre facciones que provocó enfrentamientos en el interior de la ciudad de David (es decir, Jerusalén). Esto llegó a oídos de Vespasiano, pues las disputas en Jerusalén eran bastante notorias; y ante esto, algunos comandantes romanos creyeron oportuno que Vespasiano atacara la ciudad de David y la tomara sin más dilación, argumentando que la providencia divina estaba a favor de Roma; pero Vespasiano fue muy cauteloso y prudente, y decidió esperar tranquilamente durante todo el invierno del 68 para dar tiempo a que las distintas facciones judaicas se debilitaran entre sí (lo cual hicieron, efectivamente, llegando incluso a provocar matanzas intestinas en Jerusalén; y más, porque, debido a que los líderes de los distintos grupos en disputa no sentían ahora ninguna necesidad de protegerse de un eventual e inminente ataque romano, querían resolver definitiva, estúpida y rápidamente el asunto del liderazgo por la fuerza de las armas, antes de que un tal ataque romano se produjera; y de hecho las luchas entre facciones se recrudecieron y se hicieron muy sangrientas, y como consecuencia las reservas de grano de la ciudad fueron destruídas o quemadas, los alrededores del templo arrasados y más de 20.000 judíos perdieron la vida). Por lo tanto, los romanos esperaron y miraron; y entonces Vespasiano comentó: “Dios es mejor general que yo, pues nuestros enemigos se destruyen entre sí con sus propias manos”. Aparentemente, la fuente de información de Vespasiano fueron los muchos judíos que desertaron de Jerusalén y se entregaron a los romanos, suplicando que se protegiera a la ciudad de la violencia de los rebeldes y se rescatara al resto de sus habitantes, pues éstos no apoyaban la insurrección y desgraciadamente se encontraban atrapados en la metrópoli, en medio de unas condiciones que empeoran de día en día y que se extendían incluso a las pequeñas poblaciones circundantes.

  9. #159
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    01-noviembre-2016
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    [Pseudoveltíosis natanatórica, comentario 154]
    Lo cierto es que la huida de Juan de Giscala y sus seguidores hacia Jerusalén, donde fue acogido como un héroe, trajo malas consecuencias para los apoyadores de la rebelión contra Roma, pues este individuo instigó una purga entre muchos notables de la ciudad, a los que acusó de colaboración con los romanos y muchos de ellos fueron ejecutados sin juicio previo. La capital judía quedó dividida entre los grupos zelotes más exaltados y extremistas, que eran dueños de la gran explanada del Templo, y los grupos moderados dirigidos por los sacerdotes. Los zelotes llamaron en su ayuda a 20.000 idumeos (éstos eran descendientes de los pobladores del noroeste de Edom o Idumea que el gobernante macabeo Juan Hircano subyugó y obligó a aceptar el judaísmo a finales del siglo II antes de la EC, y, como prosélitos judíos, fueron incorporados a la parte sur del territorio de Judea), que lograron entrar una noche en Jerusalén tras abrírseles las puertas desde dentro, llevando a cabo una matanza general de sacerdotes, de seguidores de éstos y de supuestos simpatizantes de los romanos. En efecto, Una vez que Juan de Giscala llegó a Jerusalén, se desató un enfrentamiento entre los saduceos y los zelotes y sicarios, porque estos últimos culparon a los primeros de la pérdida de Galilea y por intentar convencer al pueblo de la necesidad de una guerra más arriesgada contra los romanos. El enfrentamiento se extendió por toda la ciudad, y a pesar de que las autoridades judías intentaron por todos los medios que la sangre “no llegara al río”, a través de discursos como los del fariseo Simeón ben Gamaliel (parece que éste fue posteriormente conocido como el Rabban Shimon ben Gamliel I, nacido el año 10 antes de la EC y fallecido el año 70 de la EC, hijo primogénito y sucesor en la presidencia del Sanedrín de Gamaliel el Viejo, quien murió en el año 50 de la EC y fue probablemente el famoso Gamaliel que se menciona en el libro sagrado de los Hechos de los Apóstoles, capítulo 5, versículo 34) o los de los sumos sacerdotes Anás y Jesús, los zelotes, decididos por la causa hasta el final fueron eliminando a los sospechosos de simpatizar con Roma, lograron hacerse con el poder político, convocaron al pueblo y decidieron elegir, por sorteo, a un nuevo Sumo Sacerdote llamado Fanías, que parece ser que no descendía de ningún miembro del Sanedrín y no tenía ni idea del oficio sacerdotal, con lo que fue elegido de manera oportunista para el cargo, a sabiendas de que no estaba preparado para ello. No obstante, los zelotes, descontentos aún, y estando en inferioridad numérica, pidieron ayuda a los idumeos suplicándoles que se unieran en alianza con ellos, con la excusa de que en los ambientes sacerdotales estaban urdiendo entregar la ciudad a los romanos; pero al llegar los idumeos a las puertas de Jerusalén y siendo descubierta su asociación con los zelotes, no se les permitió entrar. Sin embargo, la noche siguiente, en medio de una gran tormenta, los zelotes consiguieron abrir las puertas y dejarlos pasar; y una vez entrados, se cometieron todo tipo de barbaridades, saqueos y asesinatos, sobretodo dirigidos hacia los más ricos y notables, produciéndose también una gran matanza depurandora en la ciudad en la que cayeron entre otros los sumos sacerdotes Anás y Jesús. Finalmente, los idumeos mismos, asqueados de ver tantas atrocidades perpetradas por los zelotes fanáticos contra ciudadanos honrados, no quisieron saber más de los zelotes y se retiraron. Por su parte, los zelotes, con Juan de Giscala al mando, consiguieron el control absoluto de la ciudad.

  10. #160
    Fecha de Ingreso
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    Predeterminado

    [Pseudoveltíosis natanatórica, comentario 155]
    A finales de marzo del 68, Vespasiano se dispuso a reiniciar la campaña de Judea y marchar hacia Jerusalén, habiendo ya sometido a otras partes estratégicas del país para prevenir ataques. Entonces llegan a sus oídos noticias de una rebelión contra Nerón en la Galia, llevada a cabo por su gobernador, Julio Vindex, quien está asqueado de los derroches y las excentricidades del emperador; sin embargo, Vindex mismo rehusaría más tarde ser proclamado emperador por sus soldados. Iniciada la primavera, Vespasiano se mueve hacia el sur por el lado occidental, donde las planicies del terreno costero son altamente favorables para el despliegue de sus tropas. Toma la ciudad de Antipatris en 2 días, luego somete a Tamna, Lyda, Jamnia (Yamnia) y Ammaus (Emmaus o Emaús) en poco tiempo, hace frecuentes incursiones sobre Idumea y toma 2 pueblos en el corazón de ella, Betabris y Cafartoba, matando a más de 10.000 pobladores, capturando a 1.000 de ellos y expulsando al resto, y colocando finalmente una división de sus tropas para que dominara preventivamente toda la colina de este país. A principios de junio del 68 Vespasiano vuelve a Ammaus y luego atraviesa Samaria y pasa cerca de Neápolis, alcanzando Corea (Coreae o Nablus) por la frontera de Judea. Acampa allí el 20 de junio del 68 y al día siguiente llega a Jericó, sumándose a las fuerzas de Perea comandadas por el general Trajano. Los habitantes de Jericó y del área circundante huyen a las colinas cercanas a Jerusalén. Vespasiano visita el Mar Muerto (Lago Asphaltitis) y comprueba sus propiedades sigulares, entre las que destaca el hecho de que la gente que no sabe nadar flota sobresalientemente en el agua profunda; luego establece guarniciones en Jericó y Adida (a unos 32 kilómetros al noroeste de Jerusalén) y envía a Lucius Annius a tomar Gerasa, quién mata a 1.000 jóvenes, captura mujeres y niños, incendia las casas y a continuación acomete contra los pueblos circundantes. Ahora, la ciudad de Jerusalén ha sido aislada; pero entonces Vespasiano recibe noticias del fallecimiento del emperador Nerón, acaecido el 9 de junio del 68.
    Última edición por Etic; 13-sep.-2017 a las 04:08

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