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Tema: Pseudoveltíosis natanatórica.

  1. #141
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    01-noviembre-2016
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    [Pseudoveltíosis natanatórica, comentario 136]
    Abundando en la misma idea, el apóstol Pablo, dirigiéndose a la comunidad de Roma, animó a sus hermanos en la fe a superar la prueba satánica de la intentona de separarlos mediante tribulaciones del amor o apego a Jesucristo, y, si lo conseguían, entonces negarían los argumentos del Acusador en contra de ellos ante los tribunales celestiales (en el sentido de que el impulso dominante de aquellos cristianos, así como de todo ser humano sin excepción, es egoísta o egocéntrico por naturaleza): «El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no habrá de darnos generosamente, junto con él, todas las cosas? (se sobreentiende: El apóstol habla animadoramente a los cristianos romanos, dando a entender que Dios tiene confianza en ellos y que por eso ha pagado un rescate mediante su Hijo incluso antes de que ellos demuestren su fidelidad ante los tribunales celestiales, y también les tiene reservado un premio celestial, a la espera de poder concedérselo). ¿Quién acusará a los que Dios ha escogido? Dios es el que justifica (se sobreentiende: El apóstol menosprecia los argumentos del Acusador, dando a entender que Dios, que conoce bien la naturaleza humana, sabe que los tribunales celestiales terminarán por justificar o hacer justa la conducta de los cristianos fieles de Roma en su mayoría, pues éstos manifestarán fidelidad bajo las pruebas satánicas, las cuales llegaron a ser de talante neroniano). ¿Quién condenará? Cristo Jesús es el que murió, e incluso resucitó, y está a la derecha de Dios e intercede por nosotros (se sobreentiende: El apóstol da a entender que en los tribunales celestiales, presididos por Dios, Jesucristo se esmera en actuar como defensa jurídica o Intercesor a favor de los cristianos, contra la parte acusadora o demoníaca; y como colectivo de espectadores y como jurado están todas las demás criaturas angélicas del suprauniverso). Así está escrito: “Por tu causa siempre nos llevan a la muerte; nos tratan como ovejas para el matadero” (se sobreentiende: La causa que aquí se menciona es de índole judicial universal y se refiere a un ataque de desacreditación lanzado por Satanás contra Dios, como ya se ha comentado). Sin embargo, en todo esto somos más que vencedores por medio de aquél que nos amó. Pues estoy convencido de que ni la muerte ni la vida, ni los ángeles ni los demonios, ni lo presente ni lo por venir, ni los poderes, ni lo alto ni lo profundo, ni cosa alguna en toda la creación, podrá separarnos del amor que Dios nos ha manifestado en Cristo Jesús nuestro Señor» (Epístola de Pablo a los romanos, capítulo 8, versículos 32 a 38; nueva versión internacional de la Biblia, de 1978).

  2. #142
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    [Pseudoveltíosis natanatórica, comentario 137]
    También, Pablo habló de cristianos de Roma que se torcerían en su fidelidad y actuarían de manera contraria a la enseñanza de Jesucristo. Éstos habrían de ser evitados, puesto que tenían el poder de corromper a sus compañeros y obviamente eran una buena herramienta en manos del Acusador; de hecho, se puede decir que, aunque participaban en las actividades propias del discipulado cristiano, en realidad se estaban posicionado, tal vez sin percatarse plenamente de ello, dentro de las filas de la simiente serpentina. No obstante, las duras y extremas dificultades persecutorias que habrían de venir tendrían adicionalmente el efecto de hacer que esos desleales completaran del todo su posicionamiento en el seno del bando opositor a la descendencia de la mujer simbólica: “Les ruego, hermanos, que se cuiden de los que causan divisiones y dificultades, y van en contra de lo que a ustedes se les ha enseñado. Apártense de ellos. Tales individuos no sirven a Cristo nuestro Señor (se sobreentiende: No cumplen las directrices que Jesucristo dio a sus discípulos y a sus futuros seguidores), sino a sus propios deseos. Con palabras suaves y lisonjeras engañan a los ingenuos. Es cierto que ustedes viven en obediencia, lo que es bien conocido de todos y me alegra mucho; pero quiero que sean sagaces para el bien e inocentes para el mal. Muy pronto el Dios de paz aplastará a Satanás bajo los pies de ustedes (se sobreentiende: El apóstol señala a un tiempo futuro, relativamente corto en comparación con los milenios que llevaba en existencia el conflicto que se desarrolló en Edén y que dio lugar a la mayoritaria descendencia terrestre satánica y a la minoritaria y perseguida descendencia terrestre de la mujer simbólica; un tiempo, pues, que se extiende más allá del fin del mundo venidero y que culmina con la extinción o muerte de todos los demonios según el Apocalipsis; y, además, en dicho tiempo o sazón los cristianos glorificados, junto con Jesucristo, poseedores de cuerpos extraordinariamente poderosos del suprauniverso, como se desprende de los escritos de Pablo, se encargarían de llevar a cabo el exterminio completo, definitivo e irreversible de esas fuerzas inteligentes y diabólicas del mal). Que la gracia de nuestro Señor Jesús sea con ustedes” (Epístola a los romanos, capítulo 16, versículos 17 a 20; nueva versión internacional de la Biblia, de 1978).

  3. #143
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    [Pseudoveltíosis natanatórica, comentario 138]
    Por otro lado, la situación de los cristianos atrapados en Jerusalén en noviembre del año 66 EC no podría ser vista desde los tribunales celestiales bajo el mismo prisma que la de los cristianos romanos del año 64 bajo Nerón. Por ejemplo, el entero sistema religioso judaico de aquellos tiempos estaba bajo maldición a causa del asesinato del Mesías y a causa de la insidiosa y maligna persecución que había mantenido contra los seguidores de éste; y, además, sumaba contra sí mismo el agravante de que, por instigación del estamento sacerdotal, la gente agolpada ante Pilato, a principios de la década de los años 30 del primer siglo, pidió la muerte de Jesús con desafiante descaro, al hacerse merecedora por voluntad propia de que la sangre del Inocente cayera sobre el pueblo. En consecuencia, con la llegada del año 66, e incluso poco antes de ese año, el clima social de Judea presentaba claros síntomas de pérdida de la protección divina y galopante decadencia con muerte en perspectiva; una muerte de índole nacional y religiosa que el imperio romano iba a materializar, con terribles e indescriptibles sufrimientos para el pueblo israelita, consecuencia de un juicio con sentencia capital o fatal emitido en los tribunales celestiales (consenso de criaturas del suprauniverso). Ante tal decisión, pues, nada se podría alegar entonces contra la acción bondadosa de Jesucristo, en nombre de Dios el Padre, de proteger a los cristianos atrapados en Jerusalén de ese juicio condenatorio; y para ello, simplemente, se hizo abortar la primera intentona de Roma de aplastar la gran rebelión judía. Pero, casi 4 años más tarde, el general Tito sitió la llamada “ciudad santa” y, a pesar de sus deseos de preservar el Templo como joya arquitectónica del Imperio, el control de la furia de sus tropas se le escapó de las manos, quizás por instigación angélica, y tanto ese templo como la entera ciudad acabaron triturados y quemados, teniendo como telón de fondo una masacre de proporciones descomunales, nunca antes vista en los asaltos sufridos por dicha ciudad y que jamás volvería a repetirse en el futuro, como señaló Jesucristo proféticamente poco antes de su muerte, dado que con esa destrucción concluía la sentencia condenatoria elaborada en los tribunales celestiales. En consecuencia, la objeción suscitada sólo encuentra una respuesta convincente, a partir de las sagradas escrituras, tomando en consideración la presencia y deliberación, más allá de este universo, de millones de seres sobrehumanos que componen el más alto tribunal que podamos imaginar y que aquí hemos denominado “cortes celestiales”. Es por eso que el apóstol Pablo, en una de sus misivas, escribió: “Por lo que veo, a nosotros los apóstoles de Dios nos ha hecho desfilar en el último lugar, como a los sentenciados a muerte. Hemos llegado a ser un espectáculo para todo el universo, tanto para los ángeles como para los hombres (se sobreentiende: Existía, y existe, una gran expectación por los acontecimientos humanos en la Tierra que interesa a los ángeles, esto es, a las criaturas que integran los tribunales celestiales, y que tienen que ver con la salvación eterna)” (Primera epístola de Pablo a los cristianos corintios, capítulo 4, versículo 9; nueva versión internacional de la Biblia, de 1978).

  4. #144
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    [Pseudoveltíosis natanatórica, comentario 139]
    Eusebio, en su “Historia eclesiástica”, afirma que los cristianos de Jerusalén y de Judea, ante el ataque y subsiguiente fracaso de Cestio Galo en su campaña contra la ciudad santa, huyeron masivamente a la localidad de Pela, ubicada en la montañosa frontera del norte de Perea con la Decápolis. Ellos sabían, por lo que Jesucristo dijo poco antes de su muerte, que tanto la ciudad como el entero sistema nacional y religioso judío, con su imponente Templo o centro emblemático, habían sido abandonados de la mano de Dios y ya no contaban con la protección del Todopoderoso. Sin embargo, para la inmensa mayoría del pueblo judío de aquella época la derrota de Cestio Galo fue interpretada como una reacción de Dios contra los profanadores de su Templo y como una victoria aplastante que provenía del cielo. Por lo tanto, mientras los cristianos se marcharon lejos de la ciudad y se mantuvieron a buena distancia de ella, los judíos en general interpretaron los acontecimientos como señales sobrenaturales indicadoras de que Dios iba a librarlos del yugo de Roma y posiblemente hacer resurgir o restaurar el reino de Israel en todo su esplendor. En realidad, no se percataron de que estaban siendo afectados por un espejismo, es decir, por una visión engañosa producida por una mejoría premortem que en breve iba a desembocar en la peor tribulación experimentada por Jerusalén en toda su historia, ya pasada o ya futura. La fe en Jesucristo les hubiera evitado semejante catástrofe.
    Última edición por Etic; 01-sep.-2017 a las 07:09

  5. #145
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    [Pseudoveltíosis natanatórica, comentario 140]
    La retirada de Cestio Galo fue humillante y muy costosa para los romanos, y una gran vergüenza que Roma no iba a perdonar de ningún modo (entre otras cosas porque había abierto una enorme grieta en el ejercicio de autoridad y dominio del Imperio sobre las demás provincias conquistadas, y consecuentemente demandaba un escarmiento ejemplar). Recordemos que los judíos atacaron la retaguardia del ejército de Cestio durante gran parte del camino hasta Gabaón y provocaron una verdadera masacre en las últimas filas. Murieron varios tribunos y comandantes romanos y, para poder escapar, tuvieron que abandonar gran parte de los bagajes del ejército. Los enemigos estaban por todas partes, y Cestio, para huir con más rapidez, ordenó abandonar todo lo que no fuera necesario. Se mataron a las mulas, a los burros y a otras bestias de carga, excepto a las que llevaban las máquinas de guerra y las municiones, y con tremendas dificultades llegaron a las cercanías de Bethorón, una población situada al final de un largo desfiladero. Allí se produjo lo peor: los judíos hostigaron a los romanos en los lugares angostos que éstos tenían que atravesar y les lanzaron grandes cantidades de flechas y proyectiles. Los soldados, y en especial la caballería, tenían que estar más atentos a no resbalar y caer por los barrancos y precipicios que a la propia lucha y defensa. La llegada de la noche salvó al ejército de Cestio Galo, que pudo llegar por fin a Bethorón. Allí, Cestio se dispuso a convertir la retirada en una verdadera huida y para ello dejó 400 soldados en los tejados de las casas, con órdenes de gritar las voces habituales de los centuriones en los campamentos, para que los judíos creyeran que todo el ejército permanecía aún allí; y mientras tanto él y el ejército avanzaron varias millas en silencio al amparo de la noche. Al amanecer, cuando los judíos vieron el campamento vacío, mataron a flechazos a los 400 soldados que allí quedaron y corrieron detrás de Cestio, que apresuraba la marcha y les sacaba cierta ventaja. Aun así, tuvo que abandonar las catapultas y otras máquinas de guerra, de las que se apoderaron los judíos. Finalmente, el ejército romano consiguió llegar a la llanura costera, cerca de Antípatris, donde la caballería podía desplegarse, y los judíos desistieron de la persecución. Las pérdidas judías fueron pocas; los romanos, en cambio, tuvieron varios miles de bajas en la infantería y varios centenares en la caballería. Fue la mayor derrota sufrida por los romanos desde su llegada a Palestina 130 años antes, y fue además la más bochornosa; pero sería también la última.

  6. #146
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    [Pseudoveltíosis natanatórica, comentario 141]
    El legado propretor de Siria, Cestio Galo, cometió graves errores al aventurarse con sus tropas en retirada por las colinas de Bethhorón. Los romanos, que eran imbatibles en terreno despejado por su disposición táctica formando 3 líneas intercambiables, tenían un punto débil: si les atacaban en plena marcha no podían formar las líneas y se exponían a ser derrotados. Y eso fue precisamente lo que ocurrió. No obstante, haciendo uso de su soberbia disciplina, consiguieron reagruparse y salir del atolladero, pero tuvieron que abandonar su caravana de provisiones y el equipo pesado, que los judíos llevaron en triunfo a Jerusalén. Ebrios con su éxito, pero sabiendo que Roma era imbatible en campo abierto, se dispusieron a resistir atrincherados tras los muros de la Jerusalén y de otras ciudades fortificadas sin comprender que los romanos, maestros absolutos del arte del asedio, tenían todas las de ganar. Parece que esperaban la protección divina y creían que cuando los romanos regresaran a tomar venganza Dios los derrotaría nuevamente, devolviendo a la ciudad el antiguo esplendor que tuvo bajo el reinado de Salomón. Aparentemente, muchos sublevados estaban erróneamente persuadidos de que el reinado del Mesías, del que hablaron los profetas, estaba a punto de llegar y que éste restauraría a Jerusalén y a todo el territorio de Israel a la condición bendita que alcanzó en los días de David y Salomón. Como no escucharon al hombre de Nazaret, el verdadero Mesías, ahora estaban en vías de acarrearse contra sí mismos la peor aflicción de toda su historia. Por ejemplo, en el desastre romano de Bethorón, el cual pudo haber acontecido sobre el 25 de noviembre del año 66, la legión XII (Fulminata) fue diezmada y perdió además su emblema (el águila), y aunque no fue disuelta (debido a la valentía de 400 de sus hombres que cubrieron la retirada), sí sufrió un importante desprestigio, del que intentó resarcirse posteriormente cuando fue incorporada al ejército de Tito con vistas al asedio de Jerusalén en el año 70. Por lo tanto, la ira del ejército romano que asoló a esta ciudad en ese año 70 rezumaba una ira extrema contra los judíos acorralados tras sus murallas, lo cual nos trae a la memoria las siguientes palabras de Jesucristo: “Ay de las que están embarazadas y de las que están criando en esos días. Porque habrá una gran aflicción en la Tierra (se sobreentiende: en la tierra de Judá) e ira contra este pueblo” (Evangelio según Lucas, capítulo 21, versículo 23; Biblia Peshitta).

  7. #147
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    [Pseudoveltíosis natanatórica, comentario 142]
    Tras el desastre romano en Bethorón, muchos judíos que estaban vacilantes de rebelarse contra Roma se unieron ahora a los rebeldes y una corriente de exaltación nacionalista arrastró a parte del sacerdocio y de la aristocracia judía. Asimismo, los zelotes se hicieron con el control absoluto de la situación y se organizó la defensa bajo una especie de gobierno provisional que unió a todos los judíos, si bien compuesta por todos los grupos existentes, lo que poco más tarde daría lugar a rencillas que irían progresivamente en aumento hasta desembocar en un desenlace fatal. Por su parte, Roma no podía perdonar tales insultos a su poder. El historiador hebreo Rav Berel Wein, en su libro “Ecos de gloria” (página 155) relata: “Los judíos tuvieron éxito y expulsaron a Roma de Jerusalén. Sin embargo, esto generó ondas expansivas por todo el Imperio romano. También desató una ola de sangrientos pogromos en contra de los judíos, especialmente en Cesarea, Alejandría y Damasco. Miles de judíos fueron asesinados en esos disturbios y miles más fueron vendidos en el mercado de esclavos de Roma”. La derrota de Cestio Galo llegó a oídos del emperador Nerón, quien tomó cartas en el asunto y estimó que la situación era muy grave ya que los rebeldes habían puesto en peligro el dominio romano en Judea y se temía, no sin razón, que la revuelta pudiera extenderse a otras zonas como Siria o Egipto, lo cual sucedió, especialmente en Damasco, donde 10.500 judíos reunidos en el gimnasio, desarmados, fueron pasados a golpe de espada delante de sus esposas, y en Alejandría, donde el prefecto de Egipto, Tiberio Julio Alejandro, tras un enfrentamiento judeogriego en el teatro, con motivo de ponerse de acuerdo sobre quién iba en representación de la ciudad a hablar ante Nerón en Roma, mandó pasar por las armas a 50.000 judíos, al desoírse los consejos de este prefecto, quien recibió además insultos y agresiones. Era, pues, necesario enviar nuevas legiones a Judea; y este cometido sería llevado a cabo por Vespasiano, el más apto, quien sería enviado como legado a Judea, probablemente a principios del año 67, al mismo tiempo que Cayo Licinio Muciano fue nombrado gobernador de Siria, para mantener la normalidad en la provincia. Vespasiano contó con tres legiones, la Legión V (Macedónica), la Legión X (Fretensis) y la Legión XV (Apollinaris), siendo Tito, el hijo de Vespasiano, el jefe de esta última; y dejando de lado la Legión XII (Fulminata) por el desastre de Bethoron (no obstante, durante el asalto a Jerusalén, en el año 70, la Fulminata se vio dignificada al participar en él). A este núcleo se le sumaron 23 cohortes y seis alas de caballería y los refuerzos de príncipes clientes como Agripa II, Antíoco de Comagene, Soaemo de Emesa y Malco II de Nabatea, lo que hizo que finalmente el ejército de Vespasiano tuviera entre 50.000 y 60.000 hombres. La estrategia de Vespasiano fue de tipo silencioso, reduciendo primeramente los conflictos por toda la región de Judea y poniendo bajo su dominio ciudad tras ciudad, de manera centrípeta o cautelarmente aproximativa hacia Jerusalén, con la intención de finalmente tomar por asedio la ciudad.

  8. #148
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    [Pseudoveltíosis natanatórica, comentario 143]
    Si bien Vespasiano fue enviado como legado o lugarteniente del emperador a Judea a principios del año 67, parece que fue en la primavera de ese mismo año cuando recibió la orden de Nerón de iniciar la reconquista del territorio palestinense rebelado. El general Flavio Vespasiano tenía entonces 57 años y, aunque no gozaba precisamente de todas las simpatías del emperador, era el mejor soldado de Roma en aquellos momentos. Veinte años antes, siendo legado (comandante en jefe) de la Legión Augusta, se había destacado heroicamente durante la conquista de Britania (Inglaterra), bajo el reinado de Claudio. Era un militar nato, con una tremenda experiencia de décadas de servicio en las legiones y un instinto guerrero ante el que los judíos poco podían oponer. Vespasiano tenía con él a su hijo Tito, un oficial de 27 años que había heredado las virtudes militares de su padre. Tenía el mando de 9 legiones (cada legión se componía de unos 5.000 hombres) y aproximadamente el mismo número de auxiliares, y era muy admirado y respetado por sus tropas. Además, como los estados aliados de Roma estaban obligados a aportar sus servicios militares a la causa del emperador, el total de fuerzas a las órdenes de Vespasiano ascendió finalmente a unos 100.000 hombres, aunque sólo utilizó para la campaña de Judea a las legiones V, X y XV, unidades curtidas que nada tenían que ver con las relativamente inexpertas tropas auxiliares sirias a las que los judíos habían masacrado en Bethorón. La legión X estaba al mando del general español Marco Ulpio Trajano, el padre del futuro emperador Trajano (53-117).

  9. #149
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    [Pseudoveltíosis natanatórica, comentario 144]
    Según Josefo, después del desastre romano en Bethorón, muchos judíos distinguidos abandonaron la ciudad de Jerusalén, incluyendo a Costobaro y Saúl, dos hermanos de la familia real agripina, que se unieron a Cestio Galo; y por petición de ambos, Cestio los envió a Nerón, que estaba en Acaya (nombre romano de la Grecia continental), y les dijo que alertaran al emperador acerca de esta emergencia, y que culparan a Floro de la guerra, desviando así cualquier hipotético peligro de cólera nerónica que pudiera encenderse contra él. Y en la provincia de Acaya, Nerón estaba inspeccionando las obras de uno de sus grandiosos proyectos, a saber, la construcción de un canal en el itsmo de Corinto. Allí recibió la noticia de la derrota de Cestio Galo. Inmediatamente tomó las primeras medidas para aplastar la sublevación, y la persona elegida para general en jefe del ejército que debería reconquistar Palestina era, como ya se ha mencionado, un hombre maduro y militar profesional con gran experiencia, Tito Flavio Vespasiano, de origen plebeyo por parte de madre y algo más ilustre por parte de su familia paterna; y era viudo, pero convivía con una antigua amante suya, una liberta a la que siempre tributó honores de esposa. Había desempeñado varios cargos políticos y militares, en los que también tuvo la necesidad de mostrarse sumiso, adulador y rastrero ante los emperadores de turno, como todos los romanos que por aquel entonces aspiraban a un cargo en la capital. Fue edil o magistrado urbano en Roma en tiempos de Calígula, el cual, en cierta ocasión, irritado por la suciedad de las calles de Roma, hizo que le arrojaran barro y estiércol a la cara; y desempeñó también el cargo de cuestor (secretario del emperador, de cónsules o de procónsules) y más tarde el de gobernador de la provincia de África. Había acompañado a Grecia a Nerón y a su séquito, pero cayó en desgracia por haberse quedado dormido en una ocasión en que el lunático emperador recitaba versos y poemas durante un banquete. Nerón, entonces, le prohibió comparecer nunca más ante él, y Vespasiano, atemorizado, se retiró a una pequeña aldea a esperar a que al emperador se le pasase el enfado. No tenía Vespasiano una gran cultura griega, como la que tenían los propios emperadores julio-claudios (desde Octavio Augusto hasta el propio Nerón), pero no desconocía la lengua y la literatura helénicas; en todo caso, su modo de vida y costumbres estaban muy alejadas de las de los refinados, cultos y decadentes aristócratas de la capital. Físicamente era corpulento y de aspecto macizo, de cabeza voluminosa y gesto tenso (dice el historiador Suetonio, de la forma más elegante posible, y los propios retratos que de Vespasiano se conservan lo corroboran). Era socarrón, jovial y de buen humor, y no tenía otro defecto moral que el hecho de que le gustaba mucho el dinero, pero no era avariento, ni lujurioso ni cruel. Tenía dos hijos mayores: Tito Flavio, culto, refinado y militar como su padre, y Flavio Domiciano, a quien no parecía gustarle ni la vida militar ni la cultura ni los estudios de ninguna clase, aunque daba la impresión de tener algún interés por la compleja ciencia jurídica y por el elaboradísimo Derecho Romano.

  10. #150
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    [Pseudoveltíosis natanatórica, comentario 145]
    Vespasiano tomó el mando del ejército de Siria, a saber, de las legiones V (Macedónica) y X (Fretensis), y partió hacia Judea por tierra, mientras enviaba a su hijo Tito por mar a Alejandría para recoger a la legión XV (Apollinaris). Tito atravesó con la legión recogida en Egipto toda la costa de Palestina y se reunió con su padre en la ciudad de Ptolemaida, en la Galilea costera. El ejército de operaciones lo constituían por tanto 3 legiones completas, más otras 23 cohortes sueltas y dobladas en sus efectivos (es decir, el equivalente a otras 4 legiones más), y seis alas o escuadrones de caballería. Éstas eran las tropas legionarias romanas, a las que se añadió un importante contingente de tropas auxiliares de los reyes aliados extranjeros (entre ellos Agripa II, que envió 2.000 infantes con arcos y 1.000 jinetes, y un reyezuelo de Arabia, que aportó 5.000 arqueros y 1.000 jinetes). El ejército en su conjunto alcanzaba la impresionante cifra de 60.000 soldados, más varios miles de criados de los soldados romanos, también muy expertos en la vida militar. Sin embargo, parece que las fuerzas totales con las que podía contar Vespasiano incluían 6 legiones más y un cierto número de auxiliares y criados anexos a las mismas, esto es, unos 40.000 hombres extras; pero, finalmente, sólo movilizó a los 60.000 descritos. Ahora bien, manejar semejante cantidad de hombres, avituallarlos diariamente, conducirlos, acamparlos y hacerlos maniobrar sobre el terreno eran cosas que requerían buenas dotes de organización y estrategía, algo que cualquier general romano sabía hacer bastante bien, pues, en realidad, toda la ciencia militar romana se basaba en la disciplina y en efectuar las tareas según el protocolo habitual, como siempre se habían hecho, sin apenas concesiones a la improvisación, al azar o a la audacia personal; por ello, los generales romanos no eran grandes estrategas, pero la disciplina y el no apartarse nunca de los esquemas tácticos habituales hacía de las legiones romanas una maquinaria de guerra prácticamente invencible; y frente a esto las huestes judías quedaban en muy precaria situación. La legión romana estaba dividida en diez cohortes de 500 hombres cada una y era la unidad organizativa y logística básica del ejército; pero las unidades operativas y tácticas eran las propias cohortes de infantería, subdivididas a su vez en manípulos (dos centurias), y éstos en centurias (de entre 80 y 100 soldados cada una).

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