Pablo mismo, un seguidor de Jesucristo al que se otorgó el privilegio de ser inspirado a escribir más de la mitad de los libros del NT, creía en el Dios de Abrahán como su propio Dios:

2Tim.1:3 Estoy agradecido a Dios —a quien rindo servicio sagrado como lo hicieron mis antepasados, y con conciencia limpia— de que nunca ceso de acordarme de ti en mis ruegos (...)

Él no creía que Jesucristo fuera su Dios, ni que debiera adorar a Jesucristo o considerarlo igual al Padre:

Rom.1:9 Porque Dios, a quien rindo servicio sagrado con mi espíritu respecto a las buenas nuevas acerca de su Hijo, es mi testigo de cómo sin cesar siempre hago mención de ustedes en mis oraciones

Y dijo claramente que Jehová, ese Dios a quien él adoraba, es el Dios de todo el mundo:

Rom.3:28 Porque estimamos que el hombre es declarado justo por fe aparte de obras de ley. 29 ¿O es él el Dios de los judíos únicamente? ¿No lo es también de gente de las naciones? Sí, de gente de las naciones también, 30 si en verdad Dios es uno solo, que declarará justos a los circuncisos como resultado de fe y justos a los incircuncisos por medio de su fe.

Cuando Ananías estaba recuperando la vista a Pablo, le dijo:

Hech.22:12 ”Entonces Ananías, cierto varón reverente según la Ley, acerca de quien daban buen informe todos los judíos que allí moraban, 13 vino a mí y, puesto de pie a mi lado, me dijo: ‘¡Saulo, hermano, recobra la vista!’. Y levanté la vista hacia él en aquella misma hora. 14 Él dijo: ‘El Dios de nuestros antepasados te ha escogido para que llegues a conocer su voluntad y veas al Justo y oigas la voz de su boca, 15 porque has de ser testigo a todos los hombres acerca de cosas que has visto y oído. 16 Y ahora, ¿por qué te demoras? Levántate, bautízate y lava tus pecados mediante invocar su nombre’.